Ejemplo de buenas adaptaciones a la gran pantalla: Dune (2021)

crítica de Dune (2021)

Pocas veces he salido tan complacido del cine como tras ver Dune. Con esta crítica de Dune (2021) os contaré por qué es tan sublime.

Frank Herbert sembró las semillas de la ciencia ficción espacial con Dune. Su novela, publicada en 1965, fue la conclusión de una investigación de muchos años como reportero durante la Segunda Guerra Mundial, donde exploró el sufrimiento y las posibilidades de supervivencia de la humanidad ante escenarios implacables. Tras una curiosa y controvertida adaptación del gran David Lynch, de la cual reniega profundamente aunque sea considerada una cinta de culto, nos llega la visión de Denis Villeneuve. De ella os voy a hablar hoy con mi crítica de Dune (2021). Preparad las palomitas, orgullosos y orgullosas.

Dune: Una saga mística y humanista que inspiró a George Lucas

Como dije, la idea de Dune empezó a germinar en la cabeza de Herbert tras sus años como reportero de guerra. Sin embargo, no fue hasta 1959 donde la idea cogió la forma final tras hacer un reportaje sobre las dunas de Oregón. La materia que recogió para su artículo fue tan densa que no llegó nunca a publicarlo, pero le sirvió como materia prima para empezar a escribir el libro.

La cosa, poco a poco, fue cogiendo cada vez más sustancia, hasta que se le fue de las manos. Así, lo que iba ser una breve novela sobre una batalla en un mundo repleto de dunas, acabó volviéndose una novela que tocaría muchos temas. Incluso fue partida en 4 libros. Más tarde, tendría 5 secuelas escritas por el mismo Herbert.

Catalogada como la primera novela de ciencia ficción de tintes ecologistas, su misticismo e interés por fuerzas que escapaban a la compresión humana fascinó a George Lucas. De Dune cogería muchas influencias, como la idea de la Fuerza o la biodiversidad tan característica de cada planeta que pudimos ver en trilogía inicial de Star Wars.

Porque la obra de Herbert no versa en gusanos gigantes y cómo sobrevivir en un planeta arenoso. Eso es solo una de sus múltiples capas. Unas capas que van debajo de algo más importante, como es el discurso antibélico, la crítica a la avaricia o la esclavitud del ser humano a la tecnología y la política.

crítica de Dune (2021)

Dune transmutando a más formatos

Sobra decir que el libro fue un absoluto éxito. Tal es así que no tardó, con el tiempo, en recibir diferentes adaptaciones. En el campo de los videojuegos fuimos agasajados con aventuras gráficas y un interesante RTS del que tengo apuntado hablaros algún día. Sin embargo, donde fue más prolífica, sin lugar a dudas, fue en el cine y la televisión.

David Lynch, artífice de series tan emblemáticas como Twin Peaks, fue el encargado de moldear la imaginación de Dune en nuestro cerebro ochentero. Huelga decir que no salió muy bien parada, siendo un fracaso en crítica y hasta repudiada desde el inicio por el mismo Lynch. No obstante, la película está rodada de tal forma que es imposible negarle su originalidad y algunas interpretaciones, como la de Kyle MacLachlan, fueron sublimes. El tiempo no fue implacable con ella, y al día de hoy está considerada como una de las mejores cintas de ciencia ficción, con una gran fanbase detrás.

Menos conocida, aunque más solida, fue la adaptación de John Garrison para Scy Fy. Una mini serie compuesta de 3 capítulos que se esforzaba en ser mejor adaptación del libro de Herbert. Su éxito fue bastante abrumador, tal que consiguió la aprobación de adaptar la secuela -hijos de Dune- cosechando también un éxito similar. De hecho, la obra de Scy Fy fue una barrera que Denis Villeneuve tenía que superar si quería llevarse consigo el beneplácito de los fans.

crítica de Dune (2021)

El sueño de Herbert compartido por Villeneuve: Dune en 2021

Aunque Herbert pudo vivir lo suficiente para ver su obra proyectada en los cines de todo el mundo en 1985, estoy seguro de que habría disfrutado más de poder hacerlo ahora. El escritor nos dejó hace ya 35 años, una cantidad que ha servido para que su obra madurase y sopesarla mejor para un segundo intento de llevarla a la gran pantalla.

Denis Villeneuve es conocido por ser muy sensible e imaginativo con aquellas obra que devora. Lo dejó patente con Blade Runner 2049. La secuela de «¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?» que, como bien sabéis, fue obra padre en cimentar el género cyberpunk, dejó atónitos a todos los espectadores. Algunos quedaron descontentos por no seguir las corrientes de la película original pero, sin duda alguna, estamos ante una película que ha sabido entender mucho mejor el mensaje terrorífico del libro.

A mayores, hay que destacar que Denis pecaba de ser muy críptico en sus obras. Es un autor al que le fascina dejar mensajes abiertos, dobles sentidos o enigmas en la fotografía de sus películas, para que el espectador los procese y encuentre la solución por él mismo. Algo que no suele funcionar, como bien se pudo apreciar en Enemy. La película protagonizada por Jake Gyllenhaal es todo un rompecabezas, muy disfrutable si lo solventamos conforme se desarrolla la película, pero un auténtico infierno para el espectador que busca desconectar.

Con el tiempo, ha sabido pulir su forma de narrar cine, y con Dune (2021) tenemos su punto álgido. El equilibrio casi perfecto entre narración exponencial y subversiva, que no deja al neófito sin comprender su world building, pero sin descuidar al lector de Herbert, con pequeños mensajes que no desvirtúan si se pasan de largo pero que suponen un enriquecimiento caudal contundente en caso de recibirlos (por ejemplo, los planos reiterados a las figuras del toro, cuya importancia alude a que fue la bestia que acabó con la vida del padre de Leto).

crítica de Dune (2021)

Fotografía: la conexión de Villeneuve con el espectador

Villeneuve entiende el cine como un motor donde el lenguaje visual es el predominante para conectar con el espectador. No es explícito en guion ni en diálogos; busca que la fotografía y la música sean los principales interlocutores. Dune es un claro ejemplo de ello, valiéndose de la fotografía de Greig Fraser otra vez. La misma la utiliza como un músculo imperativo que nos envía las sensaciones tan contradictorias del universo de Dune. Sentimos el calor asfixiante de Arrakis, la humedad incesante de Caladan, incluso el vacío insondable del espacio infinito.

El diseño del vestuario y de los vehículos es el cemento perfecto para cimentar mensajes. Todo es característico a cada casa, entendiendo la estructura militarizada de los Atreides por su vestimenta, así como un pueblo preocupado por el clima implacable de Arrakis, gracias a cómo está enfocada la ingeniería de sus naves de transporte, con alas y rotores que pueden expulsar la arena y evitar la corrosión. Por otro lado, entendemos cómo impera la filosofía del más fuerte en los Harkonnen por el predominio de los colores oscuros y sus trajes robustos, que fortalecen esa búsqueda de la intimidación.

Así mismo, los Fremen se han adaptado al desierto con trajes que se adhieren al cuerpo como una segunda piel, sin olvidarse de emular a las tribus árabes del Sáhara con sus velos y túnicas que protegen del calor, a la par que de las arenas.

La entrega de 2021 busca un enfoque visual más oscuro y solmene, alejándose de la exageración rimbombante de la cinta de Lynch. Claro está, la música también juega un papel importante en todo esto.

Un Hans Zimmer relajado, pero no por ello perezoso

La solemnidad acompaña también al aspecto auditivo de la película. Hans Zimmer, uno de los compositores más afamados de los últimos tiempos en el cine, nos trae aquí un trabajo curioso y muy efectista. El compositor, conocido por dar vida a la score de Interstellar (firmada como su mejor trabajo hasta la fecha) o por su trabajo en algunos videojuegos como Call Of Duty: Modern Warfare 2, da sonido a los eventos de Dune como situaciones íntimas, perturbadoras, colosales e inquietas para el oyente.

Como es menester del compositor, el predominio de los órganos es una realidad. También se apoya en los coros y los instrumentos de cuerda para enfatizar las visiones de Paul, motivar las rencillas a cuchillo, o para resaltar la magnificencia de los gusanos de Arrakis. Impactantes los temas a gaita escocesa, como seña de identidad para la casa de los Atreides, así como también los más pesados, de sintetizador experimental, para los Harkonnen.

No obstante, creo que le falta un pequeño empujón de épica para que estuviese al nivel de sus trabajos más notorios. Dicha épica también se echa en falta para las partes bélicas de la cinta. Aun con todo, reitero que la banda sonora es de los elementos más impresionantes de todo el conjunto.

Reparto estelar para una epopeya espacial

Con un Timothée Chalamet como Paul Atreides, la joven promesa desvela aquí una interpretación magistral, recogiendo la esencia del Paul de Herber, más emocional y menos estricto, pero igual de misterioso y curioso. No hemos podido ver mucho de Zendaya como Chani, pues es un personaje que tendrá más recorrido en las siguientes partes de la obra. Eso sí, no pongo en duda que su labor será muy superior a la Chani de Lynch. La interpretación de Sean Young fue de las más cuestionables de la versión de 1985.

Anecdóticas también las participación de Dave Bautista como Glossu Rabban, aunque es un papel que le va que ni pintado y que esperemos que salga a relucir en las siguientes películas. Jason Momoa, sin embargo, chupó más cámara, teniendo aquí un Duncan Idaho mucho más badass que el del libro o la visión de Lynch, llevándose el protagonismo con unas peleas sensacionales. Lo mismo podría decir de Oscar Isaacs y su papel de Leto Atreides, sorprendiéndome por su faceta tan sólida como líder y mentor pese a ser un actor relativamente joven.

Menciones especiales para Stellan Skarsgard, transformándose en el terrorífico Duque Vladimir Harkonnen y haciendo, sin duda alguna, uno de los papeles más increíbles de su carrera. Costaba reconocer al actor bajo esa apariencia tan corrupta y dominante. Y también para Rebecca Ferguson como Jessica Atreides, alejándose de la concubina inútil y florero de los ochenta. Aquí vemos a una Jessica más decidida, polifacética, capaz de luchar a la par que aconsejar a su hijo. Todo eso siendo muy expresiva para no ser la estatua emocional que es la chica del libro.

Por último, no pasaré de mencionar a nuestro patrio Javier Bardem. El canario nos sorprende con un Stilgar muchísimo mejor caracterizado, de cara al libro, que el de Lynch. Desprende sabiduría y costumbrismo a partes iguales. Sin embargo, le sucede como al papel de Zendaya, y tendremos que esperar para ver cómo de bien bordará su actuación en el futuro.

Ilusión, esperanza y satisfacción. Dune (2021) es de las mejores películas que he podido soñar como fan

Soy muy fan de David Lynch y sus trabajos tan atípicos. Hasta la fecha, su visión de Dune me encantaba, lejos de parecerme una adaptación perfecta o una película imprescindible. No obstante, tras ver la de Denis Villeneuve, tengo que decir que la pobre se va para el cajón de los recuerdos.

Dune (2021) es una genial adaptación. Es súper respetuosa con el material original, desbordante a nivel audiovisual, con un guion mimado y preocupada por contentar al lector al mismo nivel que al cinéfilo ignorante en la materia de Herbert. Pocos o ningún fallo argumental le puedo sonsacar, con ideas que gustarán más o menos a según qué público (el uso de los escudos, la coreografía de las batallas, la omisión de ciertos elementos originales que introdujo David Lynch…) y con un ritmo no apto para impacientes.

Si buscas una cinta imaginativa, de las que gustan tomarse su tiempo para desarrollar eventos y diálogos, Dune es claramente para ti. Pero también ten en cuenta que es la primera parte de una trilogía. Quedan infinidad de cabos sueltos, terminología por aclarar y personajes que madurar.

Tampoco esperes aquí chascarrillos, humor facilón o conexiones metanarrativas para conectar con el público. Dune se toma muy en serio a sí misma, casi al nivel de rozar la pretensión del cine de Christopher Nolan. Obviamente, Villeneuve es más risueño, y lo dejará caer en algún que otro momento para que no parezca una chapa universitaria.

«La grandeza es una experiencia transitoria; nunca es consistente. Depende en parte de la imaginación humana creadora de mitos.» -Princesa de Irulan.

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