Las señales del apocalipsis. Nuevo relato que se une a nuestra iniciativa de Relatos Solidarios. De nuevo, escarbamos las entrañas de los videojuegos para crear una historia.
Esta vez toca relato del caballero John Dark Light. Un aporte a Relatos Solidarios hecho por un miembro de esta santa casa. Un placer, honor y privilegio dar la entrada a una de las mejores plumas que tiene la prensa del videojuego, y que mejor manera para demostrar lo que digo que usar ese talento, para crear un relato literario…la más alta y exigente prueba por la que todo aquel que disfruta con el placer de la escritura, debe enfrentarse. Os dejo con esta inquietante historia…como siempre…os invitamos a que adivinéis el juego en el que se basa antes de descubrirlo al final de esta entrada.
LAS SEÑALES DEL APOCALIPSIS
Y al fin, allí estaba… a tan solo un par de kilómetros. Mi objetivo, oculto entre las montañas, entre la oscuridad de los árboles, bajo el manto de la noche, tan solo visible desde la orilla del lago o desde algunos puntos estratégicos en el cauce del río. Un par de kilómetros…
Nadie nunca había llegado tan lejos, aunque, a decir verdad, tampoco fueron muchos los que intentamos salir del pueblo, en esta dirección concretamente, en los últimos años. No hay absolutamente nada hacia el este. Si necesitamos cualquier recurso que requiera de tecnología moderna, debemos recorrer 60 kilómetros al oeste, hasta una pequeña ciudad. Dejando de lado ese lugar, estamos solos aquí… y es por ello que nos ha ocurrido est…
-Ahí llega de nuevo –murmuré, con la voz temblorosa.
Antes de cada “suceso”, mi cuerpo vibraba violentamente; casi se podría decir que llegaba a convulsionarse. Luego… ese sonido… el destello y la sensación de que te dan con un martillo en la cabeza. En el pueblo no es tan grave, pero estando donde estoy, es insoportable.
Ocurrió. Y esta vez no fue como la última. Media hora antes, a los 3 kilómetros, había empezado a escupir sangre por la boca y a echarla por la nariz. Incluso pude secarme una gota del oído. Pero ahora no. Ahora simplemente la onda expansiva me tiró al suelo y sentí como si mis pulmones se hinchasen y fuesen a explotar como un globo.
Me incorporé como pude, un minuto después y no pude evitar vomitar lo que parecía ser sangre… justo encima de algo que antes no estaba ahí: mis dos hijas, con sus cuellos partidos. Alcé la mirada y vi a mi mujer, sentada en la cama. No iba a sentir miedo. No era real. Nada lo era. Ni las mentiras que “él” nos contaba en ese pueblo de locos, ni Dios, ni su evangelio. Sé con certeza que esto no es nada divino. No soy tan ignorante como los demás.
Intenté gritar, pese a saber que no serviría para escapar de la pesadilla. Mi mujer se levantó y mientras lo hacía, sus brazos se convertían en extrañas pinzas con tumores y bulbos, su cara se transformaba en una deformidad con ojos brillantes, cortes sangrantes y lenguas flácidas colgando de una mandíbula desencajada; su espalda se curvó y sus piernas se flexionaron. Sabía que debía levantarme y correr lo más rápido posible. No era real, pero no iba a correr el riesgo de ser asesinado brutalmente por mi propia imaginación. Cosas más extrañas que eso había visto hasta ahora.
Pasé corriendo lo que me pareció ser una eternidad, por estrechos y encorvados pasillos surrealistas, escuchando mis propios gemidos, a la vez que la risa endiablada y los sonidos guturales del ser deforme y aterrador que me pisaba los talones. A lo lejos, la voz de mis dos hijas, llamándome, asustadas.
-¡¡NO ERES REAL!! –me giré, en un ataque de repentina valentía.
No podía seguir corriendo. Quizás me estaba alejando de mi objetivo sin saberlo. Necesitaba volver.
La criatura siguió corriendo hacia mí. Extendió sus pinzas y una sonrisa se dejó asomar en su horrible cara. Me iba a atravesar el cráneo de lado a lado. Me preparaba para el final cuando, con los ojos entrecerrados y los músculos en tensión total, pude ver que el ser se desintegraba ante mí y todos los sonidos cesaban.
¿Se había terminado? Y de ser así, ¿por qué seguía en la cabaña? ¿Por qué aún no podía escapar de mi propia mente? No… no se había terminado.
-Eres diferente –una voz femenina y agradable me susurró al oído-. Podrías haberlas salvado –notaba su presencia detrás de mí… y su aliento en mi nuca-. Pero decidiste ser un cobarde…
Algo húmedo se restregó por mi cuello. Sin poder moverme, bajé la mirada y vi una de las lenguas, repletas de llagas y pústulas, recorrer mi piel. Y luego otra, lamiendo mi cara. Y una de esas pinzas restregándose por mi entrepierna con suavidad.
Las lenguas rodearon mi cuello y comenzaron a presionar, cada vez más fuerte, cada vez con más violencia, hasta el momento en el que desperté por fin. Y solo entonces vi la cruda realidad: la presión no cesaba. No seguía en el sueño, pero la maldita presión no cesaba.
Estaba colgando de un árbol, con una soga en el cuello, asfixiándome. Me retorcí con fuerza, intentando alcanzar la cuerda y subir por ella, levantando mi propio cuerpo, pero ya era demasiado tarde.
Justo enfrente de mí, a menos de veinte metros, pude ver en mis últimos segundos, la ancha pata de lo que parecía ser una torre de comunicaciones y… mucho más arriba, unas antenas gigantes que vibraban con una fuerza inestable.
Más convulsiones… más convulsiones… un sonido atronador… unas luces blancas cegadoras… y finalmente… silencio…
Este relato está basado, por supuesto, en un videojuego y si queréis saber cuál es, aquí tenéis vuestra respuesta: Outlast 2
Doctor en Filosofía. Campeón del mundo de futbolín. Mira la magia de mi melena. Practico el deporte y la cultura. Rey Emérito de Orgullogamers.