Vamos a hacer un análisis de Digimon World, sus orígenes y su actualidad ¡comencemos!
Análisis de Digimon World. Todos los que vivimos la entrada del nuevo siglo con una flamante PlayStation (de aquellas, aún sin coletillas de «2», «3» ni «5» por motivos obvios) recordamos la época con el cariño de unas tardes amenizadas con un «Crash» (Bandicoot), con los mundos de «Espiro» (si, de aquellas pronunciábamos así -y algunos lo seguiremos haciendo por lo bajito- el nombre del pobre Spyro), y con el estreno de la serie de Digimon en La 2 (en España, claro). Con la llegada de aquella franquicia, que nos transportaba a un mundo digital, que nos incitaba a vivir aventuras como nunca y que nos enseñaba el valor de la amistad —junto a criaturillas digitales llamadas Digital Monsters (Digimon para los amigos)—, vino también un videojuego para animarnos, a los mal llamados «frikis», a hacer realidad nuestras propias historias. El juego, como no podía ser de otra manera, se llamaba «Digimon World»; dos palabras que a unos les causan emoción y a otros pesadillas.
Tremendos graficazos, ¿eh? Pues eran de lo mejorcito de la época.
Para los que no tengan el honor de conocerlo, pondré antecedentes. El juego estaba bien, y con sus gráficos 3D de «última generación», nos narraba la historia de un niño (los noventa no eran épocas de personalizar protagonistas, ni escoger género ni nada) al que su tamagotchi V-Pet absorbía y transportaba a un mundo de ceros y unos. Allí, Jijimon (no me lo he inventado, I promise) nos encomendaba el marrón la misión de salvar al mundo y nos entregaba, cual profesor Oak, nuestro primer huevo de Digimon.
La premisa era sencilla: había que criar al digimon lo mejor posible para que mejorase. La realización… ya era otro cantar. El «monstruíto» no dejaba de ser un tamagotchi que demandaba comer, mimos y evacuar cada dos por tres. Entre medias, podíamos hacerlo luchar contra otros digimon para volverse más fuerte (tras cada combate, además de recolectar experiencia y dinero, subían algunas stats), entrenarlo en el gimnasio (un tedio que recuerdo con ciertos escalofríos) o explorar. Mientras se estuviera cerca de la aldea inicial, donde teníamos una plantación de carne (da para debate, ¿un digimon que coma esa carne es vegano? ¿y un digimon vegetal que coma frutas comete canibalismo? Me lo apunto para un futuro) y un aseo, entre otros, no pasaba nada. El verdadero problema era irse a explorar «a lo loco» y que el digimon quisiera hacer de vientre cuando nos encontrábamos en medio de la nada. Era ver ese icono tan sofisticado, que recordaba a la buena de Arale, y echarse a temblar. Porque un digimon tamer (entrenador digimon en inglés) que se preciase no debía dejar que su compañero defecase por donde quisiera a la buena de dios, ya que existían consecuencias duras ante tal acto de inmundicia (ejem).
Las consecuencias de un mal cuidado
Entre otras estadísticas que tenían los digimon (necesarias para que nuestro compinche de aventuras evolucionara a una u otra cosa), había una barra con el símbolo de una «caca». Dicha estadística se iba llenando lentamente cada vez que nuestro digimon hacía algo «mal» (el 99,9% de las veces era culpa nuestra por ignorar sus necesidades básicas), y cuando llegaba al tope… ¡tachán! ¡Sorpresa! Tu super pro digimon mega (la clase más fuerte) se acababa de convertir en un zurullo gigante con boca y brazos (Sukamon para los amigos). Yo todavía recuerdo el drama de haber conseguido por fin un digimon decente (Drimogemon, el digimon taladro de Bricomanía) y verlo convertido en… Ay, para qué seguir. Por suerte o por desgracia, los digimon, como buenos tamagotchis que eran, también morían, y dejaban tras de sí un huevo que heredaba algunas stats para proseguir el ciclo sin fin.
Con vosotros, Sukamon. Decidme si no está hecho del material del que se hacen las pesadillas…
Y hasta ahí, digamos, tenemos un resumen, a grandes rasgos, del juego para quien no lo haya disfrutado en sus carnes. Ahora vamos al meollo:
Bandai te odia
A ver, a ver, no a ti concretamente, querido lector, pero sí que un poco nos odiaba a los jugadores en general. El juego no tenía pocos bugs, pero el verdadero problema es que los españoles recibimos una versión PAL, en la época pre-actualizaciones de los juegos, con un error incapacitante que te impedía terminar el título. Y en efecto, te acostumbrabas a la rutina de entrenar, alimentar y acompañar al baño a tu compañero. A recolectar y explorar, para llegar delante de un Agumon que te pedía que tu digimon fuera de cierto tipo (había tipos, sí, como en los pokémon), y lo cumpliera o no, NO PASABA NADA. Como lo oyes lees. Encima era en la época antediluviana antes de que se extendiese internet, con lo que solo podías conjeturar qué estaba ocurriendo, y a poco que intentases indagar, salían teorías por todos los lados. Al final, era simple y llanamente, un bug. Y nunca se corrigió, no creas. Ahí quedó. Sin parches, sin retiradas de juegos. Nada. Por menos quebraron otras compañías.
Pasó década y media y llegó una siguiente entrega a la afamada franquicia World: Digimon World: Next Order, juego al que tuve el placer de inyectarle de momento unas 50 horas ya. Y una vez más, Bandai no te quiere.
Aquí el citado Agumon del momento más inesperado del juego. Si escucháis sollozos, son las almas de los niños que nos quedamos sin infancia aquí.
Los problemas de la nueva entrega
La hipótesis vuelve a ser la misma: V-Pet, mundo digital y Jijimon (sip, sigue en nómina, este ya se queda hasta la jubilación…) Sin embargo, ahora tenemos la novedad de poder escoger protagonista, una friolera de DOS opciones entre las que tenemos «personaje masculino predeterminado 1» y «personaje femenino predeterminado 2». Maravilloso avance. Algo que no cambia es que el protagonista sigue sin diálogos, supongo que por aquella corriente de desarrollo que «es que nosotros somos los protagonistas y nosotros hablamos por él»; pero qué quieres que te diga, si no me dejas personalizar nada más que el nombre de mi personaje, si las decisiones que me permites escoger están amañadas, no es que me sienta muy involucrado, y que sus diálogos sean puntos suspensivos o largos silencios en los que supuestamente desarrolla la trama, pues no ayuda. Es más, en varias ocasiones intenté revelarme contra el sistema y ¡oh!, giro dramático de los acontecimientos, escojas la opción que escojas, el juego redirecciona la conversación para que, las tres alternativas que te estaban dando a escoger hace un momento, casualmente lleven a lo mismo a pesar de parecer totalmente contrarias. WOW. You get Rickrolled.
Ah, y aunque las animaciones y todo está mejorado, los personajes, todos sin distinción, sobreactúan muchísimo. Cuando algún colega me ve cómo juego, y salta escena de historia, me muero de vergüenza ajena. Se ponen todos «intensitos», que digamos.
Jijimon (a la derecha) endosándole el destino del mundo al protagonista predeterminado de turno (a la izquierda).
Pero bueno, a ver, tiene también sus cosas buenas. El apartado gráfico ha mejorado sustancialmente; solo comparad las imágenes que os he dejado. A nivel de bugs está más depurado (quitando que hay un digimon que te puede fastidiar la estrategia como te toque, porque se han debido olvidar de programar su árbol de digievolución y de mejora de estadísticas, y es un callejón sin salida; pero quitando eso, está bastante mejor). Las localizaciones están cuidadas; el mapa es grande, pintoresco y está lleno de referencias al hardware informático (resistencias, cables…). La música por su parte, un apartado que me daba especial mal rollo ya que es un juego de farmear (y un bucle melódico podría destrozarle los nervios a más de uno), mejor de lo esperado; quizás alguna tonadilla crispe un poco, pero en general hace bien su función de acompañar sin ser cargante.
Como punto positivo, el gimnasio mejoró. Ahora, en lugar de dejar a tu digimon entrenando automáticamente, durante minutos interminables, mientras te ibas a hacer un bocadillo de nocilla, o al baño a seguir los pasos de tu compi digital para descomerlo, simplemente sale una especie de ruleta en la que, si aciertas en una casilla con símbolo (no es difícil, y se puede hacer más sencillo con distintos bonus), el entrenamiento es más efectivo, y si fallabas, el entrenamiento era normal, pero tardaba lo mismo: 5 segundos. En horas del juego no, ojo. Y hay hilos e hilos para leer sobre consejos de cómo optimizar el entrenamiento al milímetro.
El gimnasio: un antes y un después.
Aunque la verdadera novedad viene de la mano de que, supongo que en un intento de desquiciarte menos, darte más opciones y proporcionarte una ayuda extra en los combates, ahora en lugar de un compañero tenemos dos. Por desgracia, a veces tenemos dos bebés llorones que piden atención, sus raciones de comida -con sus preferencias y rabietas-, y sus llamamientos al aseo. Se abre también la opción, avanzado muy muy avanzado el juego, a evoluciones fusión (ExE, Extra Cross Evolution, evolución extra cruzada) , pero si algo en el juego sigue brillando por su ausencia son los tutoriales; y la mitad de internet aún seguimos perplejos en saber cómo funcionan estas evoluciones (hay a quienes se les ha activado la ExE tras ser derrotados y otros que han terminado el juego sin verla).
Solo ante el peligro
No me entendáis mal, no me gusta que me lleven de la mano. Me gusta que hagan síntesis y luego buscarme yo un poco la vida, pero todo sea dicho, las primeras diez horas de juego se me hicieron desgraciadamente largas. En el pueblo de Floatia, lugar en el que empezaremos el juego y base de nuestra misión, tenemos varios digimon bebés con los que tendremos múltiples (repito, MÚLTIPLES) diálogos con los tutoriales de qué hace cada cosa. Pero en lugar de ser un resumen disponible para consultar en las opciones, tenemos una media de cinco párrafos explicando cada detalle del juego. Tragarte la primera hora de aventura leyendo textos duele, pero ¡ay de ti como no lo hagas!, que luego te arrepentirás, o irás un pelín perdido como fui yo. Al final no quedó otra que volver con el rabo entre las piernas y atender bien a todas y cada una de las frases que decían todos los digibebés de la villa.
¿Os parecen pocos? No os preocupéis, hay más esperando repartidos por toda Floatia.
Y llegamos a otro de los puntos importantes del juego: su dificultad. A todo gamer que se precie, y que encima haya jugado a la entrega anterior, si no pone la dificultad mínimo en normal le da un telele. Sin embargo, tras mis primeras 14h de juego, llegué a un punto que no había forma. Derrotaba con relativa facilidad a los digimons salvajes que se me ponían por delante, pero si intentaba avanzar la historia (estructurada en cinco capítulos, en aquel momento estaba al final del primero), el combate contra el final boss de turno era inviable. Pero es que con mi ataque más poderoso le hacía 100, 200 de daño, y él, como podréis intuir, me mataba de un golpe. Me llegué a desesperar, a pensar qué estaba haciendo mal, cuando entre uno de los infinitos diálogos de los digibebés tutorial de la villa de Floatia, uno me habló de la dificultad. «¿La quieres cambiar a fácil?».
Esa pregunta fue una puñalada, y me negué rotundamente. Antes abandono el juego que bajar la dificultad a fácil. Pero buscando por San Google pronto me comí mis palabras al descubrir un leve detallito de nada: la dificultad «fácil» en realidad era normal, y la dificultad «normal», con la que yo estaba jugando, en realidad era «difícil». Volví a hablar con el digimon bebé: pedí cambiar la dificultad, y de pronto el combate se volvió más asequible. No es que me lo ventilase en 15 segundos, pero al menos tras cinco minutos de pelea podía aguantar y veía avances. Me siento menos abochornada de mi cambio de chaqueta gracias al hecho de haber podido seguir el juego y haberme evitado una frustración de órdago. Sin embargo, todo lo bueno se acaba, y una vez más, llegué a un nuevo bloqueo, esta vez al final del tercer capítulo. Tengo todo hasta ese momento al «100%», incluso me he enfrentado a digimons con niveles 20 veces superior al mío, pero el jefe de la zona puede conmigo. Llevo 5h de intentos y creo que de esta va a ser el descanso definitivo. En internet hay quienes ganan el combate recurriendo, de verdadero y absoluto milagro, a la digivolución ExE, pero para eso es más probable que me toque la lotería…
Para terminar
Así que bueno, conclusión. El juego es bueno, requiere de todas tus dosis de paciencia y perseverancia para ser jugado, pero sigue siendo tan complicado (o más), como su predecesor; da una leve sensación de progreso cuando le ajustas la dificultad a una asequible, pero a veces parece hecho para no ser terminado… como su predecesor. Menuda ironía, ¿no? Si al final va a ser verdad y Bandai no nos quiere…
Futura administradora de Sistemas Informáticos y Redes, intento de teleco, de patinadora, de kick-boxer, de pianista, de cantante lírico-jazz, de costurera, de diseñadora, de programadora, de escritora… Como habrás intuído, ¡no paro quieta! Sobreviví diez años a ser teleoperadora de asistencia a técnicos gracias a los videojuegos, y hoy estoy aquí para hablarte de ellos: mi pasión, mis compañeros en los tiempos buenos y en los flojos, mis terapeutas personales, mis mundos de aventuras… Desde la sinceridad, el cariño, y quizás una pizca de locura.