Los videojuegos moldean valores, despiertan emociones y trascienden el entretenimiento. Un viaje personal por el octavo arte que nos define.
A día de hoy, millones de personas interactúan con las diferentes plataformas para deleitarse con los productos que se lanzan al mercado en el sector del videojuego. Entre esa multitud se esconden distintos perfiles, diferentes maneras de abordar y reconocer el universo en el que nos sumimos a través del mando y la televisión de nuestro hogar.
En primer lugar, a mi parecer, resulta terriblemente complejo definir de manera escueta y concisa qué son en sí los videojuegos. La razón es muy sencilla: como bien he mencionado en el párrafo introductorio, la perspectiva es la causante de una conclusión concreta. A partir de esa premisa, que pretendo abordar con ahínco, intentaré dar mi punto de vista al respecto.
¿Qué son los videojuegos? Expresado banalmente, son productos lúdicos artísticos que permiten al usuario deleitarse e interactuar en entornos y universos fantásticos o «reales», creados expresamente para el divertimento y la socialización de los individuos.

Desgraciadamente, es una pregunta errónea y, por ello, la definición es algo inconclusa, carente del trasfondo necesario para representar todos los ápices junto a la totalidad de los involucrados. Aunque debemos asimilar que muchas personas tienen presente lo que se observa a simple vista, se debería desglobalizar para conocer lo que evoca en realidad.
Desde pequeños, las posesiones que nos han sido otorgadas por nuestros progenitores han infundido indirectamente una pauta sobrellevada durante toda nuestra existencia. Dicha conjetura se puede extrapolar a «cualquier» tipo de objeto, puesto que, debido a una parte implícita —las vivencias inherentes—, nuestra percepción para con las mismas está «sesgada» por la predilección.
El crecimiento personal amparado por los distintos ápices artísticos —como, por ejemplo, los libros, la música, la pintura, el cine y, por supuesto, los videojuegos— ha inculcado unos valores que prevalecen a día de hoy. No es en absoluto pretencioso afirmar que los videojuegos son un portal factible para la evolución intelectual, como lo puede ser un libro, y que, al interactuar con ellos, dejamos libertad a nuestra imaginación para abarcar todas las posibilidades plausibles. Eso ocasiona una inmersión que evade nuestra mente ante los embates ocasionados por la cruda realidad presente en una sociedad que no incide más de lo necesario, pero juzga y ataca acaloradamente sobre cuestiones sin el más mínimo conocimiento de causa. Dicha visión es la culpable de que, cuando una tragedia hace acto de presencia a manos de un energúmeno armado, la acción se deba a su fanatismo por los videojuegos y no por otras causas secundarias, como podría ser la violencia real indiscriminada a la que nos tienen acostumbrados los medios de comunicación o la falta de principios éticos del individuo. Con esto no quiero decir que determinados títulos no contengan hechos delictivos, pero su asociación rara vez tiene relevancia, puesto que puede haber premisas ocultas bajo un manto deleznable. Actualmente, esa inercia se ha visto diezmada, pero es una visión que, por desgracia, siempre estará ahí.

No obstante, la culpa de eso es nuestra por el simple hecho de dejar jugar a determinadas personas con títulos sádicamente notorios, individuos que no saben diferenciar entre realidad y ficción. Antes de exponer a un sujeto a cualquier tipo de elemento, sea cual sea el origen, debemos considerar sus aptitudes y edad para actuar en consecuencia. Al igual que no dejamos visualizar contenido violento por medio de la televisión o las películas a los niños, hay que sopesar todas las particularidades con la única finalidad de beneficiar al usuario que aborde este tipo de iniciativas.
¿Todos los videojuegos tienen estas características? Pues, a pesar de los innumerables géneros abarcados en el sector, debemos reconocer que la mayoría de ellos poseen esta particularidad, aunque no todos le otorgan la importancia suficiente como para repercutir mentalmente en el usuario, puesto que suele haber preferencia por determinadas pesquisas, como pueda ser salvaguardar el bienestar de las personalidades que interactúan con el personaje principal o derrocar a los artífices que causan la opresión del pueblo; es decir, alzarse como héroe ante una tesitura tiránica. Esas decisiones que tomamos, analizando con celeridad en lo que puede desembocar, aunque se interactúe en un entorno virtual, ayudan sin duda alguna en las acciones que abordamos en el día a día.
Recientemente, los videojuegos se han puesto de moda; eso es algo que nos beneficia a tod@s. Desgraciadamente, también ha aumentado de manera exponencial lo que denominamos comunidad tóxica. ¿Qué es la comunidad tóxica? Son aquellos individuos que critican sin argumento ninguno, que vilipendian cualquier tipo de ápice con la única finalidad de causar el mayor daño posible. Carecen de objetividad y están amparados por la verdad absoluta, aunque sus exposiciones sean perecederas. Hablando desde la más absoluta sinceridad, no sé qué provecho se puede sonsacar al realizar dicho cometido.

Favorecer a personas enfermas es una de las cuestiones que se han demostrado por medio de estudios especializados. Las demandas cognitivas y motrices de los videojuegos ayudan, por poner un ejemplo, a los pacientes de alzhéimer con respecto a la orientación y memoria a corto plazo. También pueden prevenir distintas enfermedades mentales o incluso tratarlas, como, por ejemplo, el autismo, coadyuvando en la socialización de los individuos.
Los que hemos crecido junto a las plataformas de ayer y de hoy, abordando las diferencias perceptibles y evolucionando a su lado como individuos, sabemos que los videojuegos no son un mero pasatiempo. Ese hecho ha marcado nuestra intrusión en el sector, directa o indirectamente, puesto que pueden cumplir con infinidad de cometidos. Su creación se basa en un lienzo en blanco del que obtenemos parajes y ambientación; nace de un folio vacío que acoge un universo y su argumento; se concibe en una partitura desértica que acompaña a la inmersión evocando lo que desea transmitir.
Así pues, después de todo un desarrollo alrededor del tema, reformularemos esa pregunta tan preciada para obtener una concreta y extensa respuesta.

¿Qué son los videojuegos? Son elementos que ayudan a inculcar unos valores, que pueden ejercer un resquicio positivo como apoyo intelectual en momentos de necesidad, que son capaces de evadir al usuario para hacer olvidar de manera pasajera las inquietudes que le corroen. Tienen la propiedad para sobrepasar los límites de la realidad con la finalidad de hacernos encarnar a innumerables personajes para así tomar decisiones que repercutirán en el camino que se forja sinuosamente ante nuestros pies. Poseen la capacidad de hacernos empatizar: de alegrarnos o enfadarnos, de entristecernos o subyugarnos, de cohibirnos o enamorarnos en ambientaciones inimaginables acompañados por gente a la que apreciamos.
Algunos, como usted, que está leyendo el artículo, o un servidor, tenemos en alta estima la complicidad creada por medio del paso de los años. Los videojuegos han estado presentes y ese hecho va ligado a innumerables vivencias compartidas que se asocian de manera implícita. Por ello, cuando vemos cuestiones relacionadas con los mismos, nos ponemos quisquillosos y exquisitos al mostrar disconformidad con determinados ápices que escapan a nuestra comprensión. Eso no significa que seamos iracundos ni que tengamos pretensiones a la hora de exponer una verdad absoluta, aunque a veces lo parezca; simplemente buscamos la respuesta para dilucidar dicha perspectiva y, de ser contraria, reivindicar nuestro parecer.
Desde Orgullogamers nos despedimos abordando los videojuegos como lo que son: el octavo arte no reconocido. Nuestra pasión va más allá de un simple hobby, por ello formamos un grupo excepcional. ¿Tu visión es la misma que la nuestra? Ha llegado la hora de que te unas a esta gran hueste…
KatanaBeltza
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