La necesidad de jugar con calma a los videojuegos

Jin Sakai oteando el horizonte desde una colina de hierba, simbolizando el arte de jugar con calma a los videojuegos.

Estrés, vida de adulto, hijos que te quitan el sueño… sea como sea, ya somos un público grande los que valoramos jugar con calma.

Recuerdo aquellos años en los que pensaba que los videojuegos con mundos más abiertos y más actividades eran, sin discusión, los mejores títulos a los que cualquier persona podía echar mano. Invertir cientos o miles de horas en un mismo juego hasta dejarlo limpio era una obsesión de la que el Marcos de veintipocos años no podía —ni quería— desprenderse. Sin embargo, esa percepción ha dado un giro de 180º con el paso de los años, valorando ahora mil veces más el hecho de poder jugar con calma a cualquier videojuego, independientemente de su género o formato.

Esto es algo de lo que empecé a darme cuenta cuando la vida me puso en la tesitura de tener que trabajar y estudiar a la vez. Mi tiempo se comprimió de tal manera que mi cerebro pedía rendirse al caer la noche, por lo que videojuegos cortitos y que precisasen poco “poder mental” eran los que me acompañaban durante las sesiones nocturnas. Esto se fue acrecentando hasta el punto de que el AAA galardonado de turno —como fuese una aventura de mundo abierto que necesitase de mis cinco sentidos a tope— no había tu tía de que pudiese disfrutarlo. Sí, si pensabas que me estaba refiriendo a Elden Ring, estabas en lo cierto, querido orgullosete.

jugar con calma

Explorar los mundos abiertos consiste en eso mismo: explorar

Claro está, mi postura con ese juego no es tan pesimista como la de mi compañero Ricardo; solo considero que me ha pillado en una mala época, en la que mi cabeza no admite este tipo de aventuras. No es el único juego con el que me he sentido abrumado y expulsado: The Legend of Zelda: Breath of the Wild es otro que puede llevarse ese mérito; me sentí como una ameba dentro de la inmensidad de su mundo. La sensación de desasosiego fue tal que acabé por abandonarlo tras 45 minutos de sesión (las tres veces que lo empecé, ojo al dato).

¿Esto significa que no puedo tocar los juegos de mundo abierto ni con un palo? Nada más lejos de la realidad. Lo que ha cambiado respecto a este género es mi forma de relacionarme con él, teniendo una nula gestión de mi tolerancia frente a retos que demandan más tiempo de adaptación que una aventura lineal o más centrada. Aunque esto es algo puramente personal, sí que existen algunos videojuegos de mundo abierto que tienen en cuenta a este tipo de jugadores.

Por ejemplo, sin ir más lejos, me encuentro ahora mismo jugando a Ghost of Tsushima. El título de Sucker Punch es una aventura de mundo abierto como manda la ley: mapa enorme, decenas de actividades desperdigadas por su inmenso escenario, combates por doquier, kilómetros de viajes… pero he conseguido sentir en él algo que no percibí en las obras anteriormente mencionadas: un sentimiento de calma a los mandos.

jugar con calma

Nos centramos en lo gordo y omitimos lo que es importante en un mundo abierto

Mis primeras sesiones con Ghost of Tsushima fueron terribles. Me sentí abrumado. No sabía a dónde ir, los tutoriales me salpicaban con frecuencia y me emborrachaban… terrible. No obstante, mientras galopaba el grácil corcel de Jin Sakai, me di cuenta de una cosa: si el juego me ofrece un mundo donde perderme, ¿por qué debo tener prisa? Así que decidí frenar el caballo y bajarme. Acto seguido, pulsé Start, abrí el mapa para seleccionar mi próximo objetivo —el más alejado que encontré—, cerré el menú y me dispuse a caminar.

Sí, caminé durante unos 20 minutos, pero ¡qué 20 minutos más disfrutables, madre mía! Durante mi camino me fijé en detallitos: unos pájaros que indicaban zonas de interés, batallas campales entre mongoles y bandidos en la lejanía, un ocaso entre las montañas, un bosque de bambús, una señora rescatada de unos bandidos, un baño en aguas termales… Todavía no había llegado a mi destino, pero en esos 20 minutos me sentí tan realizado que parecía haber jugado dos horas.

A partir de esa experiencia, basé todas mis sesiones en caminar. Empecé a disfrutar del simple movimiento del viento entre la hierba, me estremecía al ver columnas de humo brotando de ciudades saqueadas por el ejército mongol, me enternecía viendo la belleza de las estrellas en noches despejadas… Ghost of Tsushima no me está gustando por sus batallas épicas, sus misiones curradas o su variedad de actividades secundarias —todo eso me da igual—, sino por estos viajes personales. Está consiguiendo encandilarme, y creo que me va a reconciliar con los mundos abiertos.

Aprender a disfrutar de los pequeños detalles de los escenarios está siendo vital para mí. El ansia de satisfacer mi curiosidad es tal, que estoy descubriendo dónde han ido realmente los esfuerzos de los desarrolladores a la hora de crear un mundo vivo en el que me siento a gusto.

jugar con calma

Nunca es tarde para aprender y reflexionar para jugar con calma a los videojuegos

No sé si será una sensación pasajera y tarde o temprano la magia se disipará, pero mientras dure, no me negaré a disfrutar de estas pequeñas sensaciones. Posiblemente sea mi cura y, en un futuro no muy lejano, intente aventurarme de nuevo en Elden Ring y Breath of the Wild. Puede que sus mundos abiertos también tengan esa belleza escondida que solo un caminante despreocupado puede descubrir.

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