¿Vale la pena Enotria: The Last Song? Acompañadme en este viaje por la Toscana italiana, poneos vuestra máscara y a bailar hasta el fin de los días.
¿Creéis qué vale la pena Enotria: The Last Song en un mercado con un género tan saturado? Vaya pregunta me hacéis. Que sí, orgullesete, estoy aquí para contaros eso mismo, más teniendo en cuenta que el género cada vez está más colapsado de juegos indie, AA y AAA que buscan llevarse esa porción de la tarta que preparó Miyazaki con Fromsoftware. Por supuesto, cuando asoma la abundancia, esta está repleta de mediocridad, con muchos títulos que buscan hacerse un nombre aprovechándose del actor que ya tiene el éxito construido. Aun así, uno no puede despistarse, porque entre el lodazal de juegos olvidables siempre aparece uno que sabe brillar con luz propia y ofrecer algo para que se te quede impregnado en la memoria. Es algo que ya vivimos cuando analizamos Lies of P y creo que lo volveremos a experimentar con el juego que os traemos hoy.
Una comedia, un teatro, un baile de máscaras… mortal
Algo por lo que vale la pena Enotria: The Last Song es por su setting. Sabemos que Enotria se le llamaba a la zona sur de Italia y se dice que es ahí donde empezaron los enotrios, los primeros indoeuropeos, a construir una civilización. No obstante, el juego se apropia de esto pero para acercarse más hacia el renacimiento italiano, enrolado con los vinos toscanos, el teatro y el dilema del «Yo» de Freud metamorfoseado en el rol y las máscaras. Como si de una obra de teatro se tratase, cada personaje está encerrado en su interpretación, o rol, al cual rinden su razón de ser a la máscara que visten. El juego trata de como cada ente que nos encontramos, sea un masilla o un jefazo, busca liberarse de esa opresión y darle un sentido a su Yo interior… o todo lo contrario, aferrarse a su máscara y a su rol como la totalidad de su identidad.
Enotria nos llevará por distintos parajes, desde campos repletos de uvas y trabajadores que buscan romper el ciclo en el que se encuentran, a grandes urbes en perpetuo jolgorio, embriaguez y locura desenfrenada. Nuestro personaje es otro engranaje más que busca su propósito, sintiéndose como un lienzo en blanco al que dar una identidad mediante las máscaras que nos vamos fabricando, o arrancando de nuestras víctimas.
Por ende, el videojuego hace muy bien los deberes de empaparse de la cultura renacentista y la vida italiana de la época. Su vocabulario, por ejemplo, impregna la mayoría de habilidades, localizaciones o elementos del videojuego, haciendo referencia a temáticas como la opera, el teatro o la ciencia.
Aún siendo un sueño febril y ebrio, vale la pena lo que nos cuenta Enotria
Como suele ser menester en el género, la historia de Enotria: The Last Song no es algo que se nos narrará mediante gloriosas cinemáticas o conversaciones interminables entre sus personajes. Aunque se cimenta en la típica narración por sustracción de Miyazaki, no lo hace de una manera categórica e inflexible, sino que decide apoyarse de un sistema más mainstream, y porque no decirlo, menos satisfactorio para un servidor: las notas. Sí, orgullosetes, si queremos empaparnos del World Building que nos construye, tendremos que ir recuperando notas, en forma de orbes azules, de los escenarios, los cuales nos darán una pequeña porción de texto contando el qué, cómo, cuándo y por qué de personajes, escenarios, momentos y elementos del videojuego.
Por supuesto, hay espacio para contarnos cositas en las descripciones de los objetos y armas, también contamos con un bardo, situado en las mal llamadas «hogueras darksulianas» de este juego, que nos narrará las tragedias de cada jefe y zona nuclear donde se esté desarrollando la acción. Tampoco faltan a la cita algunos NPC enigmáticos que también nos contarán cositas, con sus personalidades, motivaciones y desarrollo que se irá completando conforme avancemos en los parajes idílicos de Enotria: The Last Song.
Sumando todo, tengo que decir que no me he quedado con apenas dudas ni me he sentido confuso, no al menos llegando a un nivel tan brutal como pasa en las obras de Miyazaki. El acervo está bien pensado, tiene su lógica dentro de su particular universo y creo que lo vamos aprendiendo a un ritmo correcto, si sentirnos abrumados o que nos falta algo para dar respuesta a las cuatro W.
¿Salvar el mundo? No, eso no es por lo que vale la pena Enotria y el papel que desempeñamos en él
En las obras de Miyazaki, se nos ensalza como un posible salvador de un mundo en decadencia, pero se nos deja elegir si, en efecto, salvarlo de los males que lo enferman o escoger la vía contraria: condenarlo del todo para que pueda renacer limpio, puro y adecuado a otra ideología de la que se nos intenta imponer. Enotria, como ya dije, es una obra de teatro cuya función nunca termina, guiado por distintos actores, deberemos ponerle fin… o reforzar su ciclo.
Por ende, tomamos las armas y decidimos hacerlo por las malas: cortando las cuerdas que manejan a cada actor y liberándolos del control de sus máscaras. Nuestro aventurero podrá echar mano a montantes, sables, espadones, ultra espadones, alabardas y martillos para llevar a cabo tal proeza. Como buen idealista del género soulislike, usaremos los botones frontales del mando para atacar, tendremos una suerte de «estus» para recuperar salud y otros objetos acumulables para hacernos la vida más fácil, tanto arrojadizos como para sanearnos de cualquier estado perjudicial que nos afecte.
Pero las novedades que hacen que Enotria: The Last Song valga la pena vienen en forma de ataques especiales, muy poderosos, que podremos soltar cuando sus respectivas barras estén llenas. Para que esto suceda, deberemos matar a muchos enemigos, y ojo, orgullosete, que se vacían del todo una vez morimos o descansamos en las cuerdas de allegro. Esto tiene su sentido, ya que son tan poderosas, que se busca que su uso sea casi anecdótico y para situaciones donde nos veamos superados de otra forma.
Otra novedad son las máscaras en sí, las cuales actúan de slots de roles, permitiéndonos llevar hasta un máximo de 3 y pudiéndose cambiar en tiempo real entre ellas. Cada una nos da unas particularidades específicas, nos permite portar dos armas, 4 habilidades y hasta 8 habilidades pasivas, además de su propio cinto de objetos de uso rápido. Dicho de otra forma, es como si en Dark Souls pudiésemos cambiar de build pulsando solo un botón. Esto añade de un dinamismo y profundidad bestial a los combates, haciendo de nuestro personaje un todoterreno eficaz para cualquier situación.
El parry: arma de destrucción masiva
Algo que también me ha llamado mucho la atención de Enotria: The Last Song, es su forma de afrontar el desafío. El juego me ha parecido mucho más liviano y fluido que otros del género. No me he sentido abrumado por la dificultad, no he muerto mucho y creo que he tenido siempre las herramientas justas para salir de cada situación por mi propio pie, sin sentir que algo fuera injusto ni frustrante. Eso no quita que crea que hay ciertos elementos que rompen un poco la experiencia, volcándola más hacia el lado placentero de un jugador que se sentirá indestructible.
Una de ellas es el parry, tremendamente poderosísimo en este videojuego. Con pulsar R1, el personaje se pondrá en posición de contraataque durante un segundo, segundo el cual pueden pasar muchas cosas. Si el parry entra tarde, seguirá teniendo efecto, pero mucho menor, evitándonos un porcentaje masivo del daño, no obstante, si entra del todo, no recibiremos daño y el enemigo verá su barra de aturdimiento llenarse de manera destacable. Una vez llena, el enemigo quedará aturdido unos segundos y podremos asestar un golpe final que le vaciará kilotones de su barra de salud. Todos los ataques del videojuego son sujetos de ser contrarrestados, por lo que si le cogemos el truco al timming, podremos derrotar a jefazos saliendo indemnes y en cuestión de muy poco tiempo.
Otro elemento que considero que está desabalanceado son las habilidades pasivas. Conforme derrotemos enemigos y descubramos mapa, conseguiremos puntos que podremos invertir en un árbol de habilidades. Dicho árbol se separa en ramas según clases: asesino, mago, guerrero, etc. Todas las habilidades de todas las ramas se pueden equipar en cualquier rol o máscara, hasta un total de 8. Las primeras no serán gran cosa, pero las mid y final tier son de un roto que nos dejará el culo apretado. Cosas como que recuperar salud al matar cualquier enemigo, ser invulnerable durante unos segundos al ejecutar un parry o tomar un «estus», devolver el daño que nos infringen… Podremos hacer combinaciones que nos trasformarán en un tanque con patas omnipoderoso.
Entiendo que es divertido romper el juego con estas cosas, de hecho para mí así lo fue. Pero creo que el aficionado al género encontrará esto como una vía que facilitará demasiado la experiencia. Por suerte, no tenemos porque equipar nada si no queremos, pero de hacerlo, tened presente que puede que los combates os aburrirán si buscáis los desafíos tensos propios de la obra de Miyazaki.
Entonces, ¿vale la pena Enotria: The Last Song?
En lo personal, es un rotundo sí. Explorar su mundo me ha dejado muy congratulado a todos los niveles. Me ha dado las vibras buenas que nos dejó Dark Souls 2, de su combate fluido, la facilidad de romper el juego, la intriga por la aventura o de descubrir ese secreto si llegamos a ese punto imposible del escenario. La música también me parece top tier, venida de la mano de Aram Shahbazians, me recuerda mucho a la de The Witcher 3, con sus cantos folclóricos y mandolinas sonando a toda chispa.
También lo he sentido como un juego con bastante alma y carisma propia, a pesar de deberle sus cimientos al juego de Miyazaki. A lo ya comentado, sumadle lo de interactuar con el escenario mediante la habilidad de L1, la cual mediante un pisotón, podremos alterar la realidad de diversas estructuras y así llegar a sitios que de otra forma serían inaccesibles. La suma de todos estos elementos diferenciadores hacen de Enotria: The Last Song un juego que realmente vale la pena, tanto si eres asiduo como no al género de los soulslike.
Por su mundo rico, lo bonito de su arte, lo potente de su banda sonora y lo divertido de sus sistemas, he decidido condecorar a Enotria: The Last Song con la nota máxima posible en Orgullogamers: cinco birras sobre cinco.
Director de Orgullogamers y el terror del SEO. Me flipan los JRPG, los Hack & Slash y los juegos con historias inusuales de esas que te dejan roto por dentro. Me encargo de que Orgullogamers no se hunda poniendo parches de cinta adhesiva.