Pantalla título de We Are The Dwarves: dos enanos con armadura pesada y armas en un entorno alienígena oscuro y orgánico.

Lo que podía ser una secuela espiritual de aquel The Lost Vikings se queda en algo a medio gas y con poca chispa. Así es We Are The Dwarves.

“Mezclamos en una turbomix The Lost Vikings, ciencia ficción y mitología enana, y obtenemos un juego con un regustillo a mediocre que no te lo quitas ni para atrás”.

We Are The Dwarves es un juego que, por premisa y estética, debería atraerte sí o sí. En sus tráilers te lo vendían —como bien he mencionado— como una secuela espiritual del mítico título de Blizzard (sí, Blizzard hizo cosas más allá de WoW y Overwatch). Allí tres vikingos con habilidades distintas colaboraban nivel tras nivel para superarlos. Este juego, en cambio, ni llega ni da lo que promete.

La trama gira en torno a una expedición de tres enanos —Forcer, Smashfist y Shadow— que buscan alcanzar el centro del planeta para obtener un nuevo recurso que salve a su raza. Cada uno tiene habilidades diferenciadas: Forcer, equipado con una escopeta, se especializa en ataque a distancia y explosivos; Smashfist es puro combate cuerpo a cuerpo; y Shadow es un experto en sigilo y asesinatos desde la sombra. Deberán combinar sus talentos en un territorio hostil lleno de enemigos y llegar a su meta.

Como podéis ver, la idea es fantástica y la premisa tiene un potencial enorme, pero no termina de cuajar. Antes de entrar en lo malo, conviene mencionar lo positivo. Visualmente es bastante bonito: ese rollo de ciencia ficción con enanos queda sorprendentemente bien y está bien integrado. Las mecánicas que permiten usar el entorno en contra de los enemigos son curiosas y, cuando funcionan, ayudan mucho a avanzar. También destaca la IA de los enemigos, que incorpora un sistema de detección interesante: pueden localizarte por su campo de visión o por sonido, así que si pisas una zona ruidosa o disparas con Forcer desde lejos, acudirán a investigar.

Ahora, tras los halagos, vienen los palos. El gran problema —el que se lo carga todo— es la jugabilidad. Es tosca, torpe y reacciona tarde. Hay momentos en los que ordenas a un enano atacar y simplemente no responde, mientras recibes golpes por todas partes. Es impensable que un juego así, un RPG con toques de estrategia que debería presumir de un control pulido, se sienta como manejar un coche llevando guantes de cemento. Otro punto negro es el inicio: aburrido y extremadamente repetitivo. Siempre es lo mismo: recoger piezas o matar a todo lo que se mueve y salir del nivel. Solo mejora un poco cuando ya manejas a los tres enanos, añadiendo un toque más “estratégico”, pero el control sigue siendo pésimo y la repetición constante genera hastío y aburrimiento.

En conclusión, es una pena que algo tan interesante y tan bien planteado acabe convertido en un producto tan mediocre. Podía haber sido la secuela espiritual soñada, pero nos presentan un juego que ni cumple las expectativas ni logra fascinar o entretener. Seguiremos esperando un título que rinda homenaje como es debido… o que alguien se anime a hacer un remake de The Lost Vikings.

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