Mi viaje por Hyrule, Zelda Breath of the Wild

La Princesa Zelda y Link observan juntos el paisaje de Hyrule lleno de flores silenciosas, ilustrando un momento clave del Viaje en Zelda.

Un viaje emocional por Hyrule que te hace sentir Link de verdad: dos meses explorando un mundo abierto que cambia la industria para siempre.

Mucho se ha hablado del nuevo Zelda: Breath of the Wild. Sin embargo, en Orgullogamers hemos preferido dejar que pase el tiempo, intentando apartar a un lado su campaña de lanzamiento, su boom de ventas y disfrutar de la aventura como creemos que debe hacerse: jugando sin prisas, disfrutando de la historia. Ha pasado mucho tiempo desde su lanzamiento, lo sabemos, pero ha merecido la pena jugarlo de esta manera. Nunca es tarde si la dicha es buena. ¿Queréis que os cuente lo que me ha parecido? Pues vamos allá.

Primavera de 1993: tras horas y horas de exploración, infinidad de vidas utilizadas y varios continues, este que os escribe terminaba una aventura épica. Conseguir superar The Legend of Zelda: A Link to the Past marcó un antes y un después en mi relación con Nintendo. Llevaba años disfrutando de sus historias, sus desafíos, sus videojuegos, pero lo que consiguió transmitirme aquella aventura, la sensación de alegría al superar aquella historia fue tan grande que quedó marcada para siempre en aquel chaval que comenzaba a abandonar su niñez.

Lógicamente, cada vez que la compañía nipona nos ha ofrecido la posibilidad de regresar a Hyrule y ayudar a su protagonista a vencer al mal, no lo he dudado un segundo y allí he viajado: a través de los tiempos, aprendiendo a dominar los vientos, controlando las estaciones… Lo que haya hecho falta con tal de ayudar a la princesa Zelda a recuperar el control de la Trifuerza. Conociendo a multitud de amigos en el camino, superando innumerables trampas, adentrándome en las fortalezas más tenebrosas.

Cuando la humanidad ha necesitado la aparición de un héroe, la presencia de ese personaje legendario que las historias más remotas recuerdan, siempre hemos aparecido encarnando a Link, un pequeño rubiales que ha crecido con nosotros, aumentando su coraje, su fuerza, su energía, hasta terminar superando todos sus miedos. Hemos vivido en tercera persona aventuras que jamás hubiésemos soñado, hemos tenido la oportunidad de disfrutar en un mundo paralelo historias que jamás podremos olvidar.

Un plano amplio de los vastos campos de Hyrule muestra a Link a caballo, resumidiendo la inmensidad del Viaje en Zelda en Breath of the Wild.

¿Quién me iba a decir a mí que 25 años después iba a volver a Hyrule y regresar de la misma manera con la que volví siendo niño?

Lleno de alegría, ilusión y ganas de volver tantas veces como haga falta a poner mi granito de arena en derrotar a Ganon y devolver a esa tierra la luz y la alegría que se ocultan cada vez que aparece la oscuridad.

Dos meses y medio ha durado esta vez mi viaje. Dos meses y medio en los cuales he vivido una aventura increíble, repleta de sorpresas. Un viaje donde los guiños a aventuras pasadas han estado bien presentes, un videojuego que he exprimido todo lo que he podido, disfrutando el camino, maravillándome de los paisajes, su fauna, su flora… Recorriendo todo su mundo de este a oeste, de norte a sur… He pasado frío, calor, he escalado cumbres increíbles, he terminado agotado rozando los límites de mi energía. He huido de muertes atroces ante criaturas poderosas, me han aniquilado infinidad de veces, he ayudado a amigos, he derrotado a enemigos. En resumen, he vivido el cataclismo en primera persona. Esta vez la experiencia ha sido mucho más inmersiva. Esta última vez, mi regreso a Hyrule no ha sido para ayudar a Link; esta vez he sido Link.

«Abre los ojos». Hace casi un año que escuchamos esa frase por primera vez. La conferencia TreeHouse que organizó Nintendo en el pasado E3 2016 de Los Ángeles nos mostró las primeras imágenes in-game de un videojuego que marcará un antes y un después en la industria. Un punto de inflexión por todo lo que ha conseguido, agarrando un poquito de este, cogiendo un poquito de aquel y mejorando todo aquello que se podía mejorar. En un momento donde todos los debates iban dedicados a la potencia y a todo aquello que las máquinas son capaces de crear, Nintendo mostró al mundo que lleva tiempo en otra liga, centrando todo su esfuerzo en mejorar aquello que más divierte: la jugabilidad.

«Abre los ojos». Las primeras impresiones del nuevo Zelda, que pronto podríamos jugar, no pudieron ser mejores. Su arte, su apartado gráfico, su apartado técnico rozaban la excelencia. Los aspectos jugables que pudimos ver en las horas de gameplay que nos ofrecieron nos pusieron los dientes largos. Necesitábamos ese juego, ¡necesitábamos vivir esa aventura! Meses después, en la presentación de la nueva Nintendo Switch, nuestro estado de hype alcanzó límites que no sabíamos ni que existían. Comenzaba la verdadera cuenta atrás. No podíamos hacer otra cosa que esperar a que llegara el momento, esperar a tener el juego en nuestras manos y prepararnos para un viaje increíble que estábamos a punto de experimentar.

«Abre los ojos». La aventura comenzaba. Conocíamos el inicio, ya nos lo habían mostrado, pero no la sensación que nos rodeaba. Despertar de un letargo de todo un siglo no debe ser agradable, y así nos sentíamos. Una voz nos había hablado, nos invitaba a comenzar una aventura que cambiaría el destino del mundo, pero ¿quién era ella? ¿Dónde estábamos? ¿De qué diablos estaba hablando? Una vez más, Zelda se presentaba ante nosotros hablándonos tras un sueño, telepáticamente, llegando directamente a nuestro corazón. Nadie más que ella es capaz de eliminar toda desconfianza, todo miedo y hacer que comencemos la exploración, tal y como vivimos hace 25 años con A Link to the Past.

El jugador (Link) avanza oculto entre la hierba alta en el atardecer, destacando la belleza y la exploración del Viaje en Zelda en Breath of the Wild.

Así comienza The Legend of Zelda: Breath of the Wild

Una aventura que nos coloca a nosotros, los jugadores, como verdaderos protagonistas. Sin conocer de la historia más que aquello que la princesa Zelda nos ha contado, así que, una vez más, armados tan solo del valor y el coraje que nos caracterizan, salimos de la cueva para abrir los ojos a un mundo totalmente nuevo para nosotros. Dejamos atrás la oscuridad y damos la bienvenida a un mundo lleno de luz y color.

El inicio es simple y llanamente espectacular. Se presentaba ante nosotros un nuevo personaje dentro del universo Zelda que tanto nos apasiona: su mundo. Un mundo repleto de vida, donde su fauna y flora nos ayudarán a sobrevivir. Un mundo que iremos conociendo poco a poco, descubriendo sus llanuras, su vegetación, sus bosques… La aventura nos presenta un mundo enorme y nos lo deja bien claro: nos esperan horas y horas de exploración porque la extensión de lo que ven nuestros ojos es impresionante.

Imaginad despertar un día y encontraros dentro de un universo similar, sin conocer absolutamente nada de la historia, sin recuerdos, sin saber hacia dónde ir. La experiencia de un verdadero aventurero: explorando por alrededor para ir conociendo el camino, observando todo lo que te rodea, aprendiendo a conocer tus posibilidades, tus limitaciones, de la misma manera que cuando uno empieza a andar. Esa misma sensación es la que te ofrece Zelda: Breath of the Wild. Sin tutoriales, sin caminos marcados, dándote la libertad, entre comillas, de creer que tú diriges tu destino. Y es que, durante las primeras horas de juego, esa libertad es la característica principal de la historia: yendo de aquí para allá, aprendiendo a luchar, dando mamporrazos con una rama de árbol o recogiendo una espada olvidada. Todas estas acciones son las que marcarán el resto de la aventura. Aprendemos sin darnos cuenta las acciones que repetiremos una y otra vez a lo largo del viaje: escalando riscos, recogiendo objetos, luchando contra monstruos…

No os voy a contar la historia que nos presenta The Legend of Zelda: Breath of the Wild. Jamás os reventaría la experiencia, puesto que entiendo que es un videojuego que todo jugón debe jugar, experimentar. Lo que sí os contaré es que, una vez que empiezas, no lo puedes dejar.

Por un lado tienes la historia principal, una historia de un cataclismo, de una derrota inesperada, de cómo la maldad y la oscuridad regresaron para aniquilar la luz y la paz. Pero, por otro lado, tienes una aventura de búsqueda, de exploración, un viaje encontrando todo tipo de objetos y santuarios que te ayudan a mejorar tu resistencia, tu vitalidad y que termina por convertirse también en misión fundamental. Geniales los puzzles de los santuarios, sus desafíos, sus pruebas, la búsqueda de los mismos. Solo encontrar cada uno de ellos por su extenso mapeado era un premio, una medallita para la colección. Y si dentro de los mismos aparecía un desafío interesante, capaz de hacerte pensar, ¿para qué queremos más? De ahí que cada persona, cada jugador decida qué prefiere hacer en cada momento: si avanzar en la historia o participar en la búsqueda que te permita crecer, aumentar tu equipamiento… En resumen, mejorar y completar. Una libertad que se convierte en una de las características principales del videojuego.

Link se enfrenta a dos enemigos Bokoblin, uno saltando desde una cueva, mostrando la mecánica de combate en el Viaje en Zelda.

¿Quieres acercarte a los alrededores del castillo final a ver si eres capaz de plantar cara a los enemigos?

Pues te armas de valor y vas. Que termines con la cabeza reventada es más que posible, pero, bueno, el juego te da la oportunidad. ¿Quieres dejar de un lado la historia para perderte por los caminos, sus llanuras y vivir una vida nómada sin necesidad de salvar al resto de la humanidad? Pues te dedicas a ir de aquí para allá conociendo el mundo de Hyrule, recordando recuerdos que te inviten a afrontar tu destino.

Todo está tan bien creado, tan bien diseñado, tan cuidado… Estás tan maravillado de todo lo que observas a tu alrededor y de la cantidad de posibilidades que te ofrece el personaje que no te das cuenta de lo fabuloso que es el control: cada paso, cada salto, cada combate… El control es perfecto. Y no olvidemos la cámara, que nos permite continuar la historia sin perder ni un solo detalle, ni un solo punto ciego.

Yo, que venía de disfrutar como un chiquillo con The Last Guardian, no podía parar de imaginar lo que deberían estar pensando Fumito Ueda y el equipo genDesign con respecto al control del protagonista, su movimiento, su jugabilidad, sin olvidar todo ese mundo abierto y ambientación. ¡La virgen tuvieron que pensar! Y, ojo, me encanta la historia, todo lo que transmite, me encanta Trico y la relación que consigue alcanzar con el chaval, pero la verdad es la que es y, tras jugar este Zelda, The Last Guardian dejó mucho que desear.

Y ya que he comenzado con críticas a una compañía rival, comenzaré con todo aquello que no me ha gustado del videojuego.

Sin duda alguna, una de las cosas a mejorar en esta aventura es su forma de contar la historia. Todos flipamos con su trailer de presentación, con su emoción. Ese video de presentación mostraba una aventura épica, una historia que nos mantendría en tensión y, sinceramente, quitando momentos puntuales en el juego, esas cinemáticas dejan mucho que desear. Momentos y recuerdos planos que se olvidan a las horas de ir de aquí para allá recolectando objetos. He echado en falta momentos míticos dentro del videojuego, momentos que te hagan flipar de la tensión vivida, en resumen: emoción.

Otra de las cosas a mejorar debe ser la forma de incluir las misiones secundarias dentro de la misión principal. En una aventura tan increíble, todo debe tener una finalidad, ya sea ayudando a diferentes personajes o encontrando objetos sin igual. Todo aquello que nuestro personaje realice debe mejorar la experiencia final, invitándote a no dejar ni una, a ser completista e intentar alcanzar el fin con el máximo de porcentaje. Misiones como buscar setas, manzanas asadas y demás rompen la tensión de la aventura. Por supuesto que habrá personas a las que les guste este tipo de acciones secundarias, pero, a mi modo de ver, es tal la heroicidad del protagonista que estas misiones están de más.

Las bestias divinas.

Conforme avanzaba en la aventura, me preocupaba si tendría el nivel suficiente para afrontar la misión principal. Al armarme de valor y enfrentarme a las mismas, la sensación fue idéntica en cada una de ellas. ¿Ya está? Sinceramente, ¿no deberían haber aumentado su dificultad? Ya sea incluyendo más enemigos, aumentando el nivel del jefe final o elevando la dificultad del laberinto. La cuestión es que hay santuarios a lo largo del juego más complicados que recuperar esa arma principal, un arma eliminada de manos de uno de los elegidos por un demonio torpe e ineficaz. Me hubiera gustado ver cinemáticas de los momentos de derrota, porque, vamos, hay una en concreto que tardé menos de 20 minutos en superar, así que no entiendo cómo uno de los elegidos se la dejó arrebatar.

Las semillas Kolog.

¿Es necesario incluir en su personalidad ese carácter tan infantil? La búsqueda de estas semillas termina por hacerse tediosa y no aporta absolutamente nada más que alguna que otra casilla más en el inventario. Casilla que decidí no sumar puesto que no la necesitaba y me iba bien con el catálogo de armas y escudos que Link puede llevar. Prometo que lo intenté, pero a la décima o undécima semilla me dije a mí mismo: ¡anda ya!

Este tipo de mejoras, si algún día se realizan, a mi modo de ver cerrarían una aventura increíble, un videojuego que merece muchísimo la pena tanto para los amantes de la saga Zelda como para los que no. Un arte maravilloso, un apartado gráfico excelente, una jugabilidad genial. Su mundo, todo él, sus bosques, sus montañas, sus praderas… Lo que han creado es simple y llanamente precioso. Mi enhorabuena a todos aquellos que han hecho posible que podamos vivir esta aventura, un viaje por Hyrule que nos invita a creer que somos verdaderamente Link: subiendo y bajando de aquí para allá, superando desafíos, conociendo nuevas tierras, pasando frío, calor… Uno de esos videojuegos que demuestran que no hace falta tanta potencia para desarrollar un videojuego sobresaliente y que marcará un antes y un después en la industria, de la misma manera que lo hizo A Link to the Past y, años después, Ocarina of Time. Con este Zelda: Breath of the Wild han conseguido cerrar el círculo o, mejor dicho, el triángulo: el triángulo de Trifuerza.

Bienvenido, Zelda, a los videojuegos de mundo abierto.

Un videojuego que fue catalogado con un 10 sobre 10. A mi modo de ver, un JUEGAZO en mayúsculas. Una obra de arte que todo el mundo debe experimentar y que, a mi modo de ver, tiene algo increíble: siendo un juego tan sobresaliente, ¡aún se puede mejorar!

Empiezo a despedirme ya. Como siempre digo, espero que os haya entretenido la entrada. Si tenéis la oportunidad de poder disfrutarlo tanto en Switch como en Wii U, es una compra de las que nunca os arrepentiréis y, ya sabéis, para todo lo demás, masterc… digo @orgullogamer.

Chuni Jesús @chunitin

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