De Bad Company 2 a Battlefield 4: la evolución que me hizo perder mi saga favorita
Todo empezó hacia 2010, año en el que jugué por primera vez a un Battlefield. Fui a mi tienda de confianza y vi en las estanterías el ya mítico Battlefield: Bad Company 2. Me gustaron tanto la portada como la descripción que decidí comprarlo junto a Modern Warfare 2. Ahí empezó todo.
En un principio me pasé la campaña y nada más (por aquel entonces no jugaba online). Me gustó, sobre todo la personalidad de los personajes, porque —siendo sinceros— en lo demás no se diferenciaba mucho de cualquier otra campaña de shooter: los malos quieren dominar el mundo y tú, como eres el bueno, lo vas a salvar. En ese momento pensé que era igual que el Call of Duty que compré junto a él. Qué equivocado estaba.
No fue hasta que decidí comprar mi primer mes de Xbox Live Gold cuando empecé a disfrutarlo de verdad. Como buen novato en el online (novedad para mí, ya que antes jugaba en PS2), me vapuleaban en Call of Duty. Entonces probé Battlefield. Al principio me pareció muy lento (y más después de jugar a Modern Warfare 2), pero poco a poco, probando diferentes clases y armas, le fui cogiendo el gusto. Al ser Battlefield más cooperativo que CoD, sentía que me estaba perdiendo parte de la experiencia, aunque eso no me impidió seguir jugando.

El tiempo pasó y un día vi el anuncio de Battlefield 3. Supe que tenía que comprarlo. No más de una semana después ya lo tenía. Primero me pasé la campaña (debo ser de los pocos que aún lo hacen) y, aunque me resultó bastante genérica, la decepción desapareció al entrar en el online. Esta vez jugaba con tres amigos, lo ideal para las patrullas de cuatro. Me enganché al juego: mapas enormes con vehículos, zonas perfectas para francotiradores, mapas pequeños con acción constante… Fue el título al que más horas he dedicado en mi vida.
Con el tiempo, por falta de jugadores y espacio en el disco duro, casi no jugaba a Battlefield 3. Un día, en casa de un amigo, vi que tenía Battlefield 4 y se lo pedí prestado. Pensé que sería como volver a Battlefield 3, pero no podía estar más equivocado. Tras instalarlo, jugué una partida como francotirador: un disparo y la estela blanca delataba mi posición. Probé otros modos y armas, pero confirmé mis sospechas: este Battlefield 4 estaba pensado para jugarse como un Call of Duty.
Atrás quedaban el magnífico sistema de francotirador de Bad Company 2 y la estrategia cooperativa de Battlefield 3. En su lugar, acción constante y carreras hacia el objetivo disparando sin parar. Tras un par de horas, no podía dejar de pensar: “EA, ¿dónde has escondido mi querido Battlefield?”.

Proyecto de ingeniero informático, apasionado de los videojuegos, estudiante, youtuber de vez en cuando, redactor de Orgullogamers.
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