Abzû, el hermano pequeño de Journey, con sabor a sal.

Surcar los fondos marinos sin tener que respirar durante horas… El sueño de cualquiera. Abzû nos brinda esa oportunidad sin movernos del salón de casa y poder gozar des del sofá de la belleza de un mundo que tenemos ahí al lado pero que parece de otro planeta. Abzû es el primer juego del estudio Giant Squid donde el director de arte es ni más ni menos que Matt Nava, el mismo que se encargó del apartado artístico de Journey.

Con estas credenciales no hacía falta más para que me sacaran el dinero el día del estreno. Descargo -ocupa poco- arranco el juego y me sumerjo en las aguas cristalinas de una obra de arte.

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Porque Abzû y Journey en realidad son más expresiones artísticas que no juegos a los que estamos acostumbrados últimamente. Esta afirmación es la que echa para atrás a muchos jugadores que no ven un reto en este pequeño juego que esconde algo más grande que todos los demás: Jugar por el mero hecho de disfrutar de un espectáculo audiovisual. No poder morir o no tener un objetivo fuertemente marcado salen de los cánones actuales del game design mainstream. En cambio tenemos delante nuestro un juego que nos llama a jugarlo por el simple hecho de tener una buena experiencia, digamos… sensorial. Nos sentaremos en el sofá dispuestos a vivir un rato tranquilo buceando en entornos preciosos. Ese es el gancho del juego, cambiar la diversión trepidante por la intención de conmover con paisajes marinos de ensueño, aliñados con una música celestial.

En el juego -porque sí es un juego- se trata de bucear. ¡Alarma! Bucear y videojuegos no son buenos amigos. Tenemos infinidad de ejemplos en muchos videojuegos, donde los momentos que hay que bucear pueden poner nervioso hasta el más templado de los Jedi, dado su difícil control. En Abzû es un logro lo simple y bien logrado que esta el control que tenemos sobre el personaje a la hora de bucear. Dos botones y el joystick y ya podemos completar el juego.

Podemos encontrar infinidad de especies fielmente recreadas, no solo
gráficamente sino que también hay un trabajo brutal sobre la recreación
de los movimientos de los distintos animales marinos

Controles sencillos, junto con puzzles fáciles y un apartado artístico donde menos es más, hacen de Abzû esta pieza delicada dentro de nuestro catalogo de grandes aventuras épicas y momentos de acción bestiales con gráficos sobrecogedores.

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El apartado artístico es lo que más destaca del juego. En realidad hay muy poca diferencia con Journey. De hecho si recordáis los últimos minutos de Journey donde subíamos al último templo volando entre animales que parecían marinos, es exactamente lo que hacemos aquí pero esta vez bajo el mar.

Y es que la recreación del fondo marino es de una sencillez y un nivel de detalle que engancha hasta el punto en que el juego nos permite sentarnos en una piedra y meditar. Cuando meditemos podremos navegar, moviendo la cámara libremente, por el escenario con total libertad, casi como si fuera un acuario. Entonces nos daremos cuenta del nivel de detalle en la recreación de los paisajes submarinos. Toda clase de plantas marinas, algas, corales, peces, mamíferos y hasta estrellas de mar que se mueven en el fondo arenoso.

Podemos encontrar infinidad de especies fielmente recreadas, no solo gráficamente sino que también hay un trabajo brutal sobre la recreación de los movimientos de los distintos animales marinos. No se mueve igual un cachalote que un delfín o un manatí.

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El juego se me ha hecho corto la verdad, con poco más de una hora puedes hacer la primera pasada al juego entero, eso sí sin recrearse mucho. Después puedes alargar la experiencia liberando más especies o simplemente recorriendo cada rincón de los arrecifes o dedicarte a saltar con los delfines en la superficie -algo que recomiendo fervientemente-.

 Abzû debería ser otro de los buques insignia de la cruzada para
hacer llegar el mundo del ocio videojueguil a todos los públicos y
sobretodo reivindicar el videojuego como obra de arte

La historia, como en Journey, se nos va contando por el camino. También nos encontramos templos en ruinas bajo el mar y aunque exploremos mucho, en realidad el camino a seguir es un «pasillo» claramente marcado. Si nos centramos en la historia para mi flojea un poco, sobre todo si lo comparamos con Journey, cosa que no creo que se deba hacer, pero ya veréis que es casi inevitable dada su gran similitud. Como decía, la historia no me ha enganchado nada. Lo he disfrutado más en el sentido de experiencia audiovisual. ¡De hecho solo hemos hablado de lo visual y no del audio!

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El apartado sonoro es excelente al igual que el de Journey. Podemos oír a las ballenas comunicarse o el estruendo de un pez espada adentrarse en un banco inmenso de arenques para comer. Pero obviamente lo más destacado del apartado sonoro es la música, que otra vez recae en el compositor de la banda sonora de Journey, a la que tengo especial cariño.

Austin Wintory ha hecho una banda sonora otra vez excelente, pero claro, es inevitable compararla con la de Journey y como en el caso de la historia, también pierde. No por mala, sino porque le falta, a mi juicio, personalidad. En Journey la banda sonora ayudaba a meterte en el mundo de ruinas y civilizaciones extinguidas y te empujaba a saber más y a seguir. Junto con los escenarios formaba un ente que sumaba a la experiencia. En Abzû la banda sonora acompaña a un apartado artístico que sí es el que atrae al jugador. Obviamente suma, pero no es importante en sí misma. Si la escuchamos sin el juego, simplemente la encontraremos bella. En cambio si escuchamos la banda sonora de Journey sin jugarlo, puede conmovernos por sí sola.

Un muy buen juego, que aúna fuerzas para esta nuestra causa… La de hacer ver a la gente que los videojuegos pueden conmover, son muy distintos entre sí -no todos son de disparar- y pueden ser una representación artística digna de un museo. De hecho Abzû debería ser otro de los buques insignia de la cruzada para hacer llegar el mundo del ocio videojueguil a todos los públicos y sobretodo reivindicar el videojuego como obra de arte, al igual que el cine, la literatura o la música.

Si lo comparamos con Journey, para mí, pierde. Pero en realidad si Journey no existiera debería ser un juego de compra obligada. Dicho esto, no debería faltar en cualquier colección buena de juegos. Tenemos una excelente segunda parte de Journey, pero esta vez, como cantaba el gran Sebastian, bajo el mar.

by @orivader

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