Análisis de The Necromancer’s Tale – La Ilustración huele a tumba y traición

Dos personas vestidas como nobles del siglo XVIII haciendo un ritual de nigromancia en una sala de piedra con tonos verdes y humo.

En este análisis de The Necromancer’s Tale te invito a desenterrar secretos, pactar con espectros y, de paso, comprobar cuántos nobles caben en una horca.

El juego nos sitúa en un reino ficticio a orillas del Adriático durante un 1733 tan perfumado de incienso como de podrido. Somos un gentil —aunque ligeramente arruinado— hijo de la nobleza, envuelto en la investigación de la muerte de su padre y atraído irremediablemente hacia un grimorio lleno de encuadernaciones sospechosas. La idea no es nueva, pero Psychic Software la reviste de un tono gótico pintado a mano que entra por los ojos como un óleo de Goya recién sacado del horno. El resultado: intriga cortesana, alquimia incipiente y superstición a partes iguales, todo ello publicado el 17 de julio de 2025 con una recepción «Muy positiva» en Steam (92 % de 248 reseñas).

El chismorreo de 1733

La gente de Psychic Software no se ha andado con filigranas: 400 000 palabras manuscritas, 180 NPC con retrato propio y un sistema de confianza que mide —cual chivato delator— cuánto nos odia el pueblo cada vez que profanamos un cementerio o besamos la mano equivocada. El diálogo se presenta en un ventanal de texto «scroll» que recuerda (¡hola, Revachol!) a Disco Elysium; y no solo lo digo yo, es lo que se comenta por ahí. No se qué de “un Disco Elysium gótico… pero con combates”. Aunque si os soy sincero, me dio vibras a un viejo conocido en esta web: The Thaumaturge.

Lo mejor es cómo ese medidor de confianza te ata las manos: la corte murmura, los plebeyos cuchichean, y una decisión aparentemente anodina puede acabar con tu avatar danzando al son del crujir de la cuerda.

Cuando las palabras fallan, llega la hoz. The Necromancer’s Tale cambia el verbo por una cuadrícula isométrica donde diriges tanto a tus leales (o chantajeados) aliados vivos como a una cohorte de cadáveres resucitados. El sistema recuerda más a Baldur’s Gate 3 que a la simpleza de un SRPG clásico: acciones por turno, cobertura improvisada y sinergias mágicas que aprovechan debuffs de miedo o putrefacción. ¿Pasas de la estrategia? Pueden resolverse automáticamente, para quienes sólo quieran la carnaza narrativa. Un detallito elegante que agiliza una partida que oscila entre 25 y 50 horas, dependiendo de tu afán completista.

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Caravaggio pixelado

Cada hechizo requiere ingredientes (hindes de sapo, pétalos de datura y recitados impíos) y tiempo real dentro del juego. Falla el conjuro y quizá resurjan abominaciones que bajen tu prestigio ante la curia local. Acierta, y desbloquearás poderes tan creativos como cambiar de piel con un desgraciado o reanimar familiares —los tuyos o los del vecino— para que den guerra.

Visualmente es un lienzo barroco: paleta apagada, luces tenebristas y pinceladas gruesas que dotan de relieve a cada baldosa empedrada. El efecto recuerda a un dibujo a carboncillo que alguien coloreó con sangre seca. La vista cenital se apoya en zooms dramáticos durante los rituales, subrayados por un violín lúgubre que, cuando se desata, convierte las mazmorras en una misa negra. No hay doblaje completo, pero la narración introductoria (sí, esa voz rasgada que parece fumarte dentro del oído) pone el listón alto.

A su manera, el juego funciona como una sátira de la Ilustración: anatomistas que debaten con fanáticos, médicos que recetan sanguijuelas mientras ocultan polvos de hueso humano en el bolsillo. Esa dualidad entre razón y superstición se filtra en cada decisión. ¿Usarás la química naciente para blanquear esqueletos… o te aferrarás al misticismo puro y duro? La ruta «académica» desbloquea diálogos eruditos, mientras que la «soldadesca» te anima a resolver los debates a punta de acero.

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El reverso de la moneda

Aunque los paralelismos con Disco Elysium y Baldur’s Gate 3 son obvios, The Necromancer’s Tale impone su identidad gracias al “Trust System” y a ese aire veneciano decadente. La trama investiga el asesinato del padre del protagonista, pero pronto se ramifica en conspiraciones en la corte, herejías y la eterna pregunta: “¿qué precio tiene el conocimiento?” Aquí cada NPC lleva su puñal metafórico detrás de la espalda… o un puñal literal si descuidas tu escolta.

Los requisitos mínimos son amables (i5-7500, HD620 integrada y 8 GB RAM) y, aun así, aguanta 60 fps estables. En Steam Deck rinde con solvencia —texturas medias, FSR activado y batería que ronda las tres horas— gracias al peso ligero de 5 GB en disco. Se agradece que los desarrolladores incluyan guardado rápido y botones programables para absorber almas sin menús engorrosos.

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Necromancia bien entendida

The Necromancer’s Tale es el sueño húmedo de quienes disfrutan diseccionando diálogo línea a línea, coleccionando secretos y gestionando moralinas ajenas. No reinventa la pólvora —o, mejor dicho, la pólvora negra—, pero mezcla ingredientes clásicos y modernos en un caldero que borbotea personalidad. Si Disco Elysium te dejó huérfano y añoras aquel tacto táctico, aquí encontrarás un festín de carne marchita, filosofía y perfume a formol.

¿Deberías entregarle tu alma (y 25 euros) a este cuento de nigromantes? Si te atrae el rol narrativo, la respuesta es un sí-rotundo-y-exhumado. Pero recuerda: cada cadáver al que des vida restará minutos a tu cordura… y probablemente añada horas a tu partida.

Aunque yo no soy muy ducho a este género, he de reconocer su poderío y sorpresa, pues ha llegado sin hacer ruido dejando un listón y sabor dulces como un bocado de no muerto en 1 de noviembre. Es por ello que le adjudico 5 birras sobre 5, porque se qué se las beberán los amantes incondicionales del género con esta obra.

Dos personas vestidas como nobles del siglo XVIII haciendo un ritual de nigromancia en una sala de piedra con tonos verdes y humo.
  • Narración excelente y personajes para el recuerdo.
  • Decisiones que impactan de buena manera.
  • Estética y sonoramente de alucine.
  • Tanto texto satura en ocasiones.
  • Y además en inglés del chungo.
  • Curva de aprendizaje algo tosca.
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