Princess Maker, la predisposición y los prejuicios

La protagonista de Princess Maker posando con un vestido rosa en un fondo blanco.

Hay que admitir que las buenas ideas —las que al menos merecen ser probadas— no siempre entran por los ojos… ¿Pero por qué?

¿Qué sería de nosotros sin los videojuegos? Estoy seguro de que, sin ellos, seguiríamos buscando un medio más intenso para vivir historias alternativas de forma inmersiva —más incluso que el cine—, aunque la búsqueda sería completamente en vano. Por suerte, vivimos en un mundo en el que los videojuegos existen (y no son pocos precisamente), con una cantidad y variedad que sobrepasa cualquier expectativa que hubiésemos podido tener hace años.

Dentro de esta ingente cantidad de contenido es normal que haya diferentes grados de calidad en cada obra publicada, y también es esperable que, como en cualquier otra expresión artística, exista un público objetivo para cada una.
Si tuviese que destacar algo que siempre me ha llamado la atención, sería el “choque de culturas”. De hecho, pude hacer un pequeño ensayo universitario sobre ese tema, centrado en la película coreana Oldboy.
Partiendo de aquella reflexión, hoy me gustaría ir un paso más allá y aplicarla a un medio que amamos todos: los videojuegos.

Lo que planteaba en mi trabajo era que una obra puede ser comprendida en cualquier parte del mundo, pero no necesariamente reproducida fuera de su contexto, ya que perdería sentido.
Y aquí entra en juego uno de los títulos más curiosos que me he cruzado jamás, proveniente —cómo no— de otro país oriental: Princess Maker.

Princess Maker reganando Orgullogamers

Japón y su curioso mercado

Desde los orígenes de la industria, Japón ha sido un auténtico coloso en el desarrollo de videojuegos. Tras la “muerte” de Atari, empresas como Nintendo o Namco llevaron su mercado a Occidente, pero durante décadas siguieron desarrollando títulos que nunca abandonaron tierras niponas.

¿El motivo? No necesitaban contentar a usuarios de culturas radicalmente distintas, por lo que creaban juegos profundamente “suyos”, como los cimentados en los turnos.

Y no me malinterpretéis: aún hoy se lanzan juegos exclusivamente para Japón, a pesar de compartir mercado global con Europa y Estados Unidos. Son títulos moldeados según el modo de vida japonés: sus gustos, alimentación, estética…
Sí, es cierto que algunos rozan lo inmoral (como aquel juego de acoso en el metro), pero su visión del videojuego me fascina. Y una de las pruebas más representativas de ello es Princess Maker.

¿Qué es Princess Maker?

Se trata de una saga de videojuegos nacida en 1991, donde encarnamos a un personaje masculino (sin mucha identidad definida) que recibe de una diosa una niña pequeña como regalo. A partir de ahí, debemos criarla hasta su mayoría de edad, gestionando cada mes su educación, economía, actividades y estado emocional.

Sí, leído así suena… incómodo.
Y en Occidente, decir que estás jugando a un título en el que crías a una niña desde su infancia hasta los 18 años no suele salir bien: te tachan de pervertido o friki de las waifus. Pero si logras pasar por encima de esa capa inicial y te adentras en el juego con curiosidad, Princess Maker revela una sorprendente profundidad.

Princess Maker Boda Orgullogamers

Simulador de vida con múltiples posibilidades

En apariencia, no parece tener mucho jugo. Al principio, solo intentas que tu hija no muera de hambre (lo cual ya es difícil). La economía siempre va justa y la educación es cara. Pero en cuanto te informas sobre las diferentes posibilidades del juego, todo cambia.

Cada partida puede variar drásticamente: Princess Maker 2, por ejemplo, cuenta con 74 finales distintos, basados en los trabajos que ha desempeñado la niña (unos 15 en total), campos de estadísticas generales (como karma, estrés o resistencia), y habilidades que van desde cocina hasta estrategia militar o kárate.

Contenido polémico y contexto cultural

No voy a ignorar los elementos cuestionables:
Sí, en el juego puedes prostituir a la niña, puedes casarte con ella, hay diálogos machistas, y objetos que aumentan el tamaño de sus pechos. Son características típicas de algunos juegos bishōjo japoneses (centrados en chicas muy jóvenes).

No los justifico. Me sobran.
Creo sinceramente que Princess Maker seguiría siendo un gran juego sin ellos.

Pero también considero importante comprender el contexto cultural. Japón tiene su propia escala de valores, distinta a la occidental, y aunque muchos de estos aspectos deberían eliminarse, es necesario entender que no fueron concebidos desde la misma mirada moral.

Una idea loca… que funciona

Pese a lo polémico, el juego está bien hecho.
Puede resultar repetitivo, pero ofrece suficiente variedad como para descubrir cosas nuevas en cada partida. Los creadores claramente pusieron esfuerzo en lograr que cada experiencia fuese única y significativa.

Y sí, puede sonar a idea loca incluso tras haberlo jugado durante horas, pero casos como este me llevan a reflexionar…

Princess Maker Menus Orgullogamers

¿Hasta qué punto rechazar lo diferente nos limita?

Mencionar este juego a alguien suele provocar risas o gestos incómodos.
Probablemente yo también me reía mientras lo explicaba.
Pero detrás de ese envoltorio raro hay una propuesta muy digna, una experiencia distinta que merece al menos una oportunidad.

Lo triste es que Princess Maker, como tantos otros juegos diferentes y originales, quedará relegado a la sombra, simplemente por ser “raro”.

Y me pregunto:
¿Nuestra cultura nos ha condicionado tanto que rechazamos casi por inercia propuestas que no comprendemos del todo?
Si un estudio occidental se atreviera con algo similar, ¿tendría éxito?

Probablemente no.
Nuestras diferencias culturales impiden —a menudo— conectar con este tipo de propuestas. Aunque siempre habrá un pequeño nicho capaz de ver más allá.

Personalmente, voy a intentar no volver a cerrar mi mente ante nuevos videojuegos, por muy ridícula que parezca su premisa.
Porque aún hay joyas ahí fuera que merecen ser descubiertas, sin importar cuán lejos provengan.

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Muy interesante lo que decís y cómo la propia cultura termina siendo determinante en lo que vemos correcto o no, y como ésta difiere de sociedad en sociedad. Me gusta también la invitación a jugar a este juego, que pertenece a una saga bastante desconocida por lo que veo en internet debido a la falta de traducciones, pero que sin embargo merece la pena ser jugada por quienes sean amantes de los juegos de simulación y le den una oportunidad a este juego, que realmente es muy disfrutable desde mi parecer. Saludos!

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