¿Son sueños o videojuegos?

Al habla Cazadora de Belleza! Hoy he tenido un sueño muy loco, típico de gamer obsesa, aunque en esta época soy más de ver gameplays que de jugar yo misma. Os voy a contar los acontecimientos de la forma más ordenada cronológicamente que me sea posible, ya que el sueño en sí era muy caótico y parece tener varios inicios.

Al principio yo estaba en un acto de fin de curso y el tutor de clase le regalaba a todos sus alumnos el juego de Los Sims 4, pirateado, por cierto, jajaja, en la típica caja de CD qué compras para grabar. Yo me volvía loca de alegría y creo que empezaba a jugar en los mismos ordenadores del centro. Mandaba a mi personaje a picar las rocas que hay por las zonas boscosas, para coger piedras preciosas. Picando y picando descubrí una puerta oculta en una pared, similar a la que se abre en el árbol que se consigue haciéndote con todas las esencias de emociones de los sims y plantándolas. Entraba por el agujero y aquí la cosa se pone un poco borrosa. Creo que empezaba otro videojuego y yo estaba dentro de él.

Empezaba con una mujer que iba en bus con sus hijos pequeños, tres o cinco diría yo. Yo era uno de ellos. Me parece que estaba lloviendo y nuestra mamá sacaba el paraguas. Nos adentrábamos en el bosque y no recuerdo qué pasaba, quizá nos atracaban, o nos caía un árbol encima volcado por un rayo. Nuestra madre resultaba muerta o gravemente herida. Nosotros, los niños, seguíamos nuestra aventura, no sé si para pedir ayuda o como nuevos huérfanos. Nos adentrábamos en el mundo de Alice Madness Returns, aunque no era igual, pero yo sabía que era ese mundo. E ibamos plataformeando por distintos paisajes de agua, hierba y precipicios. Yo estaba probando cómo funcionaba cada arma y el daño que hacía. Aunque en un principio podía cambiar fácilmente de arma, después no había forma. Mis compañeros/hermanos empezaban a decir ¡Tienes que pulsar la tecla 2, ó R2 ó F2! y yo no sabía de qué me hablaban. Me daba cuenta entonces de que tenía amarrada al cuerpo una almohada o cojín con el teclado de un ordenador dibujado. Buscaba las teclas que ellos me decían y las pulsaba pero no hacían nada, lo cual no era extraño porque estaba pulsando un cojín. Fue en este momento, o en otro, la verdad es que no recuerdo bien, cuando aparecía El gigante de fuego, que en mi mente era un personaje real de Alice, aunque en realidad no lo sea. Y empezamos a huir ya que lanzaba rocas de fuego y lo prendía todo a su paso como un volcán.

Seguimos caminando largo rato, yo quería detenerme más y explorar para descubrir todos los secretos pero, a pesar de que perdíamos al gigante de vista, a la chispa volvía a aparecer, y los niveles pasaban más rápido de lo que recordaba viendo los gameplays de Richarbetacode. En cierto momento entraba por un túnel que acababa en una estancia o cueva, la investigué un poco y salí. Había otra entrada misteriosa, con forma de puerta muy cute, pero no me atrevía a traspasarla por si aparecía el gigante toca-narices. Al lado de estas dos entradas había un lago y rocas, típica zona de plataformas, y un viejo, tipo npc, sentado. Me decía que me acercara a la cascada para ver lo bonita que era, aunque yo no veía ninguna cascada (estaba allí pero al ser la parte de arriba de la cascada no se veía la caída). No sabía si era una trampa y me iba a ver envuelta en la corriente o si de verdad era digna de ver de cerca y no había peligro al ser un juego. Al final me aventuré y resultó ser una trampa, el viejo me había «troleado». Quedé atrapaba como en un «bug» un rato pero al final salí del bucle sin caer por la catarata.

En otra zona nos volvió a alcanzar el gigante fastidioso y yo, muy avispada, debido a las recientes picaduras recibias, veía que había una puerta enorme sujetaba por varas de madera. Yo conseguía romperlas con mi espada haciendo que la puerta cayese cerrando el paso, lo cual nos daba margen para escapar.
Por el camino iba encontrando distintas armas. El sistema de juego era un poco engorroso ya que para coger un arma tenías que soltar al suelo la que tenías en mano, coger la nueva, darle a guardar en el inventario armamentístico y coger de nuevo tu arma. Pero otra vez los controles fallaban y no me dejaba guardarla (es normal, los sueños que pretenden ser videojuegos no salen bien, jeje)

Iba poniéndose el sol cuando llegábamos a una zona de verdes praderas. Había una especie de surco en la tierra por el cual en algún momento había pasado agua, o se usaba como huerto, no lo sé. Yo sabía que había que desplazarse pasando agachado, o incluso reptando para no ser vistos por los malos, pues lo había visto supuestamente en un gameplay, de nuevo de nuestro aclamado Richarbetacode. Se lo decía a mis compañeros de viaje y nos agachábamos todos. Yo iba con la idea de ir la primera de la fila, pues el sendero era estrecho, liderando, pero uno de mis compis se interpuso y tomó la primera posición. A mí eso no me gustó en un primer momento, pero luego pensé Bueno, él es más fuerte que yo, también merece ser el primero (él es un amigo mío en la vida real). Empezó a reptar muy deprisa, de forma que al pasar por encima de las hojas secas hacía demasiado ruido y yo lo enganchaba del pie diciéndole que aminorara la marcha porque así nos iban a descubrir (de hecho ya nos habían pillado una vez por ir demasiado confiados y llegamos a la conclusión de que teníamos que ir agachados desde más lejos). Tras varias veces que se lo dije conseguí que me hiciera caso, pues al principio parecía un potro desbocado. Además, como se estaba poniendo oscuro, yo no veía bien y me acercaba demasiado de forma que me daba patadas en la cara con sus pies. Era extraña la facilidad con la que reptábamos, como si levitáramos a unos centímetros del suelo (que no a tres metros sobre el cielo). Al principio del camino, a nuestra vera, había Slimes Cuánticos, de los amarillos que se teletransportan (del videojuego Slime Rancher), o eso parecían. Más adelante, a nuestra diestra, había gitanos festejando, que supuestamente eran los malos y no nos debían descubrir. Al llegar al final del surco, había un árbol mágico grande, parecido a un sauce, y yo recordaba que había que rodearlo. Pásamos desapercibidos de forma bastante increíble porque había mucha gente alrededor y pocos obstáculos con los que cubrirse. En ese momento del sueño no sé por qué, de repente, yo tenía una hija (no la paría al momento, la tenía ya grande, de hace tiempo). A nuestra siniestra había otros gitanos que estaban comiendo. Estábamos hambrientos pero no nos atrevíamos a pedir comida. Entonces mi hija se acercó a una gitana y le pidió probar la torta que estaba comiendo, muy rica por lo que pudimos ver en su cara. Mi hija y la gitana se pusieron a charlar y a comer juntas con simpatía. Mi pequeña tenía, por lo visto, un sexto sentido para detectar gente de confianza. La verdad es que físicamente se parecían, de tez morena, pelo largo castaño y lacio, parecía más su hija que la mía y eso quizá las hizo sentirse como iguales. Así nos dimos cuenta de que los gitanos que estaban en ese lado del campo eran «buena gente» y estaban apartados de los otros porque no eran bien recibidos.

Gracias a estos gitanos buenos y con un poco de su enchufe (aunque no eran bien recibidos los tenían en mejor consideración que a nosotros), conseguímos por lo menos mantenernos vivos. De entre los gitanos, en principio, malos, parecía haber varios «rebeldes» que mostraban hospitalidad y compasión. Un viejo comiendo gachas me hizo un gesto amable, y un chico guapo y rubio, con un aire a Brad Pitt, también muy majo, fue reñido por mostrarse cordial con nosotros. Me di cuenta de que la mayoría de esos gitanos iban rapados al cero, pero él evidentemente no, ya que se veía que era rubio. Pensé que era una forma de mostrar que su ideología no era la misma que la de sus congéneres. Nos usaron como esclavos en un desfile de músicos. Podíamos tocar instrumentos pero no cantar, ya que eso era un privilegio de los calvos malotes. Cada uno de nosotros era guiado por un gitano-bueno que nos golpeaba con un bate (lo habían hecho con periódico para no hacernos daño). Yo era la segunda de la fila y tenía que seguir, o eso me pareció, a un hombre que tocaba la mandolina o la bandurria, pero iba atontado y rompía la fila a cada dos por tres metiéndose por donde no debía. La directora de la banda, que me veía perdida, me echó la bronca, pero enseguida se dió cuenta de que la raíz del problema estaba en el primero de la fila y fue a colocarlo en su sitio.
 Esto es lo que recuerdo del sueño, seguramente ocurrieron más cosas pero ya aparecen en mi mente de forma difusa. Espero que os haya resultado divertido y os agradezco haber usado vuestro tiempo conmigo ¡Dulces sueños!

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