Game Science teje suficientes hilos para lograr que la robustez y la sensibilidad de una apasionante historia compartan un triunfal primer plano en uno de los candidatos al GOTY 2024.
Así como se llegó a consolidar la literatura de viajes como un género literario en sí mismo, creo que se debería hacer lo mismo con algunos videojuegos. En vez de centrarnos en tratar de definir —o encasillar— a tal o cual título solo por el estilo de sus mecánicas, quizá habría que mirar un poco más allá y empezar a “organizarlos” a partir de la coherencia de sus temáticas o de sus diferentes narrativas, pudiendo llegar a tener así una especie de categoría de “videojuegos de viajes”. Esto viene al caso porque, por lo que tengo entendido, no pocos han sido los que se han enfrascado en la discusión de esclarecer si Black Myth Wukong es más un juego soulslike, un boss-rush o un hack’n slash; sin embargo, creo que todo esto es algo que al final se queda un poco en tierra de nadie. Porque incluso teniendo un poco de cada uno de los estilos citados, el nuevo Black Myth Wukong es mucho más que la suma de sus partes.
De hecho, antes que querer colgarse la medalla de uno u otro género o estilo, aquello que verdaderamente le preocupa al debut de Game Science es hacer llegar el mensaje de su historia, el viaje del Predestinado, el cual se llega a conformar como una suerte de “secuela” de aquella antigua novela de Wu Cheng’en, Viaje al Oeste. Antes que videojuego, Black Myth Wukong se presenta como viaje, ya digo, el cual, además, creo que sabe recurrir maravillosamente bien a las mecánicas adecuadas para su plasmación. Y aunque las piezas puedan tardar en encajar, aquí hay mensaje, hay buen drama y se presentan suficientes temas sugerentes para que el usuario avispado pueda bucear más allá de las meras imágenes.
A lomos de una nube
Decía que Black Myth Wukong nos cuenta la historia de aquel al que llaman Predestinado, un mono guerrero que abandona su tribu para conocerse a sí mismo, digamos, y para tratar de recolectar lo que en su tiempo han pasado a ser las reliquias míticas de Sun Wukong, el protagonista de la historia original Viaje al Oeste y ahora convertido en leyenda por sus hazañas. Las cosas como son: todo apunta a que el Predestinado se va porque quiere, pero también un poco porque parece que le animan a irse. La primera toma de contacto es de lo más estimulante: el tono de la introducción que el juego nos ofrece del asunto es brutal y, desde bien pronto, vemos que una suerte de flujo dhármico parece empujar nuestra acciones. Y es a la hora de tratar, entrelazar y exponer este tema —todo el rollo de la predestinación, me refiero— donde actúa la magia. El título no es que solo nos cuente acerca del viaje, sino que nos lo hace vivir en carne propia.
Es fácil verlo, sobre todo cuando se nos presenta la mecánica principal del juego, la esquiva. Digamos que, como juego, Wukong está muy cerca de Sekiro en su planteamiento de la esquiva: así como en el juego de Miyazaki la clave está en saber dominar la parada perfecta (aceptando la muerte en muchos casos, como señalaban los kanjis de los contraataques), aquí hay que saber esquivar en el momento preciso. La esquiva encaja de manera cojonuda, ya digo, en todo el entramado que se nos desvela, en cómo a nivel temático y simbólico el flujo del dharma parece estar a nuestro favor y mover nuestros pies. Sobre el papel, la realidad es que esto nos fuerza a jugar bien bajo el tempo de la obra; e intuyo que no me equivoco al pensar que esta gran apuesta por la esquiva perfecta quizá podrá echar atrás a más de uno, incluso siendo Wukong, en comparación a otros, un juego bastante más accesible al gran público. Ahora bien, si ponemos de nuestra parte —y hacemos el esfuerzo— cuando los engranajes encajan y entramos en ese modo zen en el que somos capaces de esquivar como si viésemos las cosas a cámara lenta, Black Myth Wukong se despliega como poetic cinema (o poetic gaming, ya que estamos).
El clamor de las ranas
Así, el viaje de Black Myth Wukong va abriéndose ante nosotros como si cada uno de los seis capítulos que lo componen fuesen los pétalos de una flor. Es muy disfrutable la gracilidad con la que el juego invita a la exploración, porque ahí también se aprecia un cierto encanto especial. Cabe destacar que aquí la exploración resulta en una actividad que nos puede recompensar mucho más que en títulos como Elden Ring u otros, más que nada porque todo aquello susceptible a ser encontrado (aumentos de vida o vigor y materiales útiles de crafteo que sí tienen un peso real en la experiencia de juego) siempre resulta beneficioso para nuestro progreso y esto, a decir verdad, mola mucho. Incluso ahora, escribiendo estas líneas, me encuentro pensando en lo bien que encajan todos y cada uno de los mapas. A pesar de que puedan parecer escenarios vacíos de sustancia, en realidad están llenos tanto de vida como de enemigos. Con esto también me refiero a que los niveles se sienten fantásticos en el sentido más literal del término. Cada uno de ellos parece sacado de un cuento oriental y en sus distintos rincones se puede respirar ese aire mitológico que embriaga cada esquina, cada edificio, cada riachuelo, cada montaña, cada árbol y cada arbusto. En esta misma línea, aparte de diversidad y riqueza en escenarios, también contamos con diversidad de armas, armaduras, objetos y habilidades. Y el conjunto de objetos es tan variado y singular que hace de cada build una nueva forma de pensar y jugar bajo los términos de la mecánica de esquiva, el núcleo de toda la experiencia; es fascinante, en fin, el cómo todo en el juego se retroalimenta, se comunica y se trenza para crear, de esta forma, un nuevo viaje al Oeste tan único, tan coherente en sus términos.
Desafortunadamente no todo es bueno. La movida es que, pese a que cada uno de esos seis capítulos viene definido por sus mejores momentos, los altibajos son evidentes, aquí y allá. No son muchos, pero están presentes. Por ejemplo: después de un arranque apoteósico, la estructura de la ecuación a veces parece demasiado irregular, porque hay tramos en los que los bosses están presentados como si de un boss-rush se tratase y, en cambio, hay otros estratos en los que el tiempo, entre uno y otro, a veces se diluye demasiado. Por otra parte, no son pocas las críticas que le han caído al juego por el tema de los muros invisibles —una limitación que me parece entendible en detrimento de los gráficos y el arte que se exhiben—. No obstante, éstos no molestan tanto a la hora de explorar como sí a la hora de combatir a ciertos jefes, puesto que entorpecen el libre movimiento por algunas zona de duelo. Más veces de las que estoy dispuesto a admitir me vi maldiciendo a los developers por hacer que los patrones de ciertos jefes salieran de la zona de acceso disponible, impidiendo así que los pudiera atacar adecuadamente. De hecho, aprovechando esta mención, algunas de las hitboxes de los jefes están tan mal planteadas que según qué habilidades parecen no adecuarse a la hora de impactar en ellas de manera satisfactoria. Esto incide en que no siempre la build que queramos será la mejor opción y, en base a ello, resulta molesto que por estos fallos uno no pueda jugar como gustaría, maximizando tal o cual árbol de talentos. Estamos ante una obra que tiene la premisa, tiene la estética y los personajes, tiene la ilusión y el sistema; pero creo que de igual modo reluce demasiado eso de que no le habrían venido nada mal tres o cuatro capas más de pintura en según qué aspectos.
Un duelo de destinos
Sin embargo, más allá de esos tropiezos, Black Myth Wukong sabe arreglárselas y sabe hacerse querer con la confianza necesaria para que uno se pueda quedar con lo bueno, que, insisto, no es poco. Ese gran viaje que nos brinda su contenido alberga los aciertos necesarios —en todos los ámbitos posibles, me atrevería a decir— para que el buen hacer no quede opacado por los errores; esto no es un título marcado por las asperezas, pese a sí tenerlas. De hecho, no sé si está en manos de este título inspirar con su arrebatador apartado gráfico a toda una generación, pero aquí las piezas conectan de tal manera que resultan en un videojuego tan ingenioso y desafiante que no pierde oportunidades en demostrar que lo mueve una ambición en ocasiones bastante desmesurada que, sorprendentemente, no le pasa factura tanto como podría. Para que veáis: he jugado a este título en un ordenador con una 1070 ti antigua y, pese a tener que bajarle a los gráficos, en según qué apartados, el juego me iba a 60 frames como un toro; con bajadas puntuales, sí, pero estamos hablando de un título puntero corriendo en una 1070 de las viejas. La optimización está bastante lograda, incluso viendo lo que han hecho.
Así, no es menos cierto que por la variedad de habilidades y objetos, me da la sensación de que Black Myth Wukong, y puede que inmerecidamente, se recordará más como hack’n slash que como soulslike. Pero, aun así, hay motivos de sobra para que se llegue a jugar y a rejugar mucho más como una suerte de hermano bastardo de Sekiro que como un Devil May Cry o incluso un Bayonetta. Si hay algo que aquí reluce como lo que más es la jugabilidad, por supuesto, pero lo cierto es que, al final del día, importan mucho más otras cosas que no tanto el hecho de enlazar bien los combos; importa más el viaje de nuestro personaje y la relación con Zhu Bajie, nuestro fiel acompañante; importa más, en definitiva, aquello que tienen que decir los enemigos a los que nos enfrentamos y, junto a ello, el desarrollo que los ha llevado a caer en la maldad; importa mucho más, en definitiva, el por qué esquivamos, y no tanto la esquiva en sí misma.
Conclusión
Así pues, solo me queda decir que, en fin, es cierto que quizá sea un pelín menos redondo que otros de sus semejantes, pero ante todo se trata de un juego igualmente memorable. El viaje de Black Myth Wukong nos recuerda, con una muy fascinante personalidad, que nunca hay que mirar el dedo cuando el Sabio nos señala la Luna. Y si lo próximo de Game Science quiere probar suerte en, yo qué sé, otros géneros o estilos, tendrá que ser en lo suyo tan bueno como este. Esto lo recalco porque, al final, incluso con sus altibajos, Black Myth Wukong no solo se define por sus mejores momentos, reitero, sino que también deja en claro que, para la posteridad, quiere ser recordado como todo a lo que pueda aspirar un juego de jugador contra boss, incluso albergando un alma de hack’n slash. Así que, dicho todo esto, en esta casa le otorgamos cuatro de las cinco birras orgullosas.
Escritor aficionado y, creo yo, artista frustrado. Videojuerguista desde que tengo uso de razón, entusiasta de la narrativa y amante del rol. Graduado en Filosofía (UIB). Radiante de día; alomántico de noche.