Probablemente estamos en la época del «boom» seriéfilo, y es que estas han pasado a ser uno de los temas más recurrentes con los que entablar conversación.
«Tony Soprano. Y con él faltan las palabras» |
Esta entrada contiene spoilers de Los Soprano, The Shield, Breaking Bad, Sons of Anarchy y Narcos.
Series como Game of Thrones, Stranger Things, Narcos, Black Mirror o la mediocre pero archipopular The Walking Dead están en boca de todos. No obstante esto no es algo realmente nuevo. En menor medida, probablemente debido a lo limitado de las redes sociales de aquella época, hubo otra especie de «boom» con dos series que sin duda han marcado un antes y un después en el drama televisivo. Hablo, como no puede ser de otra forma de The Sopranos y The Wire, dos series que, sin ser mis favoritas, las catalogo de esenciales.
Walter White. El archiconocido Heisenberg. No conocer a estas alturas Breaking Bad está penado con 3 años de cárcel y una multa de 735.000 bolívares. Fuera coñas, creo que no merece presentación. Walter White es el más puro reflejo de Tony Soprano en la era post-Soprano. Un simple profesor al que le descubren cáncer y se mete a cocinar metanfetamina para generar todo el dinero posible para dejarselo a su familia antes de que la parca se reúna con él. Como es obvio el ego le termina pudiendo. El personaje que crea (Heisenberg) se como a su yo (Walter White) conforme van avanzando las temporadas. Lo que en un principio hacía por su familia, provoca que esta se vuelva en su contra y le acabe despreciando (y con razón). Al final tenemos a un Walter White que se da cuenta de lo lejos que ha llegado, de todo lo que ha apostado y todo lo que ha perdido. De que quizás todo aquello que creía tener bajo control no lo estaba, y su cáncer en lugar de acabar con él, se extendió por todo aquello que tocaba. Erving Goffman podía haber fundamentado su teoría en este personaje.
Jax Teller, protagonista de la infravalorada Sons of Anarchy. No os voy a engañar, Sons es mi serie preferida a sabiendas de que no es la mejor. Jax es el joven vicepresidente de la banda de moteros Sons of Anarchy. De primeras puede parecer algo bobo el chaval: es joven, guapo, tiene cierto poder y la vida le va bien. Coño, si hasta espera un hijo de la «ex» yonki de su novia. Pero vaya, todo se tuerce al nacerle el chaval más jodido que Naked Snake al ser tirado por The Boss puente abajo. Total, que se raya mucho y encuentra unos escritos de su padre en los que suspira por sacar a los Sons of Anarchy de la delincuencia y decide llevarlo a cabo. Se da cuenta de que no es tan fácil. Por el camino se casa con su novia de instituto, Tara, la cual no pega nada con la vida que lleva su marido. Volvemos a tener un personaje con dos caras el cual intenta separarlas a toda costa y esto termina por volverse en su contra. Tara es asesinada a manos de Gemma, la madre de Jax, lo que genera que este inicie una ola de extrema violencia que a punto está de terminar con los Sons of Anarchy. Jax termina remediando todo eliminando el factor causante: él mismo.
Pablo Escobar. Qué os voy a decir de este tipo que no sepáis. Es el antihéroe más conocido del momento. Seré breve. Al igual que muchos de los otros, es un personaje que empieza poco a poco y el ego le acaba consumiendo. Sus ansias de poder arrasan con todo. Pone a su país en jaque y a Estados Unidos en problemas. Intenta separar de todo esto a su familia, pero terminan pagando las consecuencias de sus actos. Hablamos de un psicópata que es capaz de estallar un avión de pasajeros solo por sus ansias de poder.
Si habéis llegado hasta aquí tenéis mi más sincera enhorabuena. Tras relatar el conflicto principal de Tony Soprano y pasar por encima las vivencias de los otros protagonistas, creo que la conclusión es obvia. Vic, Walter, Jax y Pablo beben del mismo termo que Tony. Son hombres malos, tipos que no deberían haber nacido. Todo lo que les rodea se termina pudriendo. Los cuatro protagonistas, al igual que Tony, tienen dos vidas completamente diferentes que tratan evitar a toda costa que colisionen, pero esa colisión se acaba produciendo tarde o temprano. Son personajes que infectan todo lo que está a su alrededor y para cuando quieren darse cuenta ya es demasiado tarde. Ya sea un policía corrupto, un cocinero de metanfetamina, un presidente de un club de moteros dedicados al tráfico de armas o un narcotraficante colombiano, todos ellos sin excepción, siguen la línea de Tony Soprano, al que el poder, el ego, la avaricia y, sobretodo, el conflicto latente entre sus dos personalidades, terminó arruinando la vida de sus más allegados y la suya propia.
¿Y repetir este patrón, como de bueno es?. Pues no sabría deciros. De las cinco series que trato, tres están en mi top 3 de series y las otras dos no se alejan de ellas. Al contrario de lo que muchos puedan pensar, Walter y Pablo no son personajes tan originales. Todos sus principales problemas ya los vimos en Tony Soprano. Pero joder, es bueno, es tremendamente bueno. La empatía que desarrollamos hacia el antihéroe es un vínculo fortísimo que nos empuja más y más a ver una serie. Puede que no sea una fórmula nueva ni original. Puede que esté más trillada de lo que quisiéramos. Puede que haya que ser un poco más exigentes a la hora de desarrollar un personaje. Pueden ser muchas cosas, pero no seré yo quién se oponga a la influencia de Los Soprano al mundo seriéfilo si gracias a ello, y a Tony, nos han llegado estas obras maestras. Larga vida a Tony Soprano.
La vida es muy dura y los juegos son muy caros, y para un estudiante ya ni os cuento. Dejo aquí esto, por si me queréis tirar unos dollars a la cara por mi trabajo. También dejo mi Twitter, por si me queréis insultar.
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He escrito dos libros con mis desgracias. Soy sociólogo y redactor a tiempo parcial. Miyazaki y Kojima os como los huevos. También soy un borrachuzo.