El equipo de Orgullogamers os presenta su selección de videojuegos favoritos de este año. Os presentamos los Manny de Oro de 2023.
Al igual que hicimos el año pasado, Orgullogamers no pierde la cita de los Video Game Awards para postular aquellos videojuegos que son los favoritos de la redacción. En esta entrada conocerás aquellos títulos que han dejado marca a cada uno de los integrantes de nuestro equipo y las razones que los han llevado a ser merecedores de una nominación. Sin más dilación, damos rienda suelta a los Manny de Oro de 2023.
Resident Evil 4 (2023) – El Manny de oro de Marcos Casal
Resident Evil 4 es el juego que mejor lo ha hecho pasar en este año plagado de titanes. La vuelta del bueno de Leon S. Kennedy a «Españistán» (sí, esta vez nos pegamos contra aldeanos castellanos y no mexicanos) me ha maravillado por lo espectacular de su gameplay: Leon es ahora el sustituto de John Wick con este sistema tan bestia de contrataques y desvíos, aupado por unas mecánicas de tiroteos bien engrasadas que no dejan indiferente ni al más intenso del CS:GO.
El cambio de tono a un juego más serio, la reescritura de la historia, con una narrativa mejor trabajada y más coherente, y lo vicioso que es la modalidad de Mercenarios (más incluso que la que traía el original) también sumaron puntos para que Resident Evil 4 me haya dejado un poso inmejorable, haciendo que hasta pueda prescindir del original de ahora en adelante (y lo dice un menda que tiene cientos de horas invertidas en la entrega de 2005).
Con cero dudas, mi Manny de Oro va para Resident Evil 4 (2023) este año, aunque me gustaría mencionar que por mi parte juegos como Marvel’s Midnight Suns, Street Fighter 6 y Final Fantasy XVI también han hecho sus méritos para dejarme con un regusto maravilloso en este 2023.
Lake (2021) – El Manny de oro de Mariola Juncal
¡Qué difícil decidirse por un juego del año! Alguno puede pensar que vale, que es normal estando en el 2023, el mejor año de los videojuegos, y donde ha habido una lucha encarnizada por la nominación al GOTY. Pero para vuestra desgracia, soy una persona que no juega apenas novedades ni triples A, siempre voy como pasos atrás que el resto y jugando a títulos con ciertos años. Así que mi Manny de oro de este año es para Lake. Con permiso del juego Smushi Come Home, que se ha quedado a las puertas del galardón.
Lake es un juego que estaba siempre en el banquillo de la lista de deseados esperando a que le diera una oportunidad para salir al terreno de juego. ¡Y bien que hice en jugarlo! Su gameplay es relajante y sin sobresaltos, a caballo entre un juego de reparto de correspondencia postal y aventura gráfica. La vuelta a su pueblo natal de Meredith nos adentra en historias cotidianas llenas de cariño, amistad, familia y nostalgia. Es la clase de historias con las que nos podemos identificar y que podemos disfrutar desde esa cercanía.
Aunque es un tema que he tratado anteriormente cuando escribí sobre Lake, necesito destacar la tendencia de los juegos indies de arrastrarnos a experimentar qué es el tener otros ritmos de vida. A debatir si todo es el trabajo y su importancia, habiendo personas a nuestro alrededor con los que podemos iniciar grandes historias… e incluso romances. Lake me ha hecho emocionarme con la vida misma y desear que me ofrezcan oportunidades para mejorar como persona. Aunque deba repartir correo.
Ha salido recientemente un DLC y estoy deseando que Providence Oaks vuelva a conquistar mi corazón.
Lies of P (2023) – El Manny de oro de Mario Landflyer
Nunca hay que perder las buenas costumbres y aunque sea una vez al año, algo es. Me refiero a mi participación en la página que me vio nacer como «cuenta cuentos» de videojuegos. La ocasión siempre la merece y más aún en estos tradicionales ya premios de los Many de Oro donde elegimos lo mejor del año. Un año tremendamente difícil y eso solo puede significar que ha sido un año de cosecha de videojuegos excepcional. No han parado de salir juegazos y las carteras de los jugadores no han tenido ni un solo minuto de respiro. Pero llega el momento de elegir solo uno. Este año he reflexionado con tres de mis candidatos: The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom, Starfield y Lies of P.
Zelda es el goty de la vida, por lo que no voy a seleccionarlo. Es un tremendísimo videojuego que pertenece a tremendísima saga que es parte del ADN de la historia de los videojuegos. Tiene reconocimiento por si solo. De modo que me quedan dos a elegir. Y en esta ocasión voy a elegir con la cabeza y no con el corazón. El castigo va a desequilibrar la balanza en favor de Lies of P.
Mi goty iba a ser para Starfield. Pero no puedo elegirlo como juego del año. Como videojuego lo es y lo será. Bethesda ha firmado un peso pesado de la industria. Un juego que se jugará durante toda esta década. Como videojuego, bien podría ser mi juego del año. Como producto no. De ahí el castigo que desequilibra. Esto es muy personal. Si quieres objetividad hoy no la tengo en oferta. No puedes sacar un producto en el que un fallo, no te deje seguir jugando. Un fallo que haga que tengas que empezar la partida. Una partida en la que has empleado 100 horas de tu vida. No. No puedes hacer eso en un juego donde su base es un mundo, una galaxia tan extensa que ni en dos vidas vas a completar. Como para hacerlo dos veces de seguido. No.
Mi Manny de Oro va para Lies of P. Un videojuego que ha sentado por fin un buen precedente: ser un soulslike que funciona. Ha marcado el camino a seguir. El alumno que se acerca al maestro de Fromsoftware.
Si bien es cierto que su dificultad está mal implementada, es el primer acercamiento que ha tenido el estudio. Hay que confiar en ellos y estas fallas en el equilibrio, pues digamos que levanto algo más la mano a la hora de valorarlo. Un boss debe ser desafiante. No cargarle de vida, de dobles fases, de golpes que te matan de una y mil artificialidades más. Hacer un juego terriblemente difícil es fácil. Equilibrarlo es otra cosa. Son años de experiencia y en eso From, lleva mucha. Pero eso. Reconozco su logro de brindarnos un juegazo, uno de los, me atrevería decir que el único de momento, auténtico «soulslike».
Un saludo a toda la gente que haya leido. Nos vemos el año que viene. (Como mínimo)
Mario Landflyer. No hay boses que cien intentos duren.
The Cosmic Wheel Sisterhood (2023) – El Manny de oro de Erick
Que sí, que ya ha llegado el pesado de los juegos emocionalmente potentes. Y es que este juego del estudio Valenciano Decostructeam, conocidos por ser los creadores de The Red Strings Club, muestran toda la madurez adquirida todo este tiempo.
The Cosmic Wheel Sisterhood es la historia de un aquelarre; es también la historia de Fortuna, una bruja que vive en el exilio después de una lectura del Tarot en la que anticipó una catástrofe imposible de ignorar; pero principalmente es una exploración, otra más, de las fronteras entre la realidad y las palabras que usamos para entenderla, y sobre los efectos muy reales del lenguaje en las personas que nos rodean y en el mundo en el que vivimos.
The Cosmic Wheel Sisterhood también es una especie de deck builder: las cartas que coleccionas y con las que compones tu mazo son las que diseña Fortuna, la bruja protagonista, expulsada y recluida en un asteroide en mitad del espacio por, como decía antes, anticipar en una lectura del Tarot la desaparición de su aquelarre. La condena es de mil años; después de doscientos, Fortuna se cansa e invoca a Ábramar, un behemoth, que es el que enseña a la bruja el arte de diseñar nuevas cartas.
Merece la pena mencionar la banda sonora: profunda y potente. Ambiental y progresiva, es una música con cuerpo y que participa en igualdad de condiciones en cada escena; no acompaña sino que sujeta. Las escenas y conversaciones evolucionan a la vez que su música, en paralelo.
Y, con todo, The Cosmic Wheel of Sisterhood es una de esas aventuras que nos recuerdan por qué amamos los videojuegos indie, sobre todo cuando buscamos experiencias narrativas diferentes a lo más comercial. ¿Somos lectores o autores de nuestro destino? ¿Es posible predecir y alterar el futuro? De la mano de Fortuna, responderemos estas dudas eternas para plantearnos nuevas reflexiones sobre la misma existencia y nuestro transcurso en nuestra vida con fecha de caducidad. Es un juego tan difícil de explicar que solo puedo decir que juegues.
Baldur’s Gate 3 (2023) – El Manny de oro de Carles Martínez
Hasta hace unas semanas a la publicación de esto, estaba bastante convencido de que mi Juego del Año iba a ser The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom. Y a pesar de no estar muy seguro de los motivos específicos, sí puedo asegurar que, en términos más generales, siento especial debilidad por aquellos juegos que aspiran a darle unas cuantas vueltas extras a la tortilla para intentar sonsacar nuevos matices de sabor. Las cosas como son: el último Zelda hace eso de una manera cojonuda, independientemente de los errores que pueda tener. Es verdad que siempre estará condenado a la sombra de Breath of the Wild; pero al César lo que es del César: Tears of the Kingdom tiene perlitas de sabor propio muy únicas.
No obstante, también siento algo demasiado especial hacia aquellos títulos que, capaces de abrumar a la mínima de cambio, me despiertan tal admiración que me hacen hasta jugarlos con cierto respeto por miedo a romper algo. Hasta hace unas semanas, de nuevo, esto solo me había pasado con tres juegos contados, Minecraft, Grand Theft Auto V y Persona 5 (¿probablemente los mejores juegos de la historia? No seré yo quien afirme lo contrario). Sin embargo, hubo otro juego del que no esperaba nada que, a principios de noviembre (sí, suelo llegar tarde a los lanzamientos), se coló de manera traviesa en esa lista; ese título no es otro que Baldur’s Gate 3. Nunca mejor dicho, para este juego me aplico el clásico meme de «fui buscando cobre y encontré oro». ¡Qué juegarral, maldita sea!
Decir que todo lo que hace Baldur’s Gate 3 está bien hecho es decir poco. Engrasar con tanta artesanía una maquina de estas dimensiones es algo titánico que pocas veces cuenta con la garantía de funcionar, y más en los tiempos que vivimos. Porque en la época de la inmediatez, de lo fugaz y de lo explosivo, Baldur’s Gate apuesta por volver a los tiempos queridos de jugar con calma, sin prisa y todo, eso sí, con la elegancia de quien posee la experiencia suficiente como para confiar en lo que ha de decir. Cada elemento en el juego parece dispuesto con precisión de cirujano y, a las pocas horas de emprender la aventura, la movida no hace sino mejorar. Como decía antes, pocos juegos han llegado a abrumarme tanto como ha sido capaz de hacerlo Baldur’s Gate 3 (positivamente, claro) y, a pesar de no haberlo terminado todavía, creo que de él he visto y sentido ya suficientes cosas como para premiarlo a este nivel.
Es más, quiero romper varias lanzas a favor de que Baldur’s Gate 3 participa, de hecho, en otra liga; puede que incluso tuvieran que hacer una gala GOTY específica para obras de esta envergadura, porque de lo contrario me parece que es intentar meter a un elefante en un chiringuito de playa. Lo último de Larian Studios es uno de esos títulos que sube tanto el listón que lleva a uno a ver esto de los “jueguitos” con otros ojos. Para mí que un juego sea capaz de conseguir esto, y más en pocas horas de juego, lo convierte automáticamente en una obra maestra. Con todo, Baldur’s Gate 3 es una obra tan extraordinaria, tan barroca, tan vasta y apabullante que, francamente, dudo que no se haya vuelto ya no solo un clásico de su género, sino el referente principal. Y lo mejor de todo es que, encima, tras las dos entregas anteriores, este Baldur’s Gate parece no tener nada de tímido: se nota que viene con todo, con fuerza y actitud, dispuesto a romper esquemas y, reitero una vez más, a expandir toda clase de horizontes de posibilidades.
Hi-Fi Rush (2023) – El Manny de oro de Johnny
Confieso que soy culpable: culpable de haberme vuelto a pasar Elden Ring en 2023 y que vuelva a ser mi GOTY espiritual este año. Pero claro, si todos los años de mi vida me paso Elden Ring, pues todos los años de mi vida pondría el mismo juego en esta sección y al final todo esto no valdría para nada. Así que, efectuando un doble «plot-twist», este año el juego que ha conquistado mi corazón ha sido un juego de ritmo, género que odio, por cierto (u odiaba, mejor dicho): la nueva obra de Tango Gameworks, Hi-Fi Rush.
Tango venía de hacer los The Evil Within, obras que muchos consideran copias «malillas» de Resident Evil pero que yo me gocé en su día como un gorrino revolcado en barro. Son dos juegazos en mi opinión; al igual que este nuevo giro que han dado en su trayectoria, el cual demuestra que esta gente puede sacar joyitas de cualquier género que se les ponga por delante.
Tengo que destacar especialmente su colorida y «comiquera» dirección de arte, y una jugabilidad plataformera simpática y despreocupada (aunque exigente para aquellos que se consideren perfeccionistas), que recuerda a aquellos bellos tiempos de PS2, con ese regustillo a Ratchet & Clank que impregna cada rincón de los escenarios. La nostalgia me golpeó fuerte, camaradas.
La parte del combate también queda bien pulida: combos loquísimos, «finishers» guapotes, una amplia variedad de robots con los que meterse guantazos y un indicador de habilidad que hace que quieras sacar la máxima puntuación todo el tiempo (aunque sea mega-difícil); todo esto siempre al ritmo de la mejor banda sonora de 2023 (espero que gane la estatuilla en esta categoría en los Game Awards, sino tongazo). En definitiva, un juego actual con sabor añejo, pulido al máximo y con unos personajes, una historia, una jugabilidad y una banda sonora que le han hecho merecedor de mi nominación. Lo siento Miyazaki-san, hay que dejar algo también para los demás.
The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom (2023) – El Manny de oro de Jorge Ruiz
2023 no ha sido precisamente un año aburrido; hemos visto desfilar entregas del calibre de Diablo IV, el esperado remake de Resident Evil 4, Spider-Man 2, Starfield, Super Mario Bros. Wonder o uno de los más aclamados por prensa y público: Baldur’s Gate III. Todos ellos han sido muy bien recibidos y elogiados este año, pero hay uno que, para mí, ha sido el juego del año: The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom.
Tan solo hace un año teníamos un gran hype por la nueva entrega de la franquicia estrella de Nintendo (con permiso de Mario), que tan solo estaba a unos meses de ver la luz. El 12 de mayo pude tener en mis manos el juego que tanto había estado esperando, siendo este el primer juego de la saga que podría permitirme jugar en su lanzamiento. Y ha merecido la pena.
Sí, a pesar de sus notas, no puedo decir que sea perfecto. Ser una continuación y situarse en la Hyrule que ya vimos en Breath of the Wild, era todo un reto que en Nintendo han conseguido sacar adelante. El cielo y el subsuelo le han dado una verticalidad al juego que antes BOTW no tenía; el cielo dando ese toque tan importante a la trama, aunque con una sensación de vacío debido a no tener personas con las que interactuar. El subsuelo y su oscuridad, sin duda, ha sido el escenario en el que muchos nos hemos pasado casi más tiempo que en la superficie, pero peca de ser demasiado grande y, tal vez, repetitivo.
La magia de su universo es suficiente para haberme mantenido pegado a la pantalla durante muchas horas desde su salida, por eso esta decisión ha sido algo fácil a nivel personal. Es difícil comentar este juego sin introducirme de lleno en spoilers, ya que su encanto va ligado a su trama. La mejor versión de Zelda que hemos visto en cuanto a importancia narrativa, y una batalla final que ha entrado de cabeza a mi top favorito dentro de la saga.
Voy a finalizar alabando el sistema de construcción la ultramano, el elemento que ha elevado a un nuevo nivel las posibilidades de la anterior entrega, y que nos ha dado multitud de vídeos de jugadores creando las mayores locuras posibles. La dedicación de Nintendo para pulir el sistema de físicas y que todo actúe de un modo tan real, ha sido lo que me inclinó a pensar que este sería el juego del año desde el principio.
Podría decir mucho más y me seguiría quedando carrete para rato para mi Manny del año.
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