Según la Asociación Española de Videojuegos (AEVI), en 2024, por primera vez en la historia de España, las mujeres superaron en número a los hombres en el sector: 50,45% frente a 49,55%.
Si eres mujer y juegas a videojuegos, probablemente te hayas topado con frases como: “Los Sims y el Animal Crossing no cuentan como ser gamer, ¿eh?”, dichas casi siempre por alguien cuyo título favorito es el FIFA. O quizá te hayas encontrado con el clásico reto de: “¿Ah, que tu saga favorita es The Legend of Zelda? Pues dime al menos cuatro juegos.” Lo curioso es que nunca he escuchado a un hombre tener que justificar por qué le gustan los videojuegos, ni que se le exija recitar de memoria toda la cronología de una saga para demostrar que es “fan de verdad”. En cambio, este es el pan de cada día de las mujeres que decimos que nos gustan los videojuegos.
La infancia, donde se siembran las diferencias
Desde los primeros años de vida, la sociedad marca una ruta desigual. A un niño de siete años se le suele regalar una consola con algún título de acción como Call of Duty; a una niña, en cambio, una muñeca, una cocinita o una Barbie. Y ojo, no me malinterpretes, yo adoraba a mis queridas Barbies. Pero ese gesto, aparentemente inocente, condiciona el futuro. No es que las mujeres no quieran jugar, es que rara vez se les brinda la oportunidad de descubrir los videojuegos desde la infancia. Muchas jugadoras reconocen haber entrado en este mundo gracias a un hermano, un primo o un amigo. Es decir, a través de la mediación masculina. Esto demuestra que no hablamos de falta de interés, sino de falta de acceso, reforzada por los estereotipos culturales que asocian los videojuegos con lo masculino.

En España, las mujeres han llegado incluso a liderar el consumo de videojuegos, superando a los hombres. Pero este dato está vinculado, en gran parte, al peso de los videojuegos móviles. Hoy en día todos tenemos un smartphone, y para muchas mujeres ha sido la puerta de entrada a este universo. Quizá, si de niñas hubieran tenido la oportunidad de probar una consola, la historia habría sido distinta. Yo soy fiel creyente de que a todo el mundo le gustan los videojuegos. Siempre hay uno capaz de enamorarnos. Porque, al final, hay un juego para cada persona.
El papel de la publicidad
La publicidad ha reforzado durante décadas esta visión sesgada. Los anuncios de los noventa y los dos mil mostraban a chicos riendo y compitiendo con mandos en las manos, mientras que las mujeres aparecían de forma secundaria o relegadas a juegos familiares o “cozy”. No echemos la culpa de todo al marketing, que solo busca maximizar ventas; pero esto hizo añadir más leña al fuego de los estereotipos. Se asumía que las mujeres preferían títulos relajados y coloridos, mientras que los hombres eran los destinatarios de las experiencias de acción, rol o deportes. De esta manera, la propia industria contribuyó a invisibilizar a las jugadoras que sí estaban en mundos competitivos.
Diferencias biológicas… ¿o culturales?
Es cierto que algunos estudios señalan ciertas tendencias biológicas como una mayor inclinación de los hombres hacia la búsqueda de sensaciones intensas y una mayor empatía en las mujeres. De forma general, también se nos ha asociado con un rol más familiar y cuidador, lo que explicaría la alta presencia femenina en profesiones como la enfermería o la docencia. Y sí, puede que exista un pequeño factor biológico. Lo que sí he escuchado millones de veces son argumentos que rozan lo absurdo, hombres diciendo que, biológicamente, ellos tienen mejores reflejos o mejor visión espacial, y que por eso las mujeres no deberían competir en los videojuegos. Pero si llevamos ese razonamiento al extremo, habría que concluir también que los hombres no tendrían cabida en trabajos relacionados con la salud mental o física, ya que las mujeres contamos, según su misma lógica, con mayor empatía, habilidades sociales, paciencia, resiliencia emocional y capacidad de multitarea. ¿Verdad que suena ridículo? Usar estas teorías como justificación para encasillar los gustos es peligroso y dañino. Volviendo a los videojuegos, la realidad es mucho más diversa (y, por suerte, así es). Hay hombres que disfrutan de juegos más relajados como un Stardew Valley y mujeres que se apasionan con juegos más competitivos como Counter-Strike. Negar esta diversidad es desconocer la individualidad de cada persona. Lo que de verdad ha limitado la presencia femenina en los videojuegos no es la biología, sino el contexto social y cultural que, desde la infancia, nos ha cerrado la puerta de entrada a este mundo.
El entorno hostil de los juegos online
Donde las barreras se hacen más evidentes es en los juegos competitivos. Títulos como Valorant, CS:GO, LOL o Call of Duty se convierten en territorios hostiles para muchas mujeres. Los insultos, las burlas y los prejuicios siguen estando a la orden del día. No son pocas las jugadoras que optan por silenciar sus micrófonos para evitar ser identificadas como mujeres y así esquivar la toxicidad. En un espacio donde lo único que debería importar es la habilidad, el género se convierte en un factor de discriminación. Los estereotipos de que “los hombres juegan mejor” persisten, y muchas mujeres evitan modos competitivos no por falta de ganas, sino por miedo a convertirse en blanco de ataques. Eso sí, las grandes compañías no paran de posicionarse en contra de estos comportamientos machistas en sus videojuegos, pero no ponen solución alguna, supongo que colgarse el pin de feminista está muy guay en redes sociales, pero eso da para otro artículo…

La hipersexualización de las mujeres en pantalla
Otro gran obstáculo es la representación femenina dentro de los propios videojuegos. Durante años, los personajes han sido diseñados bajo estéticas prácticamente irreales, cinturas diminutas, bustos desproporcionados, cuerpos altos y delgados, maquillaje impecable, melenas sueltas y perfectamente cuidadas, sin olvidar los taconazos. Quien ideó estos diseños no parecía tener en mente la supervivencia en un mundo posapocalíptico, sino la satisfacción del ojo masculino.

Por suerte, hoy en día muchas compañías están corrigiendo este rumbo. Un gran ejemplo es Ellie de The Last of Us. Lejos de los escotes pronunciados o la ropa incómoda para un entorno lleno de zombis, los diseñadores optaron por un retrato más realista. Ellie sigue siendo preciosa, pero sin necesidad de ser sexualizada, viste ropa práctica, lleva una coleta (lo más cómodo para la situación) y en varias escenas aparece sucia o con aspecto desgastado. Además, su personalidad rompe con el cliché de la “chica débil que necesita ser salvada”, ya que es valiente, autónoma y capaz de enfrentarse a los enemigos.

Aunque también existen hombres hipersexualizados, pero el desequilibrio sigue siendo evidente. Los personajes masculinos disfrutan de una mayor variedad de representaciones como un guerrero fuerte, un anciano sabio, un caballero con armadura… Mientras tanto, las mujeres aparecen con mucha más frecuencia reducidas a objetos de deseo.
Considero que la situación se ha agravado con la figura de la “chica gamer” hipersexualizada en redes y plataformas de streaming. Más que reflejar a la jugadora real, este estereotipo funciona como reclamo audiovisual: pelucas, escotes, maquillajes exagerados y una jerga bastante rarita… creo que todos saben de qué hablo…
La ausencia de referentes
Otro punto es la falta de referentes visibles. A pesar de los avances, los nombres más conocidos en eSports, Twitch o YouTube siguen siendo masculinos. La visibilidad de mujeres competidoras, creadoras de contenido o desarrolladoras es importante para inspirar nuevas vocaciones. No se trata de imponerlas obligatoriamente, sino de mostrar realidades que ya existen y que pueden abrir camino a otras generaciones.

Pero bueno, si eres mujer y juegas a videojuegos, tarde o temprano alguien intentará cuestionar tu lugar en este mundillo. Se escuchan desde quienes reducen tu experiencia a un “Animal Crossing no cuenta” hasta quienes creen que debes pasar un examen para demostrar que de verdad una saga es tu favorita. Pero lo cierto es que las mujeres siempre hemos estado aquí, jugando, compitiendo y creando, aunque muchas veces se nos haya querido apartar o invisibilizar. La verdadera pregunta no es si las mujeres podemos ser “gamers”, porque ya lo somos. La cuestión es cuándo la industria, la comunidad y la sociedad van a dejar de tratarnos como si tuviéramos que justificarlo.
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Soy Paula, periodista y fan de los jueguitos desde que tengo memoria. Mi primer amor fue The Legend of Zelda: Twilight Princess y desde entonces estoy obsesionada con la saga. También soy esa loca que disfruta psicoanalizando personajes. Madre de dos gatos que odian todo lo gamer (sí, se comen los cables).
Como chica que ha jugado mucho a videojuegos no puedo estar más de acuerdo con lo que dices. Me ha encantado el artículo, me he sentido super identificada.