Relatos Solidarios: Ella

Nuevo aporte en la sección más solidaria de la página. Un nuevo relato basado en el mundo de los videojuegos listo y preparado para vuestra lectura.  

«Ella. Era perfecta.»

Muy buenas a todos queridos lectores y amantes de estos magníficos relatos basados en los siempre interesantes mundos creados por los videojuegos. Un placer y mil gracias a todos los que habéis dedicado una parte de vuestro tiempo en participar con nosotros en esta aventura. Gracias de verdad.
Nos acercamos a la recta final de esta primera fase. Con este, ya son 27 los relatos recibidos y por tanto, cerramos el plazo de recepción de relatos. Aún quedan unos pocos relatos más por publicar, pero ya están recibidos y en proceso de publicación. En breve, comenzaremos la fase 2 y 3 del proyecto. Se anunciarán los pasos en sucesivas publicaciones en la página. Aún queda camino por recorrer y ayuda que podáis prestarnos.
De todo esto se hablará. Pero ahora solo queda dejaros con el magnífico relato de Carlos Falcón. Un relato que me ha sorprendido muchísimo, un relato que hace reflexionar…pensar…perderse por sus mundos…un relato oscuro y bello a la vez…
Pero lo mejor es que lo descubráis por vosotros mismos.
-Ella-
Era perfecta.
Toda mi vida la
había buscado sin saberlo, y cuando la conocí, lo supe al instante.
Era ella.
Y eso que
primero la ignoré, queriendo engañarme a mí mismo, pensando que no podía
merecerme a alguien así. Pero cuando el destino me llevó ante su dulce rostro
por segunda vez, y en aquel lugar…no cabía duda.
Era ella.
De niño nunca
tuve un interés romántico por las chicas. Estaban ahí, y mientras no me
molestaran, no les prestaba especial atención. Lo mío eran los videojuegos. Ahora
puede parecer de lo más común y popular del mundo, pero durante mi infancia en
los 80, te convertía en el bicho raro de la clase. Si pasabas de jugar a fútbol
en el recreo y de salir por las tardes con la bicicleta a hacer trastadas por
ahí, eras el paria. Y ese era yo. El término Friki, y no digamos ya el elegante Geek, ni existía en el vocabulario. Yo era el rarito de los
videojuegos. Y me daba igual.
Mi día a día
transcurría entre las clases y las interminables jornadas de juego en la
soledad de mi cuarto. Alguna vez, algún compañero de clase se dejaba caer por
casa para probar alguna de mis consolas y juegos, que iban aumentando
exponencialmente, pero rara vez volvían. Tampoco es que me importara. Todo lo
que necesitaba lo tenía en aquella habitación.
Ya con 20 años y
tras independizarme, cosa que a mis padres tampoco les apenó demasiado para qué
engañarnos, proseguí con mi afición. Mis días seguían la misma rutina que mis
tiempos de escuela, cambiando el cole por el curro y mi cuarto infantil por un
piso en el centro con todas las comodidades y todo el espacio necesario para mi
única ocupación diaria salvo comer, los videojuegos.
Como ya os había
contado, las chicas nunca me habían llamado especialmente la atención, ni
siquiera durante la adolescencia, puedo jurarlo. Más de un compañero de trabajo
en el hospital San Hilario, me había intentado preguntar sutilmente si era gay
o qué. Yo les sonreía y seguía a lo mío, qué coño les importará a ellos.
Y fue en el 97
cuando la conocí. Me crucé con ella en una calle, y cuando se dirigió a mí,
creo recordar que para venderme algo, mi mundo se vino abajo. En mi vida había
visto un rostro tan dulce, tan angelical, tan tan…perfecto. No cabe otra
palabra para describirlo. Me cogió tan desprevenido, que le contesté una
chorrada y me largué de allí. Pedazo de imbécil, por no decir gilip…
Tras eso, continué
con mi rutina diaria, pero algo había cambiado. Esa cara, esa voz, esa dulzura
imposible me habían envenenado. Sólo podía pensar en ella y maldecirme por no
haberme quedado unos miserables segundos más a su lado.
Pero el destino
me tenía guardada una grata sorpresa. No recuerdo bien qué demonios estaba
haciendo por la ciudad, pero sí que tuve una caída aparatosa y de repente, me
encontré de rodillas frente a ella. Mirarla desde abajo, recorrer su figura
desde los pies hasta los ojos más hermosos que Dios había osado crear. Podía
haber muerto ahí mismo,  ya que el cielo
no mejoraría la experiencia. Y moriría feliz.
Tras ese
momento, fui otro. Empecé a interactuar más con la gente, recuperé viejas
amistades, hasta me integré en un estúpido grupo ecologista…. Pero en el
centro de mi universo, aunque yo se lo ocultaba, siempre estaba ella.
Hasta que ÉL me
la quitó.
Fue tan rápido e
inesperado, que no pude hacer nada. Me la arrebató ante mis ojos, y lo único
que pude hacer fue agarrarla antes de que cayera al suelo, y ver como los ojos
que me habían visto cambiar, se cerraban para siempre. Ni siquiera pude ir tras
él, sólo quedarme de rodillas y abrazarla hasta que se volvió fría, como mi
alma.
He pasado años analizando
y repitiendo cientos, miles de veces en mi cabeza en qué fallé. Que podía haber
cambiado para que no sucediera. Leí sobre realidades alternativas, universos
paralelos, cualquier chorrada por estúpida que fuera, que me diese un mínimo de
esperanza de volverla a ver con vida. Todo inútil. Mis compañeros de trabajo
empezaron a alejarse aún más de mí. Me decían que debía olvidarla, que siguiera
con mi vida, que no era para tanto.
¡QUE NO ERA PARA TANTO! Y les oía
cuchichear a mis espaldas que había perdido la cabeza. Malditos desgraciados,
nunca lo entenderían.
           
            Y
con la pérdida de esperanza, un solo objetivo quedó fijado en mi mente: la
atávica pero satisfactoria venganza. Han pasado años, pero sabía dónde
encontrarle. Era un chulo arrogante, y le encantaba exhibirse, no me sería
difícil dar con él.
            Hay
un acto en el centro de la ciudad, sé que estará allí. Preparo mis mejores
ropas, esta vez no iré de incógnito, quiero que me reconozca en cuanto me vea.
Que sepa que el momento de pagar por su atrocidad ha llegado, y esta vez no
podrá limitarse a girarse y largarse como si nada.
           
            Se
lleva a cabo en el enorme almacén municipal, junto a los restos ennegrecidos
del viejo salón Arcade. Está abarrotado de gente, la mayoría niños con mirada
estúpida, flipados de la vida que piensan que la vida en sí es un puto juego.
Qué asco me dan. Y qué asco me da reconocer en ellos, lo que una vez fui. Y
siento pena de mí mismo, por última vez.
            Tras
atravesar la zona de seguridad y ser felicitado por los guardias (inútiles
incompetentes, no se han dado cuenta de nada), mi búsqueda comienza. La música,
los stands, los cientos de secundarios que merodean por el escenario, no hacen
más que tratar de distraer mi atención. Muchos incluso se acercan a sacarse
fotos conmigo, alabando mi apariencia. Alguna de hecho pretende  recordarme a ella, pero jamás lograrán su
divinidad, por mucho que vistan e intenten actuar de la misma manera. Era
única. Era la última, y jamás habrá otra igual.
           
            Y
le veo. Al fondo del corredor, rodeado de niñatos que le aplauden y se sacan
fotos con él como si fuera una estrella de rock adolescente. Está en su salsa.
Cómo le ha gustado siempre ser alabado y adorado. Eso está a punto de terminar.
Ya.
            Gira
la cabeza hacia mí, me reconoce al instante, tal y como yo quería. Y el hijo de
puta sonríe. SONRÍE. Ni el más mínimo atisbo de preocupación, arrepentimiento o
vergüenza. Me señala con el dedo y sonríe. La gente que le rodea mira también
hacia mí y estalla en un mar de aplausos y vítores. Tal y como siempre he
pensado, la gente no es más que un puñado de borregos sin cerebro, pero eso
ahora da igual. Sólo tengo que disimular un poco más, y mi pesadilla habrá
acabado.
           
            Se
me acerca haciendo poses, mientras su séquito no para de iluminarlo todo con
los flashes de sus cámaras. Yo me mantengo firme, mientras siento algo que me
sube desde el estómago. La garganta me tiembla, y aguanto las ganas de vomitar
de la ira, «sólo un poco más» me digo a mí mismo. «Acércate sólo un poco más…»
            Está
a un metro de distancia, se pone serio y se atusa su largo pelo. Y coloca su
alargada espada de atrezo frente a él, en una pose cuasi-religiosa. El público,
que ya nos rodea por cientos, no cabe en sí de gozo y empieza a corear su
nombre. Por primera y única vez, muestro una leve sonrisa, y alargo mi mano
hacia mi espalda. Es enorme y muy pesada, no es una espada de feria. Con un
movimiento que he entrenado durante años, la desenfundo a la vez que me agacho
ligeramente, y con las dos manos hago un giro tan rápido que ninguno de los
presentes podría esperar. Ni por supuesto él. Ni siquiera levanto la mirada del
suelo, sé lo que hay frente a mí. Lo he visto cientos de noches en mis sueños,
no necesito mirar. Veo su cabeza que me mira desde el suelo, junto a  sus pies, que tardan unos eternos segundos en
perder el equilibrio y desplomarse.
Ya no sonríes.
Ya no sonreirás.
            Cuando
me alzo, aún hay gente que se ha quedado paralizada ante mi acto de justicia,
varios salpicados por su sangre, algunos aún con sus cámaras en alto. «Apartaos»,
pienso, «todo ha acabado, no va a sonar ninguna fanfarria que indique el final.
»
            Pese
a los gritos y carreras de rigor, yo me quedo en el sitio. Esperando. Todo ha
acabado, por fin ha acabado. Y ahora podré reunirme con ella. Para siempre.
Por Carlos Falcon
Basado en el videojuego >>Final Fantasy VII<<

EDIT: 07 de Mayo de 2018

Por motivos que sólo atañen a esta página y por decisión del administrador, el presente relato ha sido modificado para su publicación.
Y ahora paso a hablaros en un tono más cercano, que estas cosas solemnes de los avisos se me dan un poco mal. 
He tenido que dar un pequeño recorte al relato para poderlo publicar. Las razones me las guardo y se las he comentado a su autor.
Pero como no me gusta eso de la tijera, pues me veo en la necesidad moral de ofreceros el relato completo, sin censuras, en el enlace de descarga que os paso a continuación. Bajo vuestra entera responsabilidad. 
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