Una lección de Alfred Hitchcok: Rebecca

Rebecca - cómo relatar con la cámara

Cómo relatar con la cámara

“La cámara es la pluma de los directores” es una frase habitual al hablar de lenguaje cinematográfico. Igual que los escritores cuentan sus historias con la pluma, o, actualmente, con un editor de texto, los directores escriben las suyas con la cámara. A través de ella narran los hechos y es ella la que le da la forma a la obra. Y si hay un director que sabe cómo relatar con la cámara y los elementos que ésta muestra es Hitchkok. Aunque también hay muchos otros ejemplos.

Alfred Hitchcock es, seguramente, el director más valorado de la historia. Tanto el libro que publicó Truffaut con él como su filmografía se han convertido en la biblia de muchos de los directores que han venido después. Del director británico destacan muchas películas: La ventana indiscreta, Psicosis, Vértigo, Con la muerte en los talones… Pero Rebecca, una obra que no tiene el reconocimiento que las otras, es una de sus grandes lecciones.

Rebecca fue su primera película en Estados Unidos, su carta de presentación a Hollywood. Producida por David O. Selznick (director de Lo que el viento se llevó), él y Hitchcock tuvieron muchas discusiones y duelos por el poder, lo que llevó al director a renegar de la película, aunque realmente es suya de principio a fin. Se estrenó en 1940, le valió su segundo Oscar consecutivo a Selznick y fue un éxito, lo que, en parte, permitió a Hitchcock seguir desarrollando su carrera en Hollywood. 

La película, basada en la novela homónima de Daphne Du Maurier, es un thriller que cuenta la historia de una mujer (Interpretada por Joan Fontaine) que se casa con un viudo, Maximilian de Winter ( interpretado por Laurecen Olivier) que, por razones ajenas a ella, no puede dejar atrás a su difunta mujer.

Rebecca 2 - cómo relatar con la cámara (1)

(Ojo, a partir de aquí voy a destripar elementos importantes de la historia).

Casi al final de la película, el marido le relata a Fontaine cómo falleció su primera mujer. Le cuenta cómo le había estado manipulando y maltratando años, cómo le había amenazado con destrozarle la vida de distintas maneras y cómo le tenía entre la espada y la pared, entre ella y su vida en sociedad. Hasta que con un golpe la mató (aparentemente), sin querer, lo que le atormentará hasta ese momento y lo que, según él, hace imposible que su matrimonio con ella pueda ser “exitoso”.  Más tarde descubrirá que su mujer tenía cáncer y que ya sabía que se iba a morir, que en realidad no tuvo ninguna responsabilidad.

A parte de lo reveladora que es la escena en cuánto al argumento de la película, lo más importante y de lo que trata el artículo es de cómo está dirigida. 

Se dice que la cámara es la pluma de los directores, y este es un ejemplo perfecto. La escena, que relata un tiempo pretérito, se cuenta desde el presente. Él la narra, pero no lo hace de cualquier manera. Aunque la protagonista de la historia está muerta, la escena está dirigida para ella. No es que aparezca en forma de fantasma, ni en una fotografía: realmente no aparece. Lo que ocurre es que la cámara sigue los movimientos que ella siguió aquél día. 

La escena está dirigida para ella, aunque ya no está. La cámara nos cuenta a través de sus movimientos la historia, nos muestra la situación, las acciones de ella, las de él, las emociones y actitudes de ambos, cuándo la realidad es que está mostrando la nada. La propia cámara relata la situación. Es difícil de entender descrito con palabras, así que quien la quiera ver la tiene en Filmin; pero ya digo que es, para mí, el la mayor ejemplificación de la frase “la cámara es la pluma de los directores”.

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