Comando Incógnita

Comando Incógnita, es el título del nuevo relato llegado a la redacción para nuestra iniciativa de Relatos Solidarios y como cada miércoles,  publicamos puntualmente. 

«Comando Incógnita»

Aunque vuelva a mencionarlo cuando se tercie por nuestra cuenta de Twitter, os lo voy adelantando por aquí. La sección de Relatos va a tomarse unas vacaciones los meses de Julio y Agosto. Pero sólo lo que concierne a las publicaciones en la página, es decir, que nuestro correo seguirá activo esos meses de Julio y Agosto para que podáis seguir enviando vuestros relatos a redaccionog@gmail.com 

 Relatos como el del amigo @frankyoaks que le gustó la experiencia de participar con nosotros y repite con este excelente relato sobre un videojuego muy conocido. He de confesar que esta vez me ha costado adivinarlo y he tenido que tirar de «solución», pero estoy convencido que vosotros, estaréis más alerta que yo, aunque disfrutar, disfrutaremos por igual de esta magnífica historia. Os dejo con ella.

Comando: Incógnita
                Giroud bajó la rampa que le llevaba de la relativa
seguridad del interior de la aeronave, a un parking en donde varios coches
ardían dibujando fantasmagóricas sombras sobre el asfalto. El sol estaba
escondiéndose ya y tan sólo una leve luz iluminaba los edificios cercanos.
Afortunadamente, las farolas del recinto estaban encendidas, lo que les
permitía tener una mejor visión de lo que les rodeaba. El grupo de soldados fue
bajando de uno en uno hasta un total de seis y se desplegaron rápidamente
cubriendo buena parte del parking. 
Giroud se puso tras un pequeño muro que delimitaba el recinto. Antaño
blanco, ahora era un mural de grafitis y… agujeros de bala. También había
algunos impactos que no eran de proyectil. Era un arma de la que ya le habían
hablado. Como gesto instintivo se ajustó el chaleco relleno de klevlar. Sabía,
por lo que le habían contado, que no era un seguro de vida, pero aun así se dio
unos golpecitos en el pecho y se tocó el cuello del chaleco. Se miró las mangas
del uniforme y vio la bandera francesa. Él era francés. Su abuelo había luchado
en la segunda guerra mundial contra la Alemania Nazi, ahora él luchaba en otra
guerra.

                Ralf llegó a su lado y
casi se tendió junto a él. El recién llegado era muy alto, casi medía los dos
metros, y tuvo que agazaparse mucho para no sobresalir y correr el riesgo de
recibir un disparo. Giroud se fijó en la bandera que tenía Ralf en las mangas y
sonrío. Era la bandera alemana. En sus hombros, también era visible sus
galones. Ralf era sargento. Un sargento fuerte y duro, pero fuera del campo de
batalla era una persona tranquila e incluso bromista.
                – Tenemos que ir hasta la
pared de la tienda de deportes – Dijo el sargento alemán señalando
enérgicamente con la mano el camino a seguir – Quiero que te quedes en la
esquina hasta nueva orden.
                Giroud asintió. Iba a decir algo pero una voz sonó
por los auriculares que ambos llevaban. Era el Teniente Jin.
                – Tiger, estad atentos – Dijo la voz – Han detectado
hostiles acercándose a las doce –
                – Afirmativo – Respondió Ralf – En marcha – Dijo golpeándole  hombro
                – ¡Eh Ralf! – Dijo Giroud – ¿Cuándo tendré mi mote? –
Preguntó sonriendo el joven francés
                – Cuando dejes de ser un novato inútil – Respondió
guiñándole un ojo.
                Giroud corrió en dirección a la esquina que le habían
ordenado. Al llegar, se escondió y se asomó un poco para cerciorarse que no
había enemigos cerca. No había nadie, aunque si el teniente había avisado de
presencia enemiga, es que tenía que haber. El Teniente Jin fue al primero que
conoció cuando fue destinado a esa unidad. Era japonés, pero para nada el
típico asiático. Era fuerte y alto para ser de ese lugar en el mundo. Portaba
un fino bigote y muchos tatuajes en los brazos. Uno de ellos era el de una
bella mujer. Se decía que era su esposa, muerta durante la invasión.
                Giroud salió de sus pensamientos cuando vio al cabo
Robles correr a pocos metros de él. Se colocó tras un camión y le hizo la señal
de que todo iba bien.
                El Cabo Robles… todo un personaje. Siempre tenía un
chiste, una broma, una travesura… pero también tenía la palabra adecuada para
cada momento. Era su compañero de cuarto y a quién le correspondía el “honor”
de buscarle el mote como veterano. Se corría el rumor que le quería llamar
“Irritado”, pero Giroud sabía que era broma y por qué había hecho correr ese
rumor. Al poco de entrar, Robles le cambió el aftershave por colonia, lo que le
produjo una irritación importante al joven francés.
                – Estad atentos… – La voz del teniente volvió a sonar
por el intercomunicador – Una figura sospechosa avanzan a las doce hacia vosotros
                Giroud se asomó otra vez, pero ante él sólo había
coches y escombros de los edificios cercanos.
                – Halcón, sube a esa grúa y mantén los ojos
abiertos  – Ahora era la voz de Ralf la
que hablaba.
                Halcón era Carlo. El francotirador del grupo. Italiano,
concretamente de Sicilia. No era muy sociable, con treinta años recién
cumplidos había sido expedientado varias veces en la unidad. Tenía un problema
de disciplina, aunque en combate no había visto nada igual. Carlo era capaz de
darle a un bote pequeño a más de quinientos metros
                – Giroud – Dijo el Sargento Ralf por la radio –  Avanza a esta ambulancia que hay a tus diez –
                El muchacho francés se asomó a la esquina. Allí
estaba la ambulancia. En circunstancias normales, los doscientos metros que le
separaban de su nueva posición le parecerían pocos… pero la perspectiva de
recibir un disparo en la carrera no le hacía gracia. De pronto, una figura le
hizo señales desde el vehículo al que tenía que correr. Era Ekaterina. Mejor
dicho, Valkiria. Era la única que incluso fuera de las misiones, era llamada
por su alias. Giroud sabía muy poco de ella. Era rusa, concretamente de Samara.
No tendría que ser muy mayor y aunque tenía un carácter muy amigable, a veces y
sin motivo aparente, se encerraba en si misma. A Giroud le gustó desde el
primer día, pero Valkiria estaba muy lejos de su alcance.
                El muchacho cogió y aire y salió corriendo sujetando
con fuerza su arma. El poco ruido que hacía al correr se le antojó como si
llevara cascabeles. Se sintió diana e inconscientemente, en el tiempo que tardó
en llegar a la ambulancia,  esperó el
impacto de algún disparo enemigo. Pero no ocurrió.
                – ¿Estás bien? – Le preguntó la chica con una
sonrisa. Esa sonrisa que tanto le encantaba y que por desgracia, le dejaba
siempre sin palabras. Así que sólo pudo asentir.
                – Brillo – Dijo Robles por la radio
                Valkiria y Giroud se asomaron por el morro de la
ambulancia. Efectivamente, alguien hacia señales con una linterna.
                – Halcón… – Dijo 
el Teniente Jil – ¿Qué ves?
                – Limpio… nadie le sigue –
                Giroud miró hacia la grúa desde donde Halcón vigilaba
con su mira telescópica. Eso le hizo sentirse un poco más seguro y se recriminó
el miedo que tuvo momentos antes cuando corría. Halcón estaba ahí.
                Val respondió a las señales del individuo con otra
linterna, pero esta lanzaba destellos rojos.
                – Objetivo en movimiento – La voz de Halcón sonó y
automáticamente todos se pusieron tensos. Si alguien le había seguido, atacaría
ahora. Pero no hubo disparos y el hombre llegó a la posición de Val y Giroud.
Era Jarrell Smith. Un tipo moreno, alto, fuerte, con aspecto de soldado, pero
enfundado en un traje que había vivido mejores tiempos.
                – Habéis tardado mucho – Dijo el hombre jadeando y
portando un maletín
                – Esto no es un parque de atracciones – Respondió Val
– ¿Son los documentos? – Preguntó señalando el maletín negro y lleno de golpes.
Jarrel asintió intentando recuperar el aliento
                – Tenemos el objetivo y al equipaje – Dijo Giroud por
la radio
                – Repliéguense a la zona de recogida – La voz del
Teniente Jil sonó mezcla de emoción, alegría y enorme preocupación
                – En marcha – La voz, siempre femenina de Val,
parecía mutar en esos momentos, pero no le quitaba el menor de los atractivos.
                Valkiria fue la primera en salir del escondite, tras
ella, Jarell y cubriendo la retaguardia Giroud. Los tres corrieron hasta la
fachada de la tienda de deportes. Allí esperaron unos segundos. Ahora era
Robles el que abandonaba su posición y corría hacia un grupo de coches apilados,
puestos así, fruto de una explosión.
                De pronto, algo impacto en la esquina desde donde
Giroud miraba lo que le hizo esconderse. El impacto se repitió en el suelo. El
proyectil era como un haz de luz verde tan caliente, que el muchacho notó el
calor al pasar.
                – ¡Nos atacan! – Era Ralf el que gritaba por la
radio.
                – ¡Halcón! – Gritó Jil
                Durante unos segundos este no respondió
                – Están en la boca de metro – Respondió con la
tranquilidad que le caracterizaba – A unos cien metros a las diez
                – ¡Replegaos! – Jil gritaba y gritaba – Tengo lectura
de diez señales acercándose a las dos
                El arma de Halcón realizó dos disparos y todos sabían
que eso significaba dos bajas al enemigo
                – Dales fuerte – Dijo Giroud mirando hacia donde
estaba su compañero al tiempo que veía otro destello de un disparo y el ruido
característico de su arma
                – Vámonos – Dijo Val mientras empujaba a Jarrell y
salían al descubierto.
                Robles venía corriendo también mientras una lluvia de
disparos verdes impactaban cerca de él. Pero este seguía corriendo. Hasta que
uno dio de lleno en el cabo. Este cayó al suelo y se quedó inmóvil
                – ¡Robles! – Gritó Val, pero su compañero no se movía
                – Robles ha caído – Dijo Giroud por radio
                – Poned al objetivo a salvo, esa es la prioridad –
Dijo Jin
                Val y Giroud se miraron
                – Llévalo a la nave, yo recogeré a Robles –
                El muchacho asintió y cogiendo del brazo a Jarrell
siguió corriendo hasta la nave. No estaba muy lejos, pero la lluvia de
proyectiles verdes empezaba a intensificarse. Una vez en la rampa de acceso,
Giroud se paró y miró hacia atrás. Val cargaba con Robles ayudada por Ralf.
Halcón estaba bajando de la torre pero no veía al Teniente Jin. De pronto
apareció. Tras unos escombros y por sorpresa empezó a disparar con su arma de
proyectiles pesados. El sonido era martilleante y grave y unos gritos muy
agudos delataban que Jil no fallaba. El joven francés miró hacia Val y Ralf que
arrastraban a Robles. Estaban ya a pocos metros de la nave cuando alcanzaron al
sargento e hizo que los tres cayeran. Sin pensárselo, Giroud salió y recogió a
Ralf del suelo, se lo cargó a la espalda y empezó a caminar todo lo rápido que
podía para cruzar los pocos metros que había hasta la rampa. Tras él, Val hizo
lo propio con Robles. De fondo, el ruido del arma del Teniente y sus
consecuencias seguían sonando.
                Giroud dejó a Ralf en el suelo. Este no respiraba.
Durante un segundo lo miró sin saber qué hacer. Luego miró hacia Val. Ella era la
médica del grupo. Pero  no la vio. Se
levantó y vio como Val estaba tendida a poco más de un metro de la entrada
junto a Robles. Ambos quietos.
                – ¡Val! – Gritó Giroud – ¡Ayúdame! – Le dijo a
Jarrell, pero este se escondió más al fondo de la nave
                Haciendo acopio de todo el valor que le quedaba,
salió y cogió de los brazos a sus dos compañeros. Tiró de ellos y poco a poco
fue subiéndolos a la nave. En ese momento se dio cuenta de un detalle. El arma
de Jil ya no se escuchaba.
                – ¡Vámonos! – Gritó Halcón desde la puerta sujetando
al Teniente Jil
                La hidráulica de la puerta empezó su trabajo y la
rampa empezó a subir, pero un rugido tras ella hizo que todos los ojos se
clavaran en el ser que había allí. Giroud lo miró casi presa del pánico. Lo
había visto en los manuales, en filmaciones e incluso en tanques de formol. Pero
verlo a poco más de tres metros era demasiado. Era más alto que cualquier
humano que conocía, era puro músculo y no paraba de rugir. Era el
extraterrestre más sanguinario de todos. No le importaba morir, su objetivo era
matar.
                Entró a la nave corriendo y cogió la cabeza de Halcón
apretándola. Este intentó evitar la presa pero no pudo. Giroud disparó y la
bala penetró en el torax del horrendo ser, pero aparentemente no le causó daño.
Disparó una vez más, y otra… una ráfaga. Sin pensarlo mucho más, sacó su
cuchillo y se lanzó al cuello del ser al tiempo que la rampa se cerraba y la
nave se elevaba. El joven le clavó al cuchillo varias veces, en la garganta, en
las axilas… al final cayó de rodillas y soltó a su presa, la cual también se
desplomó como si fuera un muñeco.
                Giroud gateó hasta una esquina y miró la dantesca
escena. Sus cinco compañeros estaban muertos junto  a esa… esa bestia… El suelo de la nave estaba
impregnado de sangre y ese líquido viscoso verde que salía del extraterrestre.
                – ¿Todo bien ahí detrás? – La voz del piloto sonó por
la radio – ¿Equipo uno?
Jarrell se
acercó Giroud y lo cogió los auriculares
                – Todo el equipo a bordo – Dijo con voz pausada –
Múltiples bajas
                El piloto tardó en contestar uno segundos
                – Roger…. –
                Giroud seguía mirando a sus compañeros con la mirada
perdida
                – Chico… – Dijo Jarrell intentando que le mirara a él
                – Dijeron que era una misión fácil… que sólo había
que recogerte a ti – La voz del muchacho era un leve susurro
                – En esta guerra no hay misiones fáciles –
                Giroud le miró y luego volvió su vista a los
cadáveres de sus amigos. Todos veteranos y grandes soldados… y él, novato y sin
mote seguía con vida. Se sentó en el suelo pesadamente, se quitó el casco e
intentó no dejarse llevar por las emociones.
                – Espero que lo que lleves en el maletín valga la
pena –

                – Lo que ese maletín guarda… – Dijo su compañero señalándolo
– …llevará la guerra a sus casas, nos dará la oportunidad de arrasarlos,
arrasaremos Marte.

El relato se basa en: X-com enemy unknown :Solución

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