A favor de los platinos en los videojuegos

El Caballero Ceniza de Dark Souls está de pie en un paisaje desolado con un cielo amarillo brumoso, sosteniendo un trofeo de PlayStation en su mano derecha, haciendo alusión a la obtención de platinos en los videojuegos.

Sacarse platinos en los videojuegos, para muchos, es sinónimo de proeza, pero para muchos otros es demasiado tiempo libre. ¿Quién lleva razón?

Llevamos ya muchos años con un sistema de logros o trofeos entre nosotros. Todas las grandes plataformas de juego, como PlayStation, Xbox o Steam, tienen su propio sistema, y no es poca la gente que echa de menos esto en Nintendo Switch, que ni con el lanzamiento de la Switch 2 ha querido incluir una funcionalidad que, si algo añade a los videojuegos, es rejugabilidad y reto.

Con la explosión de las redes sociales, como Twitter (X), se empezaron a utilizar los trofeos como una forma de demostrar que un jugador es mejor que otro algo que, en mi opinión, es una soberana tontería. Pero también afloraron las guías para sacar platinos en los videojuegos, la superación de récords o la comprobación de si cierto personaje ha jugado a todo lo que dice o no, y no miro a nadie, cierto señor cuarentón, calvo, que vive con su madre y que si es más tonto no nace.

Todo esto ha creado una corriente un poco elitista en los videojuegos que parece que viene de ahí, pero la realidad es que ese clasismo siempre ha existido tanto en los videojuegos como en todos los ámbitos de la vida, tristemente. Pero bueno, que me enrollo. Vamos al lío. ¿Los trofeos en los videojuegos son buenos o malos? Para mí, son buenos, y ahora os argumento el motivo.

Platinos en los vidoejuegos como forma de explotar al máximo el videojuego

Los videojuegos hoy en día tienen capas y capas de profundidad, al menos algunos. Muchos juegos te guían de la mano para que vayas descubriendo sus secretos no tan secretos, mientras que otros simplemente te sueltan en un mundo abierto, hostil, tan bonito como horroroso, y te tienes que apañar como sea. Sí, te miro a ti, querido Elden Ring.

Y es que voy a utilizar Elden Ring, así como su expansión Shadow of the Erdtree, para argumentar por qué veo necesaria la existencia de trofeos y considero algo positivo el querer sacarse el Platino (es decir, el trofeo que valida que tienes todos los trofeos del juego).

No me escondo y reconozco que me gusta ir a por trofeos. Actualmente cuento con 49 Platinos, siendo Death Stranding 2: On the Beach el último que he logrado. El motivo por el que me gusta arañar al máximo los videojuegos es simple y llanamente por no perderme nada, y aquí vengo con el argumento principal: Malenia, el boss más impresionante de Elden Ring, se esconde tras muchas capas secundarias.

Un primer plano de la valquiria Malenia, la Espada de Miquella del videojuego Elden Ring, que muestra su armadura de batalla ornamentada y su rostro oculto bajo un casco alado.

Elden Ring es un juego especial en muchos aspectos, pero hay dos que me llaman poderosamente la atención. El primero vino con la promoción del juego base, el cual se hizo mediante la imagen de Malenia, un jefe tan importante que incluso su casco fue tan icónico como para ser el regalo de la edición más tocha del juego. Pero tiene narices, ya que es un jefe totalmente opcional y, además, uno de los más escondidos.

La misma jugada se repitió con Shadow of the Erdtree, cuyo acceso se encontraba también en el contenido secundario y tras uno de los jefes más impresionantes y difíciles del mismo, Mohg, el Señor de la Sangre.

Con esto quiero decir que los propios creadores dan una importancia capital al contenido que se encuentra entre bambalinas dentro del propio juego, ya que para entender mínimamente el lore del juego, se hace indispensable trasegar por todo el contenido secundario hasta llegar a estos jefes.

Y es aquí donde, precisamente, entran en juego los trofeos. El jugador que pase de ser completista o no quiera todos los trofeos, no solo pasará por alto estas zonas que suponen, por decir un número estimado, el 30% del contenido del mismo, sino que, además, se perderá varios finales del mismo, siendo uno tan cambiante como el de la Llama Frenética.

Así pues, el afán de completismo y la guía que suponen los trofeos pueden ayudar a los jugadores a explotar al máximo juegos como Elden Ring o Bloodborne, el cual, con su Castillo de Cainhurst, esconde uno de los niveles más espectaculares que ha parido FromSoftware.

Trofeos como reto

Además de lo obvio que he comentado, los trofeos también nos sirven como reto. Por ejemplo, vengo de rejugar por enésima vez Crash Bandicoot 2 y Crash Bandicoot 3, juegos de mi más pura infancia a los que suelo regresar cada poco por puro placer.

Pues bien, estos juegos cuentan con retos añadidos más allá de completar todos los niveles rompiendo todas las gemas para obtener las gemas plateadas. En Crash Bandicoot 3, por ejemplo, se sobrepasa ese 100% y desafía al jugador a obtener todas las gemas e incluso más para lograr este tanto por ciento.

Crash Bandicoot y su hermana Coco se encuentran sentados en el suelo de una acogedora cabaña, discutiendo un problema mientras Aku Aku flota a su lado frente a una chimenea encendida.

Pero es que muchas de estas gemas se encuentran escondidas en niveles ocultos a los cuales accedemos de maneras muy poco intuitivas. Quienes lo sepan, seguro que recuerdan la señal de tráfico con la que teníamos que chocar para acceder a un nivel oculto del juego.

Con el Crash Bandicoot 2 pasa un tanto de lo mismo, y es que para lograr todas las cajas de algunos niveles hay que hacer una serie de movidas que, de no ser por ese afán completista de muchos, se habrían pasado por alto.

Y vale, sí, estoy hablando de completar un juego al 100%, pero ¿acaso hay diferencia entre lograr el 100% de un juego con o sin trofeos? Yo creo que no; el mensaje, al final, es el mismo. Y si no, que se lo digan a Mario Odyssey y las Energilunas.

Trofeos como aliciente para los Easter Eggs

Esta parte, la verdad, podría firmarla únicamente Hideo Kojima. Por ejemplo, en el reciente Death Stranding 2: On the Beach, tenemos bastantes escenas coñeras que se esconden tras un trofeo, y las cuales no hubiera llegado a ver si no hubiera ido a por la caza del mismo.

Pero lo que realmente me hace apoyar este argumento es Metal Gear Solid 3, que trae unas cuantas de estas curiosidades. Por ejemplo, si mal no recuerdo, hay un trofeo por matar a The End antes de su enfrentamiento, cuando está en silla de ruedas. También hay algunos más chorra, como utilizar avispas contra nuestros enemigos o ver a Ocelot en la escena final, tras la ventana. Veremos si con el inminente lanzamiento de Metal Gear Solid Delta se mantienen estos icónicos trofeos.

El anciano francotirador The End de Metal Gear Solid 3: Snake Eater, con barba y uniforme de camuflaje, está sentado en una silla de ruedas frente a una puerta de búnker.

Platinos sí, pero sin fliparse

Por resumir, yo sí estoy a favor de los trofeos y de aquellos jugadores que buscan alcanzar el trofeo Platino. Creo que, en su justa medida, suponen una buena herramienta para el jugador y una especie de guía que ayuda al mismo a lograr el 100% de un juego y a explorar todos los secretos, retos o curiosidades que los diseñadores han escondido en su obra.

Claro está, por supuesto, que no lo considero una especie de carnet o algo fundamental para la escena gaming. Si alguien me dice que no tiene el Platino de Elden Ring porque no quiere hacer sus cuatro finales, pues le diré que me parece perfecto, que tampoco se pierde nada. Pero si alguien me dice que pasa de buscar a Malenia por mucho trofeo que tenga, ahí le tendré que decir que, independientemente del logro, debería ir a buscarla, pues de otra forma se estaría perdiendo una de las mejores experiencias que brinda la obra de Miyazaki.

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