Final Fantasy VII es un juego de lo más especial por muchos motivos. Sea pues, el remake orquestado por Nomura ¿hace justicia al legado de Sakaguchi?
Pocas cosas me han calado tantísimo como la serie Neon Genesis Evangelion. Sin duda, es una de esas obras que creo que llegó a mi vida en el momento indicado. Desde entonces, suelo verla, sin exagerar, una vez al año (incluyendo la película de The End of Evangelion). El amor que siento por este anime va más allá (quizás algún día me atrevo a escribir sobre ello). Sin embargo, he de admitir que nunca me he llevado demasiado bien con las películas posteriores que conforman lo que se conoce como el Rebuild de Evangelion. Esas películas… Me parecen un despropósito. Y, bueno, no negaré que ello se deriva de que, en gran medida, al verlas, no puedo evitar tener en mente ―y quizás más de lo que me gustaría― la serie de 1995. Lo sé, tal vez eso sea un gran error por mi parte.
Pero la cosa es que aquello que los Rebuild me ofrecen por sí mismos creo que falla precisamente al querer abrirse a un público más amplio conectándose a su vez, más de lo debido, a las pretensiones iniciales de la serie. Además, al verlas, tengo la sensación de que, en su despliegue visual, el dinamismo y el espectáculo se esfuerzan en suplir las carencias del guion de una manera muy descarada, y pienso que muchos de sus personajes se presentan como las sombras de lo que una vez fueron (siendo Misato mi ejemplo predilecto). Aun así, el mensaje último que pretenden transmitir sigue siendo el mismo, más o menos; pero a mí, por mucho que quiera, no me convence (sin desmerecer el importante peso que eso, al final, aporta al conjunto de metrajes). Porque el modus operandi que llevan a cabo pienso que termina por empañar la mayoría de virtudes (y defectos, claro) que hacían brillar de manera mucho más estimulante y de forma genuinamente más honesta al material original.
Rebuild de Final Fantasy VII: You Are (Not) a Soldier
Y algo así me ocurre con el «rebuild» de Final Fantasy VII, ese juego que, cuando se anunció, arrebató el aliento a toda la comunidad e impulsó a muchos, entre los que me incluyo, a lanzarse, definitivamente, a por una PlayStation 4. Mi experiencia con este remake ha sido, ya digo, muy semejante a la que tuve con las películas de Rebuild of Evangelion. Desde luego, por un lado, no puedo evitar amar (y creo que siempre lo haré) lo que estas obras representan. No obstante, por otra parte, tengo la sensación de que estas «nuevas versiones» tropiezan a lo largo de ese transcurso de querer decir lo mismo pero mejor.
Este remake no se conforma con satisfacer el apetito de la nostalgia (como quizá sí es el caso del maravillosísimo remake de Resident Evil 2 o Shadow of the Colossus). En ese sentido, diría que este Final presenta una voluntad un tanto más ambiciosa. Pero ese afán, digamos, termina, bajo mi punto de vista, sentándole muy grande. No hablo solo ya del querer fraccionar las entregas en títulos individuales (lo cual me parece feísimo por muchos motivos y por mucha justificación que haya detrás), sino de esos malabares que hace para acotar los cambios generales que trae consigo.
Sí, el juego parece querer reformular su trayectoria experimentando, entre otras cosas, con las posibilidades de distintas combinaciones de piezas. No solamente lo vemos en el «nuevo» sistema de combate, sino también en los pequeños añadidos de la historia, en la ampliación de Midgar (con las implicaciones que ello conlleva), en los nuevos matices de ciertos personajes y en los ligeros replanteamientos de la faceta RPG (stats, materias, objetos…). Todos esos engranajes se entrelaza de maneral tal que Final Fantasy VII Remake, como me dijo una amiga una vez, «casi que parece más un reboot que un remake«, lo cual me parece muy acertado afirmarlo.
Rebuild de Final Fantasy VII: You Can (Not) Advent (Children)
Hay motivos de sobra para tildarlo así. Este Final Fantasy VII es una obra que en la forma se percibe como un remake, pero que, sobre el papel, en el fondo y en voluntad se juega y se siente como un reboot (aunque en ocasiones me atrevería a decir que presenta aromas de demake, pero mejor dejarlo para otra ocasión). De igual modo, por ínfimos que sean los cambios, creo que llegan a afectar más de lo debido al cómputo general, porque hacen que el juego termine experimentándose de un modo que, ya digo, al menos en mi caso, se me antoja ajeno, desalmado, pesado y muy poco satisfactorio. Ahora bien, me resulta gracioso esto en vista de que hay pequeños tramos del juego que, aun presentándose como redefinidos, siguen como antes. Por ejemplo, es llamativo que, aunque la sensación de peligro está menos presente, la maniobrabilidad, respecto al juego original, no varía demasiado. Si bien el ritmo general es completamente distinto, casi todo, en Midgar principalmente, sigue siendo igual de «pasillero». A veces, incluso más.
Sea como fuere, si tuviera que resaltar un motivo más o menos «principal», aunque no quiera atribuir mi desagrado a un solo aspecto, diría que uno de los mayores pecado de Final Fantasy VII Remake es su constante presunción de espectáculo y relevancia. Pero ojo, no me mal interpretéis; soy el primero que admito que me flipa su lavado de cara y pienso que los gráficos importan. Y este remake entra finísimo por los ojos: Cloud me hace dudar de mi sexualidad, Aeris me quita el aliento, Barret es mi padre, Tifa es mi madre, el cabrón de Sefirot da un miedo que te cagas y la atmósfera de la ciudad Midgar llega a abrumar de lo detallada que está; a nivel visual es absolutamente refrescante, vaya. Sin embargo, al coger el mando, todo lo bonito se queda en una simple pátina cuyo sustento se percibe como un desconcertante vacío.
Rebuild de Final Fantasy VII: You Can (Not) Remake
Mi compañero José, acerca de este Final, aseguró lo siguiente: «Es evidente que Final Fantasy VII Remake peca de muchos de los errores que comenten las grandes producciones, sí, pero la retribución me resulta mayoritariamente positiva». Imagino que esto debe representar a la mayoría de jugadores y jugadoras. (Como ocurre con la mayoría de espectadores con las pelis de Rebuild of Evangelion.) Oye, a tope con eso. Pero, en mi caso, esa retribución resulta más bien contraproducente. A menudo, a mi parecer creo que la ambigüedad deviene más sugerente, polivalente, divertida e interesante que la concreción. Sobre todo, si tratamos con un material cuyo background está repleto de ideas de una gran riqueza filosófica. En su momento, tanto Evangelion como Final Fantasy VII se presentaron, tanto para lo bueno como para lo malo, como obras de ese palo. Y, por desgracia, hoy por hoy, tanto los Rebuilds de Eva como el remake de Final VII se cargan, aun con todos los aciertos que acarrean (no son pocos), esa perplejidad tan brillante que sus predecesores alcanzaban a través de esa ambigüedad de la que disponían y hacían uso.
De eso va la cosa: la perplejidad, nacida de lo ambiguo, cede al desmesurado espectáculo de lo evidente. Todo se exhibe a través de un prisma tan pulido y tan medido que acaba sintiéndose más plano de lo que tal vez debería, ¿no? Más todavía cuando ese código, que en un principio se presenta en el terreno formal, pasa a un plano más directo, más jugable. No solo en términos sensitivos, sino también en cuanto a las piezas que comprenden el entramado. Misiones estúpidas, mapas pasilleros (como decía más arriba), artificialidad excesiva en todo… No creo que esta puesta en escena, que apunta a converger en el mismo punto que el juego original, haga justicia a lo que implicó y supuso el clásico en su momento.
Aunque no concuerde del todo, Toussain Egan, en su artículo para Polygon, comentó que la película de Evangelion 3.0 +1.0 «ofrecía algo que ni el anime original (1995) ni The End of Evangelion (1997) fueron capaces de hacer», refiriéndose a que ofrece una «conclusión definitiva». Es decir, en su caso, hablaríamos de «una conclusión más esperanzadora, afirmativa, hermosa y explícita en su resolución que cualquier otro final de la serie anterior». Sea pues, ¿acaso será este también el destino de Final Fantasy VII Remake a lo largo de sus próximas entregas?
Conclusión: Sevenfold Upon a Time
Remitiéndome a lo que quería señalar con Resident Evil 2 y Shadow of the Colossus, no creo que debamos pensar en este «rebuild» de Final Fantasy VII como un estándar para este tipo de proyectos. A pesar de sus intentos por ser un remake inteligente ―uno complejo y que, en cierto sentido, innove― el resultado me parece pobre y hasta cierto punto insulso. En otro mundo y en otra vida, habría llegado más lejos. Me quedo con el anhelo, honestamente. Todavía deseo que resonase con más fuerza en ese triste vacío en el que cae. El diálogo con el que se daba a conocer en 1997 yace a medias tintas; pero eso no es lo más importante. Lo principal es que, aunque el viaje no es completamente insufrible, puesto que hay atisbos de buen hacer, tampoco deja una marca demasiado profunda cuando termina. ¿Y acaso no era eso lo que todos, de un modo u otro, buscábamos con la vuelta de este clásico?
Escritor aficionado y, creo yo, artista frustrado. Videojuerguista desde que tengo uso de razón, entusiasta de la narrativa y amante del rol. Graduado en Filosofía (UIB). Radiante de día; alomántico de noche.