Análisis de Mullet MadJack. Cuando lo mejor de lo retro conoce lo nuevo y sale el hijo que heredará el mundo.
Análisis de Mullet MadJack. Muchas veces me pregunto qué ha pasado con la industria del videojuego para dejar de lado las tantas señas de identidad que lo impulsaron hace más de 20 años. Echo la vista atrás y pienso que sin las innovaciones y atrevimientos de los grandes de los 80 y 90, jamás tendríamos las joyas AAA en las que nos sumergimos diariamente. Por eso cuando conocí la existencia de HAMMER95 y su proyecto, Mullet MadJack, sentí un cosquilleo especial al contemplar sus anuncios: unos vídeos y eslóganes que reflotaban valores como el reto, la fanfarronería, el afán por las mecánicas refinadas y donde el core jugable es la base de donde parte todo lo demás.
¿Qué harías si solo tuvieses 10 segundos de vida y dependieses de la dopamina?
Tenía la duda de si todo era marketing y que, al final, una vez llegase a mis manos, me encontrase con otro juego indie de altas pretensiones pero nefastas resoluciones. Por suerte, no ha sido así. Lo que promete Mullet MadJack lo cumple, y con creces.
Sin más, seremos Mullet, un caza recompensas sumido en un mundo donde la dependencia de dopamina es tan fuerte, que si nuestros cerebros están faltos de ella durante más de diez segundos, nos vamos al catre. En el caso de nuestro protagonista, llega a un acuerdo con la corporación PEACE para rescatar a la única influencer que es capaz de entretener al mundo para evitar el apagón de dopamina. La misma ha sido secuestrada por el líder de los robillonarios, androides que no necesitan de la dopamina para sobrevivir y que controlan el mundo con su tiranía ultra-capitalista.
Con esta premisa, que más atractiva no puede ser, nos lanzaremos al edificio de infinitas plantas de los robillonarios entrando como un elefante en una chatarrería. Con pistola en mano, y con el soporte tecnológico de la corporación PEACE, iremos escalando pisos en una suerte de boomer shooter con tintes roguelike, donde deberemos ser rápidos, pues nuestro contador de dopamina estará siempre agotándose y solo recuperará tiempo conforme matemos, y de las formas más excitantes posibles, a los robillonarios que nos salgan al paso. Si echamos más de 10 segundos sin generar dopamina mediante la casquería, seremos pasto de los gusanos.
Sé rápido, sé letal, sé una máquina de matar
Pues en esto versa Mullet MadJack. Cada piso, generado de forma procedimental, con sus trampas, enemigos y elementos interactivos que podremos aprovechar a nuestro favor, será nuestra zona de combate, tornándose en pasillos despiadados que deberemos recorrer en esos míseros 10 segundos. Pero tranquilos, porque cada muerte nos suma segundos, por lo que, en términos prácticos, completaremos los pisos en torno al minuto. Eso sí, morir aquí es un castigo muy duro, pues deberemos empezar desde el primer piso, de nuevo, y todas las mejoras conseguidas y el arsenal evolucionado desbloqueado desaparecerán.
En este sentido, Mullet MadJack es súper inclemente con el jugador, siendo muy frustrante cuando estás a punto de completar un nivel (cada uno se conforma de 8 a 10 pisos) y morimos por algún despiste estúpido. No obstante, a los mandos es tan fructífero, ágil y placentero, que perdonamos el tener que hacer todo de cero, pues al fin de cuentas, siempre es un gusto recorrer sus pisos aleatorios dejando títere sin cabeza.
Es algo que consideraría hasta meta narrativo, pues al final es el jugador mismo el que siente esa dependencia por la dopamina, que se dispara en nuestro cerebro cuando hacemos una muerte estilosa y sanguinolenta en el videojuego. El juego no es tonto, y lo sabe, haciendo tímidos intentos de romper en la cuarta pared cuando se suceden los momentos intermission, donde Mullet repara en sus recuerdos, en sus hobbies y hasta en su amigo tamagochi, quién será una pieza fundamental avanzada la historia.
Mata, remata y requetemata
Puede que el arsenal no sea lo más copioso que hayamos visto, pero la gracia del mismo reside en lo que se diferencia en sensaciones a los mandos, cuanto más cada uno de sus niveles evolucionados. Por ejemplo, la pistola inicial empieza siendo lenta y nos vende en situaciones de mucho estrés, pero una vez la evolucionemos al nivel 3, tiene tanta cadencia que podemos barrernos cualquier piso sin despeinarnos con ella. Nada tiene que ver jugar con las katanas, que mejoradas en sus formas elementales, nos permitirán desde partir en dos a cualquier incauto que nos plante cara, hasta dejarlos hechos un cubito de hielo o una antorcha con patas. Para evolucionar estas armas deberemos desbloquear la mejora correspondiente en la tienda de pasivas. Y una vez hecho esto deberemos esperar a que nos toque en su mofa a las lootboxes que se suceden como recompensa al completar cada piso.
Además del arsenal, también podemos acceder a mejoras pasivas muy molonas, como que las latas de bebidas energéticas, que nos tomamos para recuperar segundos de dopamina, podamos lanzarlas a los enemigos, una vez consumidas, creando una explosión que ni Michael Bay en sus mejores tiempos, o que lancemos un dado de 20 caras de manera automática, y en función del resultado, hagamos más daño con nuestros ataques. Por supuesto, a esto acompaña la posibilidad de realizar ataques definitivos que nos recuperan los 10 segundos de vida al instante. Solo necesitamos un arma afilada o contundente del escenario, o mismamente un tomo de manga mal apañado, para reventar la cabeza a h*** al robillonario de turno.
Con todas estas herramientas, Mullet MadJack hace lo posible para que estemos pegados a la pantalla, degustando cada segundo a los mandos y siendo espectadores de un espectáculo increíble donde los colores chillones, su visión del retrofuturismo ochentero tan molón y los mejores sprites que has visto en tu puñetera vida (con permiso de los juegos de Arc System Works) nos dejan extasiados al cien por cien.
Análisis de Mullet MadJack – Un pequeño milagro del que no somos merecedores
Análisis de Mullet MadJack. La obra de HUMMER95 puede ser un retro (boomber)shooter sobresaliente de por sí, por lo bien pensado que está a todos los niveles de su sistema mecánico y su premisa tan innovadora, pero si llega a la excelencia más absoluta es por su corteza audiovisual tan carismática y lo bien que funciona, de manera narrativa, para sumergirnos en su futuro caótico y mamarracho.
Con muy poco entiende como narrar siendo un videojuego, le basta dos simples niveles calmados para ponernos en nuestro sitio y hacernos sentir confusión, miedo y hasta pena. Su gusto por el mínimo detalle es exquisito y no da puntada sin hilo hasta a la hora de hacer tributos, memes y críticas a temas sociales actuales mediante su particular manera «blackmirroriense«.
Como puntos negativos, resaltaría que la curva de dificultad puede ser muy tediosa llegando a los últimos niveles y que la traducción al castellano deja algo que desear, con modismos latinos que en nuestra tierra patria no casan muy bien, pero son males menores más que asumibles viendo la calidad del título.
Junto con Saviorless, tengo aquí mi segundo GOTY del año dentro de la escena independiente. Lo que han parido aquí los bellos de HAMMER95 es oro de 8 millones de quilates, y una experiencia obligada de vivir para cualquier amante de los shooter retro, los roguelike inteligentes y la estética ochentera. Por supuesto, como no podía ser de otra forma, le adjudico las cinco birras de Orgullogamers. Todas ellas más que merecidas.
Director de Orgullogamers y el terror del SEO. Me flipan los JRPG, los Hack & Slash y los juegos con historias inusuales de esas que te dejan roto por dentro. Me encargo de que Orgullogamers no se hunda poniendo parches de cinta adhesiva.