La abadía del crimen

Portada artística del videojuego La abadía del crimen.

El remake de la abadía del crimen nos transporta al videojuego del año 88, inspirado por la novela de El nombre de la rosa.

Siendo aficionado al «perfume embriagador» que producen los píxeles añejos, es un crimen que este juego no haya estado presente en esta página. Pongámosle remedio inmediatamente. La abadía del crimen es uno de los mejores videojuegos que ha parido nuestra industria, junto con otros que conforman lo que, con todas las razones del mundo, se ha denominado «la edad de oro del videojuego español». Una era que transcurrió en aquellos maravillosos años de los ocho bits.

Dos apuntes antes de empezar:

  • Primero, recordad que todo lo que esté dentro de la categoría «Reblogger» pertenece a un blog invitado. En esta ocasión, comparto una entrada del blog La Aventura Gráfica, cuya visita recomiendo encarecidamente.
  • Segundo, al final de la entrada os acerco el juego para que podáis disfrutarlo.
Dos monjes recorriendo pasillos en La abadía del crimen.

Os dejo con el comentario de La Aventura Gráfica. Disfrútenlo, damas y caballeros.

«Ya al final de mi vida de pecador, mientras espero el momento de perderme en el abismo sin fondo de la divinidad desierta y silenciosa; en esta celda de mi querido monasterio de Melk, donde aún me retiene mi cuerpo pesado y enfermo, me dispongo a dejar constancia en este pergamino de los hechos asombrosos y terribles que me fue dado presenciar en mi juventud.
El Señor me concede la gracia de dar fiel testimonio de los acontecimientos que se produjeron en la abadía cuyo nombre incluso conviene ahora cubrir con un piadoso manto de silencio; hacia finales de 1327, cuando mi padre decidió que acompañara a fray Guillermo de Occam, sabio franciscano que estaba a punto de iniciar una misión en el desempeño de la cual tocaría muchas ciudades famosas y abadías antiquísimas. Así fue como me convertí al mismo tiempo en su amanuense y discípulo; y no tuve que arrepentirme, porque con él fui testigo de acontecimientos dignos de ser registrados, para memoria de los que vengan después.
Así, mientras con los días iba conociendo mejor a mi maestro, llegamos a las faldas del monte donde se levantaba la abadía. Y ya es hora de que, como nosotros entonces, a ella se acerque mi relato, y ojalá mi mano no tiemble cuando me dispongo a narrar lo que sucedió después…»

La abadía del crimen: algo más que un simple juego

No vamos a negarlo: la aventura basada en la novela de Umberto Eco no ha envejecido bien. A pesar de los dos remakes realizados, con mejoras en gráficos y sonido, le pesa el paso de los años. El ejemplo más claro es el movimiento: brusco y difícil, hará que muchas personas que quieran descubrir por qué se la considera uno de los máximos exponentes del videojuego en España la abandonen antes de finalizar el primer día.

Para ver su grandeza, tendremos que hacer el esfuerzo de olvidar todas las aventuras a las que hayamos jugado desde Maniac Mansion hacia delante y, por supuesto, olvidarnos de los juegos actuales. Vayamos a los años ochenta: no es que la industria del videojuego fuese una recién nacida; eran los ordenadores los que empezaban a dar sus primeros coletazos de vida.

Captura del videojuego La abadía del crimen en su versión original de los 80.

Los pocos juegos que veíamos eran bastante simples. La mayoría eran de plataformas, con perspectiva isométrica, en los cuales teníamos que avanzar de habitación en habitación —independientes entre sí, sin dar sensación de continuidad—, resolviendo algunos puzles (la mayoría consistía en mover objetos) y eliminando enemigos. Ejemplos de esto son Knight Lore, The Great Escape

En ese panorama aparecieron Paco Menéndez y Juan Delcán con La abadía del crimen, que rompió con las limitaciones que hasta entonces presentaban los juegos y se convirtió en el máximo referente del videojuego español de la época.

¿Cómo lo consiguió? Con un trabajo de programación y diseño complicadísimos, solo al alcance de las mentes más privilegiadas. No voy a aburriros con detalles de código —a mí mismo me costaría explicarlos—, pero daré algunas pinceladas.

Lo primero y más llamativo era la sensación de continuidad. Seguíamos yendo de pantalla en pantalla, pero parecían continuas. La impresión de recorrer una abadía, con sus distintos pisos, no se había visto hasta entonces. Esto fue posible gracias a que los creadores jugaron con las vistas: si en una sala veíamos a los personajes desde atrás, en la siguiente los veíamos de lado, observando en todo momento lo que veríamos de la sala anterior si estuviéramos allí de verdad. Este es el motivo del movimiento tan brusco: era necesario para mantener esa continuidad y, por eso, en los remakes se ha conservado.

Ecena en el patio nevado del videojuego La abadía del crimen.

Lo siguiente que chocaba eran los personajes. Cada uno tenía sus rutinas dentro de la abadía. No era como en los juegos anteriores, en los que al salir de la habitación los personajes o enemigos quedaban «congelados». Aquí, los viéramos o no, seguían su rutina, hacían sus tareas y podíamos encontrarlos en distintas estancias, reforzando la sensación de entorno vivo.

Por último, había que destacar el comportamiento del abad, su «inteligencia». Tampoco seguía un camino fijo, sino que realizaba sus tareas. Si cometíamos alguna falta —como faltar al rezo o salir por la noche— y nos veía, nos perseguía por las distintas salas, algo inédito hasta entonces. Y si la falta no era lo bastante grave como para expulsarnos, el abad, tras la reprimenda, podía recorrer de nuevo las salas y continuar con su rutina.

Cosas que hoy damos por normales y obligatorias en un videojuego eran entonces impensables, sobre todo por las limitaciones técnicas. Por eso, cuando lo juguemos hoy, conviene pensar en todo lo anterior para comprender su grandeza. Y es por todo esto —y por muchas cosas más que no comento para no alargarme— por lo que se nos ponen los ojos acuosos al recordar a Paco Menéndez. Porque, aunque dijo que no volvería a desarrollar videojuegos y que La abadía del crimen sería el último, quién sabe qué obra maestra podríamos estar viendo ahora.

Escena dentro de la abadía en el videojuego La abadía del crimen.

Un reto para los más valientes

Tras hablar de la tecnología del juego y de sus creadores, pasemos al videojuego en sí. Nos encontramos ante una adaptación «no oficial» del libro El nombre de la rosa. Controlamos a fray Guillermo de Occam, un fraile franciscano que, junto al joven novicio Adso de Melk, debe descubrir al autor de una serie de asesinatos que se están produciendo en la abadía. Para ello contamos con siete días (con sus respectivas noches).

Si por algo se caracteriza el juego de Paco Menéndez es por su tremenda dificultad, que deja a Mundodisco como un juego de niños. La complejidad se debe principalmente a tres aspectos. El primero: en ningún momento te dicen qué tienes que hacer, adónde ir o a quién investigar. Tras una increíble carta de presentación que nos mete de lleno en el ambiente que quiere transmitir La abadía del crimen, aparecemos en la entrada, donde nos recibe el abad y nos advierte de que debemos respetar las normas o seremos expulsados. Nos enseña nuestras habitaciones y, a partir de ahí, tendremos que apañárnoslas para avanzar: primero entender qué hay que hacer; después, aprender el mapa y dónde están los personajes.

Las primeras partidas recurriremos al clásico sistema de prueba y error tan común en los juegos más difíciles. Podéis estar seguros de que los días se os pasarán sin descubrir nada, oyendo que desaparecen personajes sin saber qué hacer. Las siguientes partidas serán para dibujar el mapa en una hoja, porque os pillará el abad y tendréis que volver a empezar; algo desesperante, ya que el juego original no tenía opción de guardar. Si en el día siete cometíais una falta grave, había que empezar desde el principio. Por eso, quienes dicen que es muy corto —que no dura más de dos horas— probablemente no lo hayan jugado a fondo, porque podéis estar días, semanas e incluso meses (lo dejaréis, pero os volverá a picar la curiosidad y regresaréis).

Investigación en la despensa de la abadía en el juego La abadía del crimen.

Otro aspecto que añade dificultad son las normas del abad. El día se divide en siete partes (prima, tercia, sexta, nona, vísperas, completas y noche) y en cada una es obligatorio realizar alguna acción, como rezar o ir al comedor; si no lo hacemos, supondrá una falta grave, lo que conllevará que el abad nos eche y el juego termine, obligándonos a comenzar de nuevo. Así, mientras recorremos salas para recopilar información, al oír las campanas tendremos un tiempo limitado para acudir donde corresponde; y con el lío de no saber dónde estamos, lo más probable es que no lleguemos a tiempo y haya que reiniciar. Además de las faltas graves, están las leves, que harán que baje nuestro Obsequium, una especie de barra de salud que, si se agota, provocará nuestra expulsión.

Y por último, la otra gran dificultad: el propio abad. Acabaremos viéndolo como al enemigo de Amnesia. Llegaremos a la conclusión de que solo tendremos tiempo de investigar por la noche, acto que supone una falta muy grave. El abad nunca duerme y, de noche, recorre la abadía vigilando que nadie ande despierto; tendremos que estudiar sus movimientos y su rutina (mediante prueba y error) para poder seguir. El problema es que a veces nos perderemos y no sabremos dónde está el abad, convirtiendo el juego en una especie de survival horror en el que en cualquier momento puede aparecer su figura. No podremos hacer nada para evitar que nos atrape… y vuelta al principio.

Por todo esto, como habréis comprobado, no es un juego apto para todos los públicos: es para quienes tienen paciencia y buscan un buen reto. Pero, como en todos los videojuegos difíciles, la satisfacción al completarlo es mayor que en casi cualquier otro.

Mapa isométrico del monasterio en La abadía del crimen.

Una obra imprescindible

Por todo lo anterior, La abadía del crimen es un videojuego que nadie debería perderse: una obra atemporal que gustará a todo el que ame este género. Es cierto que es muy difícil y que el control puede echar para atrás al principio, pero os aseguro que, si os quedáis con él, os dejará huella y os llevará a buscar curiosidades, datos e información de un juego que, hoy en día, sigue sorprendiendo a mucha gente.

Ejemplo de su grandeza —y de todo lo que significa— queda reflejado en la conferencia del GameFest, Detrás de los muros, donde los desarrolladores de los dos remakes cuentan la obra de ingeniería que hubo tras La abadía del crimen y las curiosidades que encontraron: zonas que no aparecían en el juego y que les hizo pensar que, en un principio, iba a ser más grande y complejo.

En la siguiente dirección podréis jugarlo sin necesidad de comprarlo ni buscarlo por internet, y sin problemas de compatibilidad con vuestro sistema operativo.

«Hasta aquí el fantástico repaso y recuerdo de este videojuego imperecedero por parte de los compañeros de La Aventura Gráfica. Si preferís tenerlo en el corazón de vuestros PC en lugar de jugarlo en línea, os dejo también el enlace para descargarlo.»

Actualización: Lamentablemente, el paso del tiempo se cebó con nuestros amigos de La Aventura Gráfica y el blog ya no existe. Sin embargo, el juego de Manuel Pazos siguió actualizándose, hasta convertirse en La Abadía del Crimen Extensum, que continúa siendo gratuito y que podéis disfrutar directamente desde Steam. Os dejamos con el enlace a continuación: Pulsa para entrar en la abadía del crimen.

Mario Landflyer — Orgullogamers. Penitenciagite.
Entrada original: «La abadía del crimen» en La Aventura Gráfica.

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