Análisis Dishonored 2

Portada de Dishonored 2 con fondo negro y los rostros de Corvo y Emily partidos.

En Dishonored 2 vemos como regresa Corvo bien acompañado por su hija Emily.

Arkane Studios vuelve con la segunda parte de uno de los mejores títulos de 2012. El primer Dishonored se destapó como el sleeper del año: un juego que sabía mezclar la saga Thief y sus mecánicas de sigilo con BioShock en el uso de poderes y habilidades especiales. Corvo Attano vuelve a la carga, pero esta vez no lo hará solo: su hija, Emily Kaldwin, viene a demostrar que está tan preparada como su padre y que, además, es una emperatriz de armas tomar.

Dishonored 2 supone lo que en el mundo de los videojuegos suele llamarse un “más y mejor” para una segunda parte: no se desvía de la fórmula del primero y se dedica a potenciarla. Quienes quedaron encantados con el original pueden ir directos a por él. Esta secuela arranca años después del final del primer juego, con Emily como emperatriz, cargo que ocupa tras la muerte de su madre, Jessamine Kaldwin. Un plácido día de palacio se convierte, como era de esperar, en la chispa que desata el conflicto. Tras la visita de Delilah, una tía inesperada, debemos afrontar una de las decisiones más importantes del juego: jugar con Emily o con Corvo. Y eso, en la práctica, significa tener dos juegos en uno.

Corvo se ha quedado un poco tieso en Dishonored 2

La elección de uno u otro personaje no es puramente estética; afecta por completo a la jugabilidad y al desarrollo de la historia. No solo los poderes son distintos: la trama también se retoca según con quién juegues. Además, en un momento temprano la aventura te obliga a decidir si quieres jugar con o sin poderes (para ambos personajes). En consecuencia, hay cuatro rutas posibles, y jugar sin poderes cambia la partida de manera muy notable. Con poderes el personaje se siente muy potente; sin ellos, el reto puede convertirse en una auténtica pesadilla. Ahí radica la genialidad del juego: es tremendamente rejugable. Para rematar, otro elemento esencial es el diseño de niveles, sencillamente de lo mejor del sector. En esta ocasión cambiamos Dunwall (donde apenas jugaremos un par de niveles) por Karnaca, ciudad al sur del Imperio donde se desarrolla la conspiración contra la pobre Emily. Con propuestas variadas a la hora de afrontar cada misión, varios niveles de altura, edificios, alcantarillas y pasadizos ocultos, puedes repetir un encargo y siempre encontrar un enfoque distinto. Los numerosos objetos de recuperación, las monedas y las notas que amplían este apasionante universo solo aumentan el afán por rebuscar en cada rincón.

Hablando de monedas, estas —y cualquier otro objeto de valor— sirven para conseguir efectivo con el que comerciar en las tiendas presentes en varios niveles, algo muy necesario si decides jugar sin poderes, porque te verás obligado a llevar un arsenal completo y a mejorar tus armas. En los niveles no solo están los objetos mencionados: equipados con un artilugio muy original (me guardo el detalle), podemos localizar runas y talismanes de hueso. Las primeras otorgan puntos para mejorar los poderes; los segundos añaden ventajas al personaje, como mayor velocidad de recuperación o más destreza al asestar tajos con la espada. Hay muchísimos, con combinaciones posibles muy variadas, lo que aporta todavía más riqueza al conjunto. En resumen, los nueve capítulos de los que se compone el juego —que, de entrada, podrían parecer pocos— esconden mucho más de lo que aparentan. Su campaña para un jugador es más que suficiente, sin necesidad de un multijugador metido con calzador para alargar artificialmente la vida útil.

Dishonored 2 está lleno de detalles de lo más agradables

Visualmente tenemos un título muy agradable a la vista. Su particular apartado gráfico no busca el fotorrealismo: centra sus recursos en el diseño de niveles. Es verdad que está lejos de aquellos primeros vídeos que se vieron en el E3, pero, repetimos, su diseño de niveles y su acabado artístico son sobresalientes. La versión jugada para este análisis fue la de PlayStation 4, y se mantiene estable en todo momento salvo en zonas muy recargadas de enemigos y poderes (esas brujas lanzando estopa provocan alguna rascada). En PC, los vídeos de juego del compañero @JohnnyDarkLight demuestran un acabado muy superior —al menos con la máquina que él maneja—. La banda sonora sigue la senda de la primera parte y ofrece exquisitas piezas de la mano de Daniel Licht, también autor de la música del original. Como hemos ido desgranando, en Arkane han sido muy continuistas en todo, y la jugada les ha salido bien.

Dishonored 2 es, en definitiva, uno de los mejores juegos de 2016: una obra imprescindible si disfrutaste del primero (que, para quien no lo haya jugado, está bastante barato en su edición definitiva). Aun perdiendo parte del encanto de descubrir los acontecimientos originales, este es igualmente disfrutable si empiezas directamente aquí. Largo —gracias a la enorme variedad de planteamientos—, difícil en muchos tramos (y prácticamente en toda la partida si se decide jugar sin poderes) y con un acabado audiovisual de primer nivel, aquel sleeper de 2012 es hoy una saga consolidada en el mundo de los videojuegos por méritos propios. Totalmente recomendable.

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