Relatos Solidarios. Misión: salvar a los niños

Después de unos cuantos miércoles de sequía en cuanto a recepción de relatos, Lidia llega para salvar la situación. Y no sólo eso…viene con una misión…Salvar a los niños.

"Misión: Salvar a los niños"

Muy buenas a todos y bienvenidos de nuevo a vuestra cita con la literatura, bienvenidos a los miércoles de relatos. "Salvar a los niños" es el título de la interesante aventura que Lidia Castro ha preparado para vosotros. ¿Estáis preparados? Pues adelante. Aprovecho un segundo, para deciros que aún está abierto el…bueno, no lo catalogaría de "plazo", más bien digamos que tenéis hueco para que nos enviéis vuestros relatos a redaccionog@gmail.com . La idea es reunir unos 30 relatos para empezar a mover la siguiente fase. 
Ahora si. Os dejo con:

Misión: salvar a los niños
Por Lídia Castro Navàs
Éramos
los guardianes del futuro para acabar con una lacra: los colonos que con su
magia negra provocaban la muerte de muchos niños inocentes. Cáncer. Así es como
lo llamaban en el pasado de la historia de la Tierra. Siglos después sabíamos
que su causa no era médica, sino mágica. Había que acabar con ellos en el
futuro y así salvaríamos a los niños en el pasado.
Nos
dirigimos en busca del jefe de los colonos insurrectos. La misión era nueva y
la emoción ante lo desconocido corría rauda por nuestras venas. Nuestro
objetivo estaba claro: acabar con el jefe alienígena que había provocado esos
infanticidios.
Esta
vez nos desplazamos, en una escuadra de tres, a un planeta que antaño fue amigo
y próspero, pero que en ese momento se encontraba abandonado y en ruinas. Los
edificios habían sido reducidos a meros amasijos de hierros suspendidos sobre
un océano agitado; y convertidos en el escondite perfecto de esos miserables
invocadores de demonios.
—Escoged
vuestras mejores armas —aconsejé a mis compañeros—, vamos a necesitar todo lo
que esté a nuestro alcance para hacerles frente.
—Sí
—respondió raudo uno de ellos—, la mejor opción es la munición eléctrica, pues
acaba con sus escudos mágicos rápidamente.
Llegamos
a un puente metálico que unía nuestra plataforma con aquella donde se hallaban
los enemigos. El puente, aunque maltrecho, aún era practicable. Accedimos al
interior del bloque a través de una grieta, situada en una pared de brillantes
colores, que daba paso a una plaza, rodeada de escaleras, edificios con
balcones y jardineras rebosantes todavía de vegetación.
Allí
se congregaban una multitud de enemigos que protegían la única puerta que se
mantenía cerrada con runas. Mientras nuestro espectro nos ayudaba en la
apertura de esa puerta, nosotros lo defendimos, eliminando a tantos enemigos
como nos fue posible. Los caballeros de las hordas contrarias contaban con un
escudo mágico que recubría sus cuerpos y los hacía más resistentes a las balas;
por suerte, el elemento eléctrico de nuestra munición funcionó de forma eficaz
para eliminar esos escudos, tal y como había recomendado mi segundo de a bordo.
Una
vez abierta la puerta, accedimos rápidamente a su interior, aunque no hallamos
tregua en nuestra lucha, pues dos caballeros más flanqueaban a un ogro
escupidor de rayos fulminantes. No nos bastó con usar toda nuestra munición
pesada, sino que tuvimos que hacer uso también de nuestras granadas de mano,
pozos de poder y escudos pantalla para hacerles frente.
Cuando
acabamos con ellos, no sin lamentar algún incidente, pudimos seguir hasta
llegar a la zona donde dos magas estaban protegiendo un orbe de luz. Nuestra
prioridad era conseguir ese orbe para acabar con la vida de dos aulladores
letales que estaban protegidos por magia oscura.
El
tercer miembro de mi escuadra, un cazador con la habilidad de acechador
nocturno, consiguió ese orbe sin problemas al hacer uso de una granada que lo
hacía invisible durante unos segundos; tiempo suficiente para acabar con la
vida de esos dos aulladores que nos impedían el paso.
Descendimos
por el hueco de un edificio en ruinas hasta llegar a una zona que había sido
por completo transformada por los enemigos: grandes cantidades de tierra y
residuos de origen desconocido se amontonaban en las esquinas; y entre tanta
maleza, unos cristales, del violeta más brillante que había visto jamás, lucían
desperdigados aquí y allá.
—¿Qué
son esos cristales? —pregunté inquieta.
—Son
obra de rituales de magia oscura —respondió mi espectro—. Contienen la luz de
guardianes sacrificados.
—¡¿Qué?!
—exclamé aterrada. Mis dos compañeros se mantuvieron en silencio, no sin
expresar su disgusto a través de sus rostros desencajados.
—Además,
usan su luz para bloquear las puertas, así que no hay otro remedio, hay que
destruirlos.
La
orden fue clara: para poder continuar debíamos romper esos cristales que
contenían la luz de otros guardianes como nosotros. Eran urnas contenedoras de
la esencia que antaño fueran vidas humanas.
Decidí
no pensar en eso en el momento en que destrocé el primero de esos cristales con
ayuda de mi fusil automático. Por el camino tuvimos que destruir muchos más:
decenas, tal vez centenares; preferí no contarlos.
Llegamos
a un patio abierto con dos zonas a distintos niveles y separadas por una larga
escalinata. Otros dos ogros escupidores de rayos nos esperaban, uno en cada
zona, con una horda de enemigos que nos dificultaban el avance. Era preciso
acabar con todos ellos con paciencia si queríamos acceder al edificio al que
nos dirigíamos sin causar baja.
En
las paredes blancas centelleaban carteles luminosos que antes servían de
carteles publicitarios; ahora su uso se reducía a ser los focos que daban luz a
una batalla encarnizada que estaba teniendo lugar entre nosotros y los devoradores
de almas.
Usando
toda nuestra munición pesada conseguimos hacerles frente y acceder a nuestro
destino: un nuevo edificio. Descendimos por unos pasadizos, hasta el extremo
oscuros, solo iluminados por las brillantes cabezas de escoria explosiva que
iban emergiendo de las mismas entrañas de la tierra. Tuvimos que matarlos antes
de que nos alcanzaran; solo que uno de esos explosionara, a modo de kamikaze
alienígena, cerca de nosotros la muerte estaba asegurada.
Finalmente,
llegamos a una caverna donde se encontraba el creador de toda aquella magia
negra que había causado la muerte de tantos niños: un aullador enorme; el padre
de todos los aulladores nos daba la bienvenida girando sin parar y enviándonos
sus disparos violetas capaces de evaporarnos de un solo roce.
Hasta
dos oleadas de enemigos debimos sortear para conseguir que ese aullador
recibiera algo de daño por nuestra parte. Y, después de vencer a dos ogros más
y una maga, el maldito engendro, ya casi a punto de sucumbir, se protegió por
una aureola en lo alto de una plataforma flanqueada por otras dos magas con
escudos.
De
nuevo, tuvimos que hacer uso de un orbe que, cogido con cautela por uno de
nosotros, mientras los demás despistábamos al aullador y a las magas, fue
depositado con premura en la base de la plataforma donde se había resguardado
el destructor.
La
explosión del orbe provocó que el aullador bajara muy dañado de esa plataforma
y se posicionara en el centro de la gruta, a muy buena distancia para gastar
nuestras supers. Primero, fue mi
compañero el cazador, que haciendo uso de su arco, inmovilizó al enemigo; cosa
que yo aproveché, para lanzarle mi tormenta eléctrica que acabó finalmente con
él. El aullador se precipitó al suelo destrozado e inerte, junto con sus secuaces,
que se desvanecieron evaporados en el mismo momento.
Con
su muerte, no solo habíamos liberado la luz de muchos guardianes sacrificados
en vano, sino que por fin habíamos eliminado esa lacra llamada cáncer de la
Tierra. No pudimos devolver la vida a los niños que la habían perdido, pero con
nuestra victoria garantizábamos que ningún otro niño volviera a sufrir cáncer.
Basado
en >>el asalto “La canción de Savathûn” de Destiny 2 <<
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JM Vanjav

Muy logrado Lídia, el sacrificio es el pago que la victoria exige como tributo. En este caso, bien merecido y honrados por ello, amén.

Lídia Castro Navàs

Muchas gracias, JM. El pago es alto, pero ojalá se pudiera llevar a cavo de este modo en la realidad. Gracias por pasarte y comentar. Un saludo 🙂

Anónimo

No estaría mal tener un objetivo definido para terminar con ese ogro que se lleva a los niños… Aunque en la historia los malos tienen muy mala puntería, jeje, y los buenos son unos superhéroes, ¡qué pena que no sea igual en la realidad!
Muy bueno, Lidia.
Un abrazo.

Lídia Castro Navàs

¡Pues sí que es una pena que no sea así en la realidad! Aunque eso de que tienen mala puntería… jajaja depende de las vidas que uses para pasarte la pantalla 😉
Muchas gracias, Estrf. Gracias por pasarte y comentar. Un saludo 🙂

yomismx

Molt bo, Lídia. Cada cop m'agrada més l'estil fantàstic, futurista; els jocs temporals i les seves possibles conseqüències.
Una abraçada molt forta!

Lídia Castro Navàs

Moltes gràcies, Javi. M'alegra que t'atregui l'estil i et captivi cada cop més. És el que té la fantasia, que atrapa!! jeje.
Gràcies per passar-te i comentar.
Una abraçada 🙂

Francisco J. Martín

Muy bueno Lidia, que la magia blanca superemsiempre a la oscura y negra, un abrazo.

Lídia Castro Navàs

Si así fuera, el mundo seguro que iría mejor. Muchas gracias por pasarte y comentar, Francisco. Un abrazo 🙂

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