Feria: Terror en lo patrio

El terror español, el de Feria, toma una dirección que apunta a lo cósmico. ¿Llegará la serie hasta el estrellato?

Decía Jose María Delgado, modelador 3D y redactor en esta misma casa, en Tras el monstruo del armario, que el terror ya no da miedo, solo asusta. Que se ha vuelto demasiado efectista y poco práctico, dependiente de los efectos CGI y olvidado de los efectos especiales, donde los detalles excesivos limitan los huecos que el espectador rellena con sus propios temores. Estoy completamente de acuerdo con él, pero también agradezco que esto sea así.

Terror españolPersonalmente, me gusta diferenciar el terror en dos sencillas categorías: el terror, propiamente dicho, y el susto del momento. El segundo es aquél en el que se prepara al espectador para un instante concreto y conciso, y después valerse del típico jumpscare repentino que crea un pico de tensión, pero que acaba esfumándose en cuanto somos conscientes de lo sucedido. Desaparece en un abrir y cerrar de ojos.

Mientras que el primero, el terror, es puro arte. Esto suena a elitismo rancio, lo sé, pero dejadme que os explique. El terror juega contigo, manipula tu percepción y altera tus sentidos. Se vale de la banda sonora, de los personajes, los escenarios, la colorimetría, la imagen, los planos, y, en definitiva, crea una atmósfera de tensión que provoca angustia en el espectador y que no desaparece tan repentinamente.

Es un acto de paciencia.

Muchas veces, perdemos la sensación de temor cuando se nos revela la apariencia y naturaleza de la amenaza, y he ahí una de las claves con las que se ha de jugar de manera magistral para que, una vez conocida, no deje de atemorizarnos.

Hay obras que aterran y obras que asustan.

Una de las obras que considero como un ejemplo maravilloso para este caso es Alien Isolation y su magistral uso de la atmósfera en el early game y buena parte de todo el gameplay restante. Al menos hasta que llegamos a conocer la rutina del alien y nuestra mente comienza a crear dinámicas para anticiparnos a la criatura.

En el caso de los videojuegos, el conocimiento de la amenaza nos suele eximir de su temor. El misterio es la principal fuente de terror; perderlo es un riesgo demasiado alto para asumirlo en ciertas obras. Es uno de los grandes hándicap que los desarrolladores deben enfrentar a la hora de construir su obra.

En Rojo: A Spanish Horror Experience, desarrollado por Miguel Moreno, encarnamos a un rojo, un antifascista, que debe rescatar a un amigo en el típico piso de un señor franquista. Su tráiler, una maravilla en sí mismo, comienza con una canción típica de la España de nuestros abuelos (Campanera, de Joselito), y reza así:

En el juego, la atmósfera se construye a través de los componentes sonoros, como efectos de sonido y música de ambiente, y visuales, con elementos icónicos de la cultura franquista dejando ver, claramente, lo rancio y terrorífico de esta. No puede faltar el retrato del rey y la estampita del niño Jesús.

Sus mecánicas son típicas del género, tales como la primera persona, el bamboleo de la cámara, la linterna para poder contrarrestar los entornos con casi absoluta falta de luz, etc. Esto también ocurre en Alien Insolation, pero su brevedad ayuda a que el terror infundido por la criatura se difumine de una forma más lenta, llegando casi intacto al final de la obra.

Además, como bien dice José María en su artículo, la credibilidad, el sentirnos vulnerables, es algo que facilita la inmersión y que en Rojo ocurre, pero en Alien Insolation es más costoso debido al escenario donde transcurre la narrativa, y por ello debe hacer un esfuerzo extra para suplir esa carencia. Esto lo hace de una forma espectacular valiéndose de la inmersiva atmósfera que sumerge al jugador en la Sevastopol.

En Feria: La luz más oscura ocurre algo similar. Todo transcurre en un pueblecito andaluz, que da nombre a la serie, en los años 90. Eva y Sofía descubren que sus padres han cometido un crimen atroz y ahora deben aceptar la terrible noticia y vivir las consecuencias de esto. Sus padres son unos monstruos, alejados de las figuras que tanto amaban y respetaban.

Esto podría ocurrir a día de hoy. No enumeraré ejemplos por no hacernos mala sangre, pero basta con hacer una rápida búsqueda en internet para encontrar casos similares.

Terror español

El acento en las estrellas

Alien Isolation y Rojo: A Spanish Horror Experience no son ejemplos escogidos al azar. Isolation es una ópera espacial que, aunque la procedencia del alien se aleje del espacio, está fuertemente marcada por este. Rojo encarna el terror patrio, de nuestras raíces, esa parte fascista, rancia y arcaica que todavía permea en nuestra sociedad como una sombra que cada vez se aleja más de la vergüenza y se ve validada para gritar con más violencia. El terror español debería beber más de esto, en mi opinión.

Feria aúna lo patrio y lo cósmico

Recoge los tropos del horror lovecraftiano, tales como el retorcimiento de la realidad que se acerca más a una locura vívida, un mal sueño, una pesadilla, o los rituales sectarios fruto de una creencia arraigada y de otro tiempo, tan antigua como la vida misma, y los abraza con el arte propio que Andalucía porta en su tierra. Todo esto sin perder la esencia de sus raíces. 

Terror españolComo decía Enrique Gil, conocido en YouTube como Reseñas Cortas y ensayista en otros medios, en su vídeo sobre Blasphemous y la cultura andaluza, el acento es algo nuestro, arraigado en la cultura, y algo precioso que reivindicar alejado totalmente de cualquier motivo de vergüenza.

El acento y la dicción, o vocalización, son cosas diferentes pese a que el público suela confundirlas a propósito para atacarnos con insultos tales como «paletos», o por simple desconocimiento. Lo primero es propio de la región en la que naces, creces, aprendes y maduras. Lo llevas dentro y conforma buena parte de la imagen que presentas al mundo y a los demás. Es una porción de ti mismo. Lo otro es un problema, o una característica nada nociva, que puede solucionarse acudiendo a un profesional para que, con cierto esfuerzo y práctica, desaparezca a lo largo del tiempo.

A nadie le sorprenderá esta afirmación, pero, como digo, el acento es parte importante de la identidad de nuestras zonas. España es muy rica en cultura, diversificada en su territorio, y distinta, pero similar entre sí; eso es digno de maravillarse. El acento neutro no es más que una excusa elitista falta de representación real.

Durante muchos años las personas con acento marcado, propio del sur en mi caso, hemos intentado neutralizarlo, avergonzándonos de ello y forzando nuestra habla hasta perder la naturalidad en el proceso.

Feria no se avergüenza de su acento y parece obvio, pero ¿por qué debería hacerlo? ¿Qué razón hay detrás de que los distintos acentos se perciban como algo negativo? Más allá del, y cito a Enrique Gil, «tufito pobre que no le gusta a los señoritingos», no encuentro otra explicación.

Los acentos siempre han representado al pueblo

Mi sangre mezcla raíces de Andalucía y de Murcia, y como persona con un acento muy marcado, me llena el corazón (permitidme ponerme sentimental) ver como cada vez más producciones mainstream, dirigidas al gran público, se enorgullecen de nuestras raíces en lugar de avergonzarse de ellas. No necesitamos copiar producciones hollywoodienses para que el terror español sea digno de sí mismo; España está llena de profesionales con talento que se dejan la piel trabajando duro para sacar adelante pequeños, medianos y grandes proyectos.

Terror español

Españoles, el miedo ha muerto

30 Monedas es otra producción que, como Feria, bebe directamente de la fuente cósmica del horror y le suma elementos propios como una religión marcada, pueblos alejados de las ciudades y acentos. Se posicionó como la serie más vista en HBO el pasado año. Hasta hace unos días, Feria: la luz más oscura se encontraba en el top 10 de contenido más visto de España en Netflix, aumentando así las posibilidades de continuar la serie con una segunda temporada.

No han sido muchas, pero me han llegado ciertas críticas sobre el final de Feria que no comentaremos por no fastidiarle la experiencia a nadie, y lo cierto es que mi opinión oscila de acuerdo con ellas, y hasta las extrapolaría a 30 Monedas. Estas critican que el desenlace rompe con aquello que ambas series construyen a lo largo de las horas, llegando a sentirse del todo anticlimático. Imagino que acabar con un gran colofón es la forma de dejar al espectador con la boca abierta y un inicio espectacular en lo que podría ser una más que posible segunda temporada, que en el caso de 30 Monedas ya está confirmada y se estrenará en algún momento de 2023.

En las obras mencionadas hasta ahora, el misterio que atrapa y aterroriza al espectador se revela de forma lenta, episodio a episodio hasta que, de pronto, las revelaciones explotan y comienzan a sucederse una tras otra. En el mismo momento en el que ese misterio se presenta como algo físico y tangible comienza a jugar bajo las reglas que todos conocemos y las leyes naturales del mundo cotidiano deben hacer presencia u ocurrirá lo inevitable: la amenaza dejará de percibirse como algo terrorífico y comenzará a tornarse injusta, tanto para el espectador como para los personajes, que no dejan de ser el elemento vehicular para que el espectador empatice y se sumerja en la obra.

Acabamos perdiéndole el miedo

En Feria, sin entrar en spoilers, hay un momento en el que la amenaza se vuelve tangible y, pese a verse envenenada por algún tipo de elemento presente en nuestra atmósfera, no sé rige por las leyes naturales del mundo físico y es ahí cuando la incredulidad hace presencia. Ese algo, ese elemento desconocido que les otorga cierto aire de invulnerabilidad a las amenazas, se torna contraproducente.

Terror español

Curiosamente, en el caso contrario se convierte en un arma de doble filo. Hay que ser muy hábil para darle las herramientas al espectador y lograr que no las utilice para desinflar tu obra. Y es por eso mismo que la suspensión de la incredulidad queda, valga la redundancia, suspendida.

Stephen King, el maestro del terror, escribía en IT una de las frases más acertadas que jamás he leído y que se quedaría grabada en mi retina desde ese momento.

"Todas las cosas vivientes deben regirse por las leyes de la forma que habitan".

Resulta complicado. Los personajes deben poder defenderse de aquello que los amenaza. ¿Pero cómo lo hacemos? Una vez que somos conscientes de sus vulnerabilidades, ¿cómo se consigue que el espectador siga temiéndolo? Antes comentaba que las producciones de terror, también el terror español, se han vuelto más efectistas. Antes rellenábamos los huecos que los animatrónicos y los efectos especiales no eran capaces de solventar pese a ingeniárselas con distintos materiales o texturas. Ahora, los efectos CGI no dejan detalle a la imaginación dada la propia naturaleza de los efectos hiperrealistas.

Pese a que el monstruo de IT posea poderes cósmicos y capacidades que enloquecerían a cualquiera que ose siquiera imaginarlas, en Feria no ocurre lo mismo. Por mucho que la amenaza proceda de otra dimensión o plano existencial, en el mismo momento que se interna en el nuestro debe regirse por las leyes naturales de este lado y el impacto del ser humano en esa amenaza debe percibirse como algo posible aunque parezca del todo improbable.

Terror español

Adiós, querido monstruo

Para finalizar, comentaros que el reparto de Feria: la luz más oscura me ha parecido sublime, en especial la interpretación de Ana Tomeno, que encarna a Eva, Jorge Motos, que es el carismático Chisco, e Isak Ferriz, que da vida al inspector Guillén.

La construcción de personajes y las interrelaciones entre sí están mostradas con naturalidad. Los diálogos tiran por lo orgánico, aunque hay ocasiones puntuales donde lo funcional toma prioridad. Con sus más y sus menos, Feria está llena de cariño, de trabajo duro, de carisma y de un talento capaz de romper la pantalla.

Algunas de las escenas, sobre todo en el inicio de la obra, son tan potentes que aún se repiten en mi memoria. No innova en nada, eso es cierto, pero ¿qué importa? La manera en la que nos narra los hechos resulta perfectamente funcional y clara; sabe lo que quiere contar y así lo hace.

Personalmente, me habría gustado que la amenaza en ambas producciones hubiese seguido siendo del todo indefinida, al menos en la primera temporada, y que así su desarrollo se construyera de forma más lenta y progresiva en las siguientes. Habría estado bien poder paladearlo sin prisa, pero resulta que los ritmos del consumidor y de las productoras exigen mayor efectividad y rapidez que mis tendencias personales.

Debemos adaptarnos a los nuevos tiempos

Hay algo que me susurra al oído. Un monstruo que se presenta bajo el nombre de Ansia, que me hace pensar que faltan algunos minutos de metraje. Tal vez por ello el final me resulte tan apresurado. Espero ver, con una impaciencia digna de otro mundo, como Eva, Sofía y Guillén sufren las consecuencias de sus decisiones.

 

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