No soy muy ducho a las Visual Novels, pero para una vez que me lanzo a una, menuda bizarrada me encuentro. About an Elf me quitará el sueño una buena temporada.
Muy buenas, orgullosetes. Hay días en los que uno abre la eShop buscando un plataformas de los de siempre, y otros en los que, sin saber muy bien por qué, acaba metido en una performance jugable protagonizada por una elfa autoproclamada princesa, un gato que responde al nombre de Roland y una misión casi metafísica llamada Elftopia. Hoy toca lo segundo. Hoy toca About an Elf.
About an Elf es una de esas piezas que separan mesa en la taberna: o brindas por su desparpajo o te sacas la espina con otro juego “normal”. Por el camino, deja preguntas, carcajadas y una certeza: pocas veces verás algo tan raro en Switch/PC… y tan torpemente básico cuando le toca comportarse como videojuego. El cóctel me ha tenido entre el “¿qué narices acabo de ver?” y el “vale, venga, sigo un ratito más”. Y en Orgullogamers, ya sabéis, ese es nuestro ecosistema natural.

El cuento dentro del cuento (y un gato que igual te come)
La trama te la cuenta la propia Princesa Dam a su amiga Dido a cambio de ositos de gominola. Dam dice que debe limpiar de monstruos la patria élfica para que amanezca la Elftopia. ¿Qué es exactamente la Elftopia? Lo más importante del mundo, o nada en absoluto. Así funciona el juego: te lanza conceptos entre lo solemne y lo absurdo, se ríe de sí mismo y, cuando menos lo esperas, te clava una frase sensible. A su lado viaja Roland el Gato Valiente, un felino literal que se debate entre ayudar y merendar a nuestra princesa. Todo con una cadencia de novela visual entrecortada por pequeñas decisiones de diálogo y una mecánica de “combate” de chucherías.
Si en Orgullogamers nos pides un brindis para este juego, será por el apartado artístico. Aquí About an Elf despega. Estética surrealista, animaciones de pocos frames pero mucha energía, objetos y personajes que vibran al ritmo de un euro-pop sintético, un 3D limpio que a ratos parece disfraz, a ratos CGI, a ratos collage. No es “bonito” en el sentido clásico; es magnético, como un vídeo musical que no entendiste pero no pudiste dejar de mirar. Y ojo a la banda sonora: cortes breves, repetitivos, pero con personalidad suficiente para quedarse dando vueltas por la cabeza mientras sirves la siguiente jarra.
Quien haya gozado con narrativas sensoriales del palo de Kentucky Route Zero se sentirá en terreno afín, aunque aquí todo va pasado por el filtro del chiste absurdo y el color saturado. Si te va ese caminar por el borde entre lo poético y lo marciano, échale un ojo a nuestro ensayo sobre Kentucky Route Zero —es probable que conectes con lo que hace About an Elf—: Los colores de los ciegos o el lento crepúsculo – De Kentucky: Route Zero y su poética sinestésica.

About an Elf se siente como un caramelo… sin relleno
La gran trampa de About an Elf es que, cuando te tiene hipnotizado con sus colores, te pide jugar… y ahí se queda corto. Se define a sí mismo como “point-and-click-ish, RPG-ish, visual-novel-ish” y no engaña: la mayor parte del tiempo lees diálogos y escoges respuestas. La exploración tipo aventura gráfica es muy superficial. Y su “sistema de combate” se resume en elegir una canica mágica (Magiball) de entre tres elementos —fuego, agua, electricidad— tras interpretar una pista visual (un clip, una imagen, un micro-vídeo: un chorrito de ketchup, unas velas, cosas así). Si aciertas, el monstruo cae; si fallas, lo reintentas mientras te queden gominolas en la recámara. Ingenioso la primera hora, repetitivo a partir de la tercera.
El propio bucle reconoce su limitación: poca fricción, poca capa sistémica, poca progresión. No hay un “dominio” que conquistar; más bien acertijos de intuición envueltos en una broma visual que, cuando funciona, hace gracia… y cuando no, te recuerda que aquí la jugabilidad es un trámite. Te lo podría señalar como divertido, sí; fino en lo jugable, no.
Si te interesan obras donde el cómo se juega es también parte del discurso —hasta el punto de incomodar—, en OG solemos frecuentar ese territorio raro y estimulante. Pásate por Distraint Deluxe Edition, por el viaje emocional de OMORI o por nuestras reflexiones de Among the Sleep y Lydia. Distintos registros; misma querencia por lo “raruno”.

Humor absurdo, meta-cuento y “¿me está troleando el juego?”
La otra pata que mantiene la silla es el sentido del humor. About an Elf dispara chistes malos con puntería, suelta juegos de palabras, non sequiturs y mini-quests que son setup para un gag. Entre medias, se cuela una gracia meta: el juego habla del propio acto de contar. Es una historia sobre historias, sobre cómo consumimos videojuegos y qué entendemos por “jugar”. Te hace reír, te hace rodar los ojos y de cuando en cuando te suelta un latigazo emocional que no veías venir.
La aventura dura unas cinco o seis horas (dependiendo de cuánto te recrees en mirar cada rincón que tiembla con la música). En Nintendo Switch (la versión que nos han dado para probar) funciona sin problemas y, ojo, orgullosete, que está en inglés; posteriormente se pudo jugar también en PC y en español (de Latinoamérica), a través de Steam. Si vas a por él, que sea sabiendo lo que es: una pieza breve, cerrada y excéntrica.
Pero, ¿para quién vale la pena About an Elf?
- Para quien entiende el videojuego como experiencia estética antes que sistema.
- Para quien se deja llevar por lo surreal y no necesita “ganar” para disfrutar.
- Para quien soporta sin despeinarse mecánicas mínimas si el viaje visual y sonoro merece la pena.
¿Para quién no? Para quien busque una aventura gráfica con puzles bien diseñados, un RPG con capas o una VN con decisiones de peso. Aquí te vas a reír, vas a hacer click un par de veces y vas a mirar —mucho—.

Una Visual Novel «curiosa» para sacarle el polvo a tu Nintendo Switch
Lo primero que te agarra por la pechera es su personalidad visual. About an Elf late al ritmo de un videoclip psicodélico: colores a tope de saturación, diseños que parecen salidos de un collage con purpurina y un timing de animación que sabe exactamente cuándo subrayar un gesto o rematar un gag. Es magnético incluso cuando no es “bonito” en el sentido clásico; miras y no puedes dejar de mirar. Esa coherencia estética, entre lo pop y lo surreal, convierte cada escena en una pequeña pieza performativa donde lo que importa no es tanto el detalle técnico como la fuerza del conjunto.
Pero cuando el juego te pide jugar de verdad, afloran las costuras. Las mecánicas son torpes y básicas: el minijuego elemental tiene gracia al principio, pero se agota pronto y la exploración es poco más que un trámite entre chiste y chiste. Falta fricción, falta capa sistémica, falta ese clic que te hace sentir que dominas algo más allá de leer y acertar por intuición.
En resumidas cuentas: About an Elf es menos videojuego que gesto; menos sistema que collage. Es una pieza rara que vive y muere en su puesta en escena, que brilla en lo visual y lo sonoro, y que trota a trompicones cuando le pedimos jugar. Si te tira lo experimental, te vas a reír y a flotar con su energía. Si necesitas profundidad mecánica, aquí no la vas a encontrar. A mí, que no soy mucho de este género, pero me va la conversación afilada, me ha ganado por raro. Lástima que me haya sacado de quicio por básico. Y, qué queréis que os diga: esa tensión también tiene su encanto.

Director de Orgullogamers y el terror del SEO. Me flipan los JRPG, los Hack & Slash y los juegos con historias inusuales de esas que te dejan roto por dentro. Me encargo de que Orgullogamers no se hunda poniendo parches de cinta adhesiva.

- Un arte muy suyo e impactante
- Humor bizarro a cholón
- Personajes carismáticos
- Mecánicas demasiado básicas
- Le falta chicha en algunas partes
- Si no eres de VN, huye. Huye lejos